Boletín

Editado por el Grupo Bolchevique Leninista de España (IVª Internacional) Nº. I | Barcelona, Enero 7, 1937 | Precio 0.25 Pts.


Motivos y significados de nuestro movimiento

Actualmente Europa es un atolladero gigantesco, maraña de clases e intereses donde las contradicciones del sistema capitalista, al fallar, durante los últimos años, la salida progresiva de la revolución social, amagan continuamente estallar en explosiones de guerra civil o guerra imperialista. La incompatibilidad entre la fuerza expansiva de la producción capitalista, de una parte, y su propio sistema de distribución y limitación nacional, de otra, arrojan como resultado la necesidad histórica de la socialización de la economía que a su vez comporta la revolución social. Hace ya años que en Europa se encuentran las premisas fundamentales de una revolución, una economía senil, incapaz de un desarrollo absoluto de conjunto del sistema actual, y de una clase, el proletariado, que sufre las principales consecuencias de la atrofia económica, y simultaneamente está interesada en la socialización de la propiedad, tendencia con la que se identifican los intereses generales de la civilización.

No ocurre lo mismo en el aspecto de las premisas ideológicas. El proletariado no ha logrado hasta hoy dotarse de la organización de principios que resuelvan los antagonismos entre capital y trabajo, con el aniquilamiento del factor capital. Las tentativas que en este sentido representan las Internacionales II y III fracasaron, aunque por diversos caminos, obedeciendo a idénticas causas. La multiplicidad de la sociedad capitalista, con su gama proteica de clases y subclases, desde el banquero multimillonario hasta el miserable lumprenproletariado, permite a la burguesía desplegar contra el proletariado todo enorme peso de sus ideas e intereses, ejercido por medio de la organización social peculiar al capitalismo y con el auxilio activo de la aristrocracia y la burocracia obrera.

Estas, últimas representantes de la burguesía en el escalafón de las clases, convirtiéronse en las (ilegible) **...centrales?*** e inspiradores de la II Internacional. Los núcleos proletarios atraídos por esta organización fueron y son puestos al servicio de las ideas democráticas de la pequeña burguesía, traicionando los intereses de clases y la finalidad revolucionaria del proletariado.

Por lo que a la III Internacional respecta, su constitución fue obra de la revolución más profunda que registra la historia de la humanidad. Triunfantes los bolcheviques en Rusia, se emprendió la tarea de liberar al proletariado mundial del yudo ideológico de la aristocracia y burocracia obrera de la II Internacional. Su trabajo se vio interrumpido por los mismos males que iba a combatir. Condiciones particulares a Rusia y un cambio general de rumbro en la vida ¿...? , propiciaron la burocratización del estado soviético, que cada vez mas acentuadamente ha venido transformando su caracter general de clase en el representativo de la burocracia y la nueva aristocracia obrera de la U.R.S.S., mucho mas extensa y poderosa que la de los paises capitalistas adherente a la II Internacional.

La salida progresiva, revolucionaria, que la vejez del capitalismo está exigiendo, conviértese así en imposible por la vía de las dos Internacionales. De ahí que la contra revolución bonapartista, militar o fascista, haya triunfado en numerosos países; de ahí también que la expantosa amenaza de la guerra imperialista se aproxime por momentos. Las convulsiones de Europa no pueden hallar más salida positiva que la revolución; fracasada esta por la degeneración de las dos Internacionales: se resuelve contrarrevolucionariamente, según las conveniencias de la burguesía, con la instauración de dictaduras que aherrojan al proletariado y lanzando a unos pueblos contra otros por la conquista de los mercados.

Formidable y rotunda demostración experimental de este breve análisis es la revolución española. Coincidentes ya ambas Internacionales en la naturaleza de su compasión orgánica, se unifican tambien sobre el terreno de las ideas para bastardear nuestra revolución social con un inutil movimiento democrático. Nuestro Frente Popular tras haber dado a los reaccionarios cuantas facilidades necesitaron para sublevarse recoge de nuevo el poder que solo el heroismo de las masas pudo salvar para encarrilarlo no por el sendero de la recolución social sino por el de la democracia burguesa. Ahora bien la insurrección fascista - insurrección de la burguesía- es la mejor prueba que el régimen democrático es ya imposible. La burguesía no puede sostenerse sino mediante el fascismo; el proletariado y la civilización exigen la revolución social. Los Nuevos caballeros demócratas socialistas, stalinianos, facilitan los fines del fascismo impidiendo el triunfo de la revolución social.

La necesidad histórica de la IV Internacional no necesita más comentarios. Por fortuna, la dolorosa experiencia del proletariado mundial ya le permite reaccionar contra la vil corrupción staliniano-reformista. Europa se convertiría en un cementerio inmenso si no fuera así. Sobre el marxismo revolucionario; las tesis y resoluciones de los primeros cuatro congresos de la Internacional Comunista y la crítica de la burocracia y del Estado soviético hechas por la antigua Oposición Comunista Internacional de Izquierda, se asientan las bases teóricas de la IV Internacional. En casi todos los países nuestro movimiento cuenta entre sus adeptos a los mejores militantes de la clase trabajadora. Trabajamos luchando en tres frentes: contra la burguesía; la burocracia reformista y la staliniana. Nuestras dificultades son incontables; pero sabremos vencerlas y triunfaremos, porque el caos europeo no tiene otra salida que la revolución social y nosotros somos la única organización internacional con una política revolucionaria intransigente.

No pretendemos crear la IV Internacional en un comicio o una simple declaración de existencia. Sabemos que solo el progreso de la lucha revolucionaria puede dar origen a un movimiento internacional de masas, pero a diferencia de otras organizaciones que se pronuncian por una nueva internacional en abstracto, creemos que los grupos revolucionarios nacionales deben constituir de antemano partes diferentes de una sola organización internacional. Solo una crítica mutua y la elaboración de principios partiendo de la realidad mundial pueden arrojar una justa política nacional y dar a los cuadros de la Cuarta Internacional la cohesión y firmeza del organismo de la revolución mundial.

En España nuestro movimiento es muy débil, por diversas causas que no podemos enumerar aquí. No obstante, estaamos seguros de que la cruenta guerra civil, elevando la conciencia de las masas, atraerá a nuestro seno a los militantes más abnegados del movimiento obrero. Hemos tratado de trabajar en el seno del P.O.U.M. como fracción de extrema izquierda, pero se nos han cerrado las puertas exigiéndonos declaraciones que ningún revolucionario puede hacer. No obstante, declaramos públicamente que estamos siempre dispuestos a trabajar en el seno del P.O.U.M siempre que se nos reconozca el derechos de fracción. Cuando se trata de un partido como el P.O.U.M., cuya política tiene tantos vacíos y puntos obscuros, las fracciones no solo son inevitables sino necesarias. Al ingresar nuestro grupo contribuiría con sus ideas a la polémica ideológica, sin atravesar por la cual, el P.O.U.M. no será nunca más que un partido centrista completamente inservible para la revolución.

Nos vemos obligados a trabajar en el exterio, pero fieles a nuestro criterio, tratamos de introducir entre los militantes más avanzados del P.O.U.M. nuestra orientación y principios bolcheviques. Su espíritu revolucionario sólo requiere un fuerte núcleo ideológico para convertirlos en guardia de la revolución. La dirección del P.O.U.M., cerrando el paso a las fracciones, a la lucha ideológicoa, se condena de antemano al raquitismo y a la desintegración si llegase un período de ilegalidad.

¿Crisis de la Generalidad o crisis nacional?

Ninguna organización ha explicado la verdadera significación y alcance de la crisis del gobierno de la Generalidad; ni el P.O.U.M., elemento explulsado.

No hay tal crisisi en tanto que acontecimiento aislado, con causas específicamente catalana. Numerosas medidas y acontecimiento, anteriores y posteriores a la crisis, permiten probar documentalmente que nos hallamos en presencia de la primera embestida de la burguesía nacional e internacional contra la revolución social y el proletariado en armas, amenaza intranquilizadora para los explotadores de todos los países.

La crisis del Gobierno de Cataluña, cuyo objeto inmediato era la exclusión del P.O.U.M., fue una medida más de la serie iniciada con la constitutción del gobierno Largo Caballero. Los inspiradores de estas medidas -partidos socialistas y staliniano- se proponen desviar nuestra guerra civil por el cauce imperialista y sojuzgar el espíritu revolucionario de las masas, constriñéndolas a la democracia burguesa.

Puede decirse que los atentados gubernamentales contra la revolución social empezaron el mismo 19 de julio, pero no adquieren estado organizado ni practicabilidad hasta que el poder recayó en los líderes socialistas y stalinianos. Al principio, el triunfo del proletariado en armas y sus iniciativas rudimentarias, pero certeras, inhabilitaron totalmente a los gobiernos de Frente Popular, responsables directos y exclusivos de la sublevación fascista. No eran más que remedos de gobiernos. El Poder efectivo -en todos sus aspectos, político, judicial, militar, económico- encontrábase diseminado entre todo el proletariado español. Cada organización política o sindical, cada comité obrero, poseía un poco de poder, que ejercía sin el control de la alta dirección y frecuentemente contra ella. Entonces los stalinianos no osaban hablar de la patria ni del ejército regular republicano, pero secundados por los socialistas, preparaban internacionalmente el terreno, mientras dedicaban sus cuidados a salvar la propiedad, la banca, el parlamento, la burocracia burguesa y los escombros del viejo ejército nacional. Todas las formas capitalistas se mantienen en pie gracias a los esfuerzos de socialistas y satlinianos. La colectivización de la industria catalana tiene, por una parte, caracteres de cooperativismo sindical y por otra queda completamente anulada por la banca, que conserva toda su libertady y por el carácter pequeño-burgués del poder político.

Mientras transcurría el tiempo, produciendo derrotas la desorgazación de las milicias y agravando el problema de los abastecimientos el caos de la economía, el gobierno preparaba el trampolín de la «defensa de la República» y procuraba congraciarse a toda costa con los gobiernos de Francia, Inglaterra y Rusia. Estos, inciadores de la no intervención, -se mantuvieron neutrales, favoreciendo así a Franco, (... ilegible) si las masas reventarían o no el cinturón democrático social-staliniano-.

Hasta que se constituye el famoso «gobierno de la victoria» la historia conoce pocos chantajes políticos tan mosntruosos como este. Con una situación totalmente revolucionaria, el proletariado en armas, las fábricas y talleres en poder de los obreros, las tierras en el de los campesinos, la justicia ejerciéndose por mano y decisión de los trabajadores, y con una situación social en Europa fácilmente preciptable hacia la revolución, el «gobierno de la victoria» llega al mundo con el propósito de cortar el desarrollo de la revolución, salvar a la burguesía que desaparecía de la escena española y dar a Francia, Inglaterra y Rusia, la seguridad de que pueden aliarse con un gobierno que no tiene nada de bolchevique.

Las milicias, de fundación y espíritu proletarios, son una institución poco simpática a la asustadiza burguesía de Francia e Inglaterra y el mayor peligro para la burguesía nacional. Uno de los primeros decretos del gobierno Caballero fue para tranquilizarla, promulgando la militarización de aquellas. No milicianos rojos, sino soldados de la República. La creación de esos tribunales «populares», presididos por abogados y juzgando con arreglo a leyes elaboradas para servicio de la burguesía: el reforzamiento de los cuerpos armados de fundación burguesa; la disolución del Comité Central de las milicias de Cataluña, y la campaña por el ejército regular, el mando único y contra los comités, son otros tantos procedimientos para conquistar a aquellos países demostrando que el gobierno es bastante fuerte para impedir el triunfo de la revolución social. El órgano del stalinismo catalán lo confiesa en su número del 10 de enero, diciendo: «Hay que demostrar a los estados no fascistas que somos capaces de resolver democráticamente los problemas del futuro».

Poco después, el comadreo de la S. de N. sirvió a Alvarez del Vayo para persuadir a los imperialismos democráticos de que el aspecto civil de nuestra guerra es solo una apariencia encubridora de un complot italo-alemán contra la hegemonía mediterránea anglo-francesa. Los propios ministros se dedicaron a propalar por España esta versión de la guerra. No es, según ellos, los intereses revolucionarios de una clase lo que se vential, sino «la paz de Europa»; es decir, el dominio de unos y otros imperialismos. A decir verdad, Francia, Inglaterra y la propia Rusia, no anhelan sino ver convertidos en realidad los propósitos republicanos de nuestros gobernantes. La burguesía española se salvaría y con ella el dominio (... ilegible) de los citados países sobre España.

Sin duda, Francia e Inglaterra temen las consecuencias militares y económicas del triunfo de Franco. Jamás habría existido la no intervención si el dilema: fascismo o democracia, fuera una realidad social en lugar de un señuelo traidor. Pero sitadas ante una revolución de tipo socialista, Francia e Inglaterra solo podrían adoptar una posición de clase, favoreciendo a los fascistas mientras animaban la traición de socialistas y stalinianos. En el citado número de «Treball» confiesan estos que el retraimiento de «las democracias» obedece fundamentalmente a «ciertas actitudes observadas en España». Estas actitudes no son otras que las medidas revolucionarias tomadas por las masas. De aqui que los stalinianos y socialistas, obedientes a los mandatos de la burguesía europea, recurran a toda clase de vilezas para desacreditar a los revolucionarios, y emprender la reorganización de la sociedad burguesa mediante la campaña contra los comités, los elementos incontrolados (la burguesía ha llamado siempre así a los revolucionarios), la creación del ejército regular republicano y el mando único.

En esta obra, Rusia ha desempeñado una parte preponderante y decisiva para el rumbo de los acontecimientos. Su solidaridad activa con el proletariado y la revolución española, habría decidido rápidamente la guerra en nuestro favor y abierto quizá las puertas a la revolución europea. Pero en Rusia el Estado ha sido monopolizado por una casta burocrática que no sobreviviría mucho tiempo a una revolución social triunfante en cualquier país. El fascismo por la derecha y el proletariado por la izquierda amenazan sus privilegios, obligándola a combatir en los dos sentidos tricionando la revolución en todos los países en aras de su alianza militar contra Alemania. En España la burocracia soviética no ve otra cosa que un aliado de su aliado Francia. Pero Francia no puede ser aliada de una España socialista y para impedir esta transformación, los líderes stalinianos luchan en vanguardia por la república democrática.

A este objetivo tienden sus esfuerzos desde el comienzo mismo de la guerra. La exclusión del P.O.U.M. del consejo de la Generalidad llega como una medida mas de la escala regresiva, hay que decir que si el P.O.U.M. fuese un partido verdaderamente revolucionario, nunca habría colaborado en un gobierno de cuya constitución obedecía a la necesidad de ganar tiempo hasta que llegase el momento de dar marcha atrás. El P.O.U.M., encubría con su presencia a los traidores y se cerraba a sí mismo el acceso a las masas. De una manera más acentuada está ocurriendo lo mismo con la C.N.T.

Por los días de la crisis catalana, la autoridad del gobierno ante la buguesía europea se consolida. El propio Eden declara en la cámara de los comunes que «sería una calumnia considerar comunista al gobierno de Valencia». Se conciertan nuevos convenios comerciales con Inglaterra y Francia y nuestra prensa reproduce los elogios de la prensa capitalista europea al discurso de Alvarez de Vayo. Y en pago de unas cuantas promesas, el gobierno se lanza a una ofensiva a fondo contra el proletariado. Le lanza el grito de defensa de la patria, se suprime el control obrero en las carreteras, se disuelven las milicias de retaguardia y las calles, los bancos y establecimientos vuelven a estar custodiados por los cuerpos de fundación burguesa, debidamente disfrazados en Guardia Nacional de Seguridad.

La campaña contra los comités, en la que contribuyen a porfía socialistas y stalinianos, pretende eliminar por completo la intervención de los trabajadores, para dar a Francia, Inglaterra y Rusia la seguridad de que existe un gobierno fuerte, tan fuerte como el de Blum, que prohibe la huelga de brazos caídos, o como el del reaccionario mister Baldwin. En esta campaña, intervienen todas las malas artes y la perfidia de un poder que no puede sostenerse sin las masas y al mismo tiempo sino traicionar a estas.

La anarquía económica producida por la quiebra de las relaciones burguesas y agravada por las necesidades de la guerra, pretende ser aprovechada para mantener en pie las propias relaciones burguesas. No son los comités quienes producen la anarquía, sino el gobierno que impide a estos establecer el control absoluto de la economía, ejercer el poder político y ordenar a la sociedad según los intereses del proletariado. El gobierno de Valencia y el de Cataluña oponen el orden democrático, esto es, burgués, al orden revolucionario y socialista de los comités. Disuelven estos y se arrogan los mismos poderes que cualquier otro gobierno capitalista. La crisis de la Generalidad marca el momento en que los problemas militar y de abastecimientos, no resueltos por la falta de un poder revolucionario, produjeron el cansancio necesario para hacer retroceder a la revolución sin alteraciones. Es el momento de la ofensiva burguesa contra el proletariado, ofensiva que encuentra sus mejores fuerzas de choque en los partidos socialistas y stalinianos.

En la misma medida en que la ofensiva triunfa, cambia favorablemente la actitud de Francia e Inglaterra respecto a España. La burguesía mundial, auxiliada eficazmente por la burocracia soviética, se apoya en los partidos socialistas y staliniano para salvar a la burguesía española y poder transformar la guerra civil en guerra imperialista. Y llegará un momento, si no barre antes el proletariado a los traidores y que lo gobiernan, en que la consigna de defender la patria, servirá para adminitir en nuestro campo a los burgueses y banqueros fugitivos, suficientemente patriotas para comprender a tiempo que tras los «rojos» no hay sino una política blanca y un corazón blanco.

Desgraciadamente, el proletariado se halla políticamente desamparado. Las organizaciones que, como la C.N.T. y la F.A.I. y el P.O.U.M. no se hallan intereszadas en traicionar a las masas carecen de los principios necesarios para orientarlas a la revolución. Hoy mismo la C.N.T. se apropia la cn¡onsigna de defensa de la patria. Clama contra los políticos, se deja arrastras a una política de capitulación, concesiones a la burguesía y saboteo general de la revolución. Esta temible ausencia de un partido revolucionario, constituye el mayor peligor para la revolución. Solo por este camino conseguirá su objetivo a la unión sagrada entre socialistas, stalinianos y la burguesía mundial.

A su empeño en disolver los comités el proletariado debe oponer la ampliación de los mismos por libre elección de los obreros y otra central sindical de cada industria; a la colaboración de la .N.T. y el P.O.U.M. en el gobierno (este último ha aceptado un puesto en la junta provincial de Valencia), deben oporner el rompimiento absoluto y la entrega del poder a los representantes elegidos por aquellos comités. Solo cuando el poder político pertenezca a los organismos obreros podrá establecerse una política revolucionaria de abastecimiento, crear un fuerte y disciplinado ejército rojo, barrer económica y políticamente todas las formas burguesas e iniciar la era de la revolución social europea.

G.M.


Comentarios a la reunión del Comité Central ampliado del P.O.U.M.

Acaba de reunirse el Comité Central ampliado el P.O.U.M., estando en plena crisis el gobierno de la Generalidad y reunida la S. de N. para tratar el asunto de España. Tan excepcional es la importancia del momento, que uno de los delegados aseguró que la reunión será «histórica». Indaguemos en sus debates y resoluciones cómo pretende el P.O.U.M. hacer la historia.

El resumen de los debates aparecido en «La Batalla» está demasiado expurgado para dar una idea exacta de la incoherencia ideológica del P.O.U.M. Sin embargo, se encuentra todo el arco iris político. Opiniones verdaderamente revolucionarias; opiniones completamente reformistas; opiniones de cuidado oportunismo centrista; otras más anarquistas que marxistas, y hasta opiniones que nada tienen que ver con la lucha de clases. «La revolución está hecha», declaraba el delegado de Vinaroz mientras al P.O.U.M. se le arrojaba por la ventana de la Generalidad. La expulsión estaba patrocinada por el P.S.U.C. simultáneamente al momento en que la U.R.S.S. aceptaba el proyecto de mediación franco-británico. A pesar de todo no faltaron delegados reaccionarios, como el de Villanueva y Geltrú, pidiendo el cese de la campaña contra la I.C., o como Valencia, para quien «el partido está demasiado a la ofensiva» y encuentra natural una aproximación con Caballero y Prieto, Comorera y José Díaz, a los que llama FUERZAS MARXISTAS. Se pidió, como si se tratara de un pleno de la F.A.I., la entrega de la tierra a los municipios. Hubo condenas para la II y III Internacional y acusaciones de sectarismo para la IV. Se propuso, nada menos que por el secretario sindical, que los grupos de la oposición del P.O.U.M. «se preocupen de que la U.G.T. tenga representación directa y propia en el gobierno»; al lado de esto, la reconstitución de la Alianza Obrera y la creación de juntas de obreros, campesinos y combatiente. ¿Pero qué tiene de asombroso esa discordancia incompatible, no de opiniones en torno a un problema concreto, sino discordancia de principios, cuando el pleno en bloque , al mismo tiempo que xplica la crisis como un frenazo a la revolución, «considera imprescindible la unidad de acción del proletariado para llevar hasta el fin la lucha contra el fascismo»; es decir, imprescindible el frente único -el Comité Central no quiere decir Frente Popular- con y bajo los principios de la pequeña burguesía, el mismo que permite «poner un dique a la revolución ascendente y hacer un esfuerzo por contenerla»? (La Batalla, 16-12-936).

En «La Batalla» hay un misterioso vacío al iniciar el resumen de las sesiones. Los delegados aparecen discutiendo la cuestión política, sin que el diario mencione siquiera el informe del ComitéEjecutivo. Habrá motivos, puesto que no hay efecto son causa. El pleno de «importancia histórica», no discute o no quiere informar al proletariado del criterio que le merece su propia gestión gubernamental. En la resolución política sólo se dice que después del 19 de julio, «el proletariado pasó a ejercer la hegemonía absoluta del movimiento revolucionario» y ahora la burguesía intenta levantar cabeza. Inútil buscar una contestación categórica a la cuestión: ¿fue o no fue justa la colaboración en el gobierno de la Generalidad?

El problema del poder es el decisivo para el movimiento obrero, y un partido que se proclama el de la revolución no puede pasarlo por alto sin negar su pretención. Pero sobre esto, la falta de criterio del P.O.U.M. es más aparente que real. Decir a los trabajadores que «el proletario pasó a ejercer la hegemonía absoluta del moviemiento revolucionario», equivale a decirles que el gobierno de la Generalidad, con uno o dos representantes del P.O.U.M., es el gobierno de la revolución. Cada trabajador consciente se preguntará cómo es posible que Comorera y compañía en el poder, cuando la «hegemonía absoluta» era del proletariado, según el P.O.U.M., represente ahora la cabeza de la burguesía.

Un partido verdaderamente revolucionario habría dicho a las masas: «entregada la mayoría del proletariado a los líderes reformistas stalinianos, sin una noción marxista, por parte de la C.N.T. de la política proletaria, la revolución no encontró su expresión política adecuada, por lo que el poder nunca escapó por completo al control de la burguesía y nosotros cometimos un error con la colaboración en la Generalidad». El P.O.U.M. han asimilado lo más elemental del marxismo. El proletariado no puede entretenerse en hacer constituciones hasta apoderarse del poder político y desarraigar a la burguesía de sus bases económicas y sociales. La revolución, para demostrar que «la burguesía intenta levantar cabeza», debiera enseñar la relación existente entre la burguesía nacional e internacional y los gobiernos de Valencia y Barcelona, para deducir, no que necesitamos un gobierno obrero y campesino, sino la dictadura del proletariado apouada en las juntas de obreros, combatientes y campesinos, ¿Es que la dictadura del proletariado asusta al P.O.U.M., algunos de cuyos dirigentes criticaban, no hace mucho tiempo, la consigna de gobierno obrero y campesino, entonces patrimonio de los stalinianos? También aquí se reconoce la influencia del medio. Una simpre conversión en P.O.U.M. eliminó las mejores enseñanzas del marxismo.

Continuando la tendencia diaria de «La Batalla», la resolución calla sobre el papel de los anarquistas en política. Y sin embargo, existe un gravísimo peligro de que la C.N.T. colabore con stalinianos y socialistas en el estirpamiento de la revolcuión, o bien de que, asustada en determinado momento de la obrea antiproletaria a la que se deja llevar, se lance a una aventura fatal. El propio P.O.U.M. ha sufrido las consecuencias de la pretendida política sindical de la C.N.T. Es preciso, sobre todo, esforzarse porque los obreros influenciados por el anarquismo, saquen de la experiencia política que viven, la consecuencia de que solo una política eminentemente proletaria tal como el marxismo y la experiencia nos lo muestran, puede dar cima a la revolución y a los problemas de la guerra civil. El P.O.U.M., en lugar de utilizar la crítica para atraer al marxismo a los obreros de la C.N.T., prefiere buscar su protección con requiebros revolucionarios, a los que la C.N.T. contesta prefiriendo el «ugetista» Comorera, al «político» Nin.

Nos falta espacio para comentar las resoluciones sindical, militar, de organización. Unas palabras nada más sobre la resolución internacional.

Es esta un característico documento centrista. Reconoce en abstracto el carácter socialista de la revolución: que «España se está convirtiendo en un coto de lucha internacional de clases: constata la responsabilidad de Rusia en la no-intervención, y llama a la formación de una nueva internacional» que no puede serlo la IV, fundada por Trotski, sin arraigo entre las masas por su carácter sectario». Pero olvida declarar que la revolución socialista es incompatible con la colaboración, que hoy mismo practiva en el consejo provincial de Valencia, y no puede realizarse sino por la dictadura revolucionaria de los trabajadores, consigna a la que renuncia, en nombre del «oportunismo consecuente» (Nin) porque no se siente capaz de vencer los prejuicios introducidos por el anarquismo. Al pedir una disciplina internacional, efectivamente necesaria, debiera secundar las palabras con los hechos, denunciando a las organizaciones filiales del P.O.U.M. en el Buró de Londres, cuya solidaridad con el proletariado español no va mas allá de la del Ejército de Salvación, y entre los cuales el S.A.P. alemán acaba de firmar con socialistas y stalinianos un programa de frente popular que sería conservador para Martínez Barrios.

Por lo que al «sectarismo» de la IV Internacional respecta, invitamos a los camaradas del P.O.U.M. a hablar en concreto. Haría muy bien «La Batalla», por ejemplo, publicando las pruebas de nuestro sectarismo con la misma seguridad que publica los documentos que demuestran la traición de los stalinianos.

En resumen, el C.C. ampliado del P.O.U.M. ha venido a demostrarnos cuan poco pueden modificarlo los acontecimientos. El pleno no ha representado el menor esfuerzo para enderezar esa lamentable empresa que fue la pretensión de crear un partido revolucionario sobre el título y las falsas sugerencias de la unificación. Seis meses de política de frente popular y cinco de guerra civil no han podido, desgraciadamente, desbrozar al P.O.U.M. de todas las mezcolanzas políticas y vacilaciones que le impiden convertirse en el partido de la revolución.

En lugar de un acontecimiento histórico, el pleno fue una asamblea incoherente y trivial, de la que los mejores delegados solo podían recoger la impresión de su impotencia para marcar al proletariado el rumbo audaz de la revolución social.

Barcelona, enero de 1937.

ES MARXISTA UNICAMENTE EL QUE HACE EXTENSIVO EL RECONOCIMIENTO DE LA LUCHA DE CLASES ANTE LA DICTADURA DEL PROLETARIADO (Lenin)

Carta del frente

Casetas de Quicena, 25-12-36

SITUACIÓN MILITAR: La situación es perfectamente estacionaria a pesar de que los medios técnicos han aumentado y la coordinación del frente es mayor que en los primeros tiempos. En nuestro sector contamos hoy con una extensa red de trincheras guarnecida por varios miles de hombres y suficientes ametralladoras. Sin embargo, lo mejor en hombres y materiales de los bandos se halla concentrado actualmente alrededor de Madrid, clave de la situación, no hay ninguna actividad de la aviación ni por parte nuestra ni por parte de los fascistas. Toda la prensa es unánime en la campaña de invenciones sobre la supuesta actividad del frente: habla de continuos ataques y contraataques, queriendo evidentemente dar la impresión de un gran empuje de todas las fuerzas de este frente, pero la verdad es otra. Pasan semanas y semanas y no se produce operación importante alguna, y esto sería de la mayor importancia, ya sea para obligar a los fascistas a aflojar su presión sobre Madrid y hacer que se vean en la necesidad de dividir su atención y sus medios, sea para imperid que, como consecuencia de la inactividad cunda la demoralización en el frente. Una actitud agresiva reportaría los mayores beneficios tanto desde el punto de vista militar como del político, pero es evidente que tal actitud depende de la orientación política del conjunto de nuestra revolución y esta íntimamente ligada con la situación política en el frente. +

SITUACIÓN POLÍTICA EN EL FRENTE: Entre los milicianos se nota un fuerte descontento porque el avituallamiento no se efectúa con normalidad, sobre todo son deficientes los suministro de tabaco y ropas. Se nota una fuerte diferencia entre los milianos de la base y los militantes afectos a la dirección militar, en lo que respecta al tren de vida. La burocracia procura imperid toda actividad nuestra. Está compuesta en su mayor parte por individuos que afirman que es necesario batirse y no hacer política y no se preocupan de la revolución. Si consideramos que lo mejor de los militantes obreros se halla en el frente, para el que salió inmediatamente después del 19 de Julio, vemos que la actuación de la burocracia del frente constituye un grave peligro para la revolución y para la guerra civil misma, pues no hay que olvidar que nuestras milicias son tropas revolucionarias, son un ejército político, que el 19 de Julio se lanzí a la calle para defender su política, la política de la emancipación del proletariado, y que después del 19 de Julio, vencida en la calle la insurección fascista, marcho a tierras de Aragón a continuar «con otros medios» según la feliz expresión de Clausewitz, su política. Las necesidades de la política burguesa exigen que se suprima en las filas del ejército burgués, compuesto de obreros y campesinos, la política, la discusión de los finess y objetivos de la guerra; la burguesía discute estos en el seno de las camarillas dirigentes y el mayor peligor para ella es precisamente que estas discusiones lleguen a las filas del ejército, que se daría cuenta del engaño de que es víctima y se negaría a seguir adelante. Mas los milicianso que luchan en el frente de Aragón, luchan por su política, por sus objetivos de clase, contra los intereses de la burguesía democrática que precisamente intenta disminuir la fuerza del ejército proletario en interés propio, lanzando por medio de sus agentes reformistas la consigna de «primero ganar la guerra, después hacer la revolución». La actitud de la burocracia es francamente antirevolucionaria; debilita ideológica y moralmente a las fuerzas armadas del proletariado, sirve directamente a los intereses de la pequeña burguesía y contribuye por consiguiente a que la correlación de fuerzas en la revolución se torne favorable al fascismo.

Desde el principio el P.O.U.M. ha lanzado las consignas de gobierno obrero y campesino y de ejército rojo. Pero lo que no han dicho es la manera de llegar a que la consigna «ejército rojo» sea una realidad.

El ejército rojo está compuesto de obreros y campesinos y tiene por misión aniquilar al enemigo de clase en el interior y en el exterior. No puede existir mientras el proletariado no ejerza el poder político con sus propios órganos, para lo que hay que empezar por la formación de estos en el seno de las milicias. Lo mismo pasa en la parte que corresponde a los obreros y campesinos. Hay que decirles como se forman sus órganos de poder.

Nada de esto se dice en «La Batalla» sino que se lanza la consigan de gobierno o brero y ejército rojo como simple consigma de agitación, sin ninguna intención de pasar a los hechos. En la práctica, lo que se hace es llevar negociaciones con las direcciones de los demás partidos y organizaciones con el fin de llegar a la formación de un nuevo consejo de la Generalidad, compuesto en su totalidad de elementos obreros. Se trata en una palabra, de la actuación típica del centrismo: lanzar consignas revolucionarias y en la práctica operar un cambio de personas, conservando las viejas instituciones burguesas. Es esta política la que ha contribuido en la mayor medida a la resurrección de la pequeña burguesía, como fuerza política y al reforzamiento de las tendencias al estrangulamiento de la revolución socialista y a la transformación de la guerra vicil española en guerra mundial imperialista.

Relata el camarada en su carta que la base y sobre todo las juventudes se dan cuenta de la situación y ejercen una poderosa presión sobre los círculos dirigentes del partido. La actividad política de los caramaradas del grupo en el frente, a pesar de número reducido, ha conseguido que su voz sea escuchada por los camaradas combatientes y por el comité de guerra de la columna. Esta última circunstancia, puede poderosamente contribuir a la difusión de nuestros puntos de vista en el frente. Termina la carta expresando la firme decisión de sobrepasar los obstáculos y llegar a la formación del partido revolucionario de la revolución española.

Primeras lecciones de la Revolución española

Por Leon Trotski

[Damos a continuación el artículo de nuestro camarada Trotski, «Primeras lecciones de la Revolución Española». Escrito en los últimos días de Julio, y a una gran distancia de nuestros país, vuelve a tener actualidad por que respecta, sobre todo, al problema del ejército, no solamente respetado en lo que los fascistas quieron dejar de él, sino reorganizado ahora con el espíritu y sistema de un ejército capitalista.

A falta del original, no vemos obligados a publicar la traducción dad por «La Batalla». Hacemos constar que en esta traducción ha sido sustraído un párrafo en que Trotski atacaba a Morceu Pivert, jefe de la Izquierda Socialista francesa. Entonces Pivert cultivaba una estrecha amistad con el P.O.U.M.; pero unas cuantas semanas mas de guerra civil y alguna llamada al orden de su colega Blum, lo convirtieron sin dificultades a la neutralidad.]

Europa ha resultado una formidable y dura escuela para el proletariado. En pais tras pais se desencadenan movimientos que exigen sacrificios de sangres a los obreros pero que hasta ahora han terminado, siempre, con la victoria de los enemigos del proletariado (Italia, Alemania, Austria). Se comprueba, como, con la política de los viejos partidos obreros es imposible orientar al proletariado y preparar su victoria. Al escribir estas líneas la guerra civil de España no ha terminado aún. Los obreros del mundo entero esperan con ansiedad la nueva de la victoria del proletariado español. Si, como deseamos vivamente, esta victoria llega, será preciso afirmar: esta vez los obreros han vencido, a pesar de que su dirección ha hecho todo lo que ha podido para llevarlos a la derrota. De ello se deriva mayor gloria aún para los obreros españoles.

Socialistas y comunistas, en España, forman parte del Frente Popular, que ya una vez hizo traición a los obreros, pero que, gracias a estos obreros y a los campesino, una vez más obtuvo la vicotia para crear en febrero un gobierno «republicano». Seis meses después el ejército «republicano» se lanza en armas contra el pueblo. El mismo gobierno de Frente Popular, con el dinero del pueblo, ha mantenido a la casta de los oficiales, les ha dado autoridad, poder, armas, les ha dado el mando de jóvenes obreros y campesinos, y todo ello ha servido para facilitar la preparación del intento de aplastamiento de los obreros y de los campesinos. Más aún: aun durante la lucha, el gobierno del Frente Popular hace lo que puede para hacer más difícil la victoria. Una guerra civil, como todo el mundo sabe, no se hace sólo con medios militares, sino también con armas políticas. Desde el punto de vista de preparación militar, la revolución española es más débil que la del enemigo. Su gran fuerza está en poder sostenerse sobre la fuerza de las grandes masas. Aun ahora podría quitar de las manos de los oficiales su ejército. Para ello, sólo debería emprender, con entusiasmo y seriedad, el llevar adelante el programa de la revolución socialista.

Sería preciso decir bien claramente que, de ahora en adelante, las fábricas, los talleres y la tierra pasarán a mnos de los capitalistas a las del pueblo. Sería preciso realizar este programa en todos los lugares que se hallan en manos de los obreros. El ejército fascista no podría resistir la influencia de un programa parecido, ni 24 horas; los soldados ataría de pies y manos a sus jefes y los entregarían a los más próximos estados mayores de las milicias obreras. Ahora bien; al frenar la revolución social obligan a derramar diez veces más de la sangre necesaria, para terminar la guerra civil. Y, para coronamiento de todo, estos señores esperan poder desarmar a los obreros después de la victoria y exigir de ellos el respetod a las leyes sagradas de la propiedad privada. Tal es la verdadera esencia de la política del Frente Popular. Todo lo demás no son más que frases y mentiras.

En estos momentos, muchos partidarios del Frente Popular se dirigen, en todo de reproche, al gobierno de Madrid: ¿Cómo ha ocurrido esto? ¿por qué motivos no se realizó a tiempo la depuración del ejército? ¿Cómo no se tomaron las medidas necesarias? Sobre todo, se levantan muchas críticas en Francia, en donde por cierto, en nada se distingue la política de los jefes del Frente Popular de la de sus colegas españoles. A pesar de la terrible lección de España, puede asegurarse que el gobierno Blum no llevará a cabo ninguna depuración del ejército. ¿Por qué razón? Pues porque las organizaciones obreras se hallan ligadas a los radicales, y por consiguiente, son prisioneras de la burguesía.

Es una candidez lamentarse de que los repulicanos españoales o los socialistas, o bien los comunistas, nada hayan previsto, que hayan dejado llegar lo hechos sin procurar evitarlos. No se trata en este caso de más o menos perspicadia de tal o cual ministro o jefe, sino de la dirección general de la política. El partido obrero que hace una alianza política con la burguesía radical, por este solo hecho renuncia a la lucha contra el militarismo capitalista. El predominio burgués, o sea, la conservación de la propiedad privada de los medios de producción es inconcebible sin que la fuerza armada sostenaga a los explotadores. La casta de los oficiales es la salvaguarda del capital. Sin esta fuerza que la mantenga, la burguesía no se sostendría ni tan sólo un día. La selección de las personas, su formación y su educación, hace de los oficiales en su conjunto un enemigo irreductible del socialismo. Las excepciones aisladas no modifican esto en nada.

Este hecho es lo mismo en todo los países burgueses. El peligro no está en los demogogos militares, que se muestran abiertamente partidarios del fascismo. El peligro está en que la casta de oficiales del ejército en su conjunto, juega siempre el papel de verdugo del proletariado.

Eliminar 100 ó 500 agitadores reaccionarios del ejército, en el fondo es dejarlo todo igual que antes. El cuerpo de oficiales, en el cual han echado raíces tradicionales seculares del vasallaje del pueblo debe ser disuelto, destruido por completo. Precisa reemplazar el ejército de cuartee, en manos de los oficiales, por las milicias populares; o sea, por la organización democrática de los obreros y los campesino armados. No queda otro camino. Pero semejante ejército es incompatible con el dominio de los explotadores, grandes o pequeños. ¿Pueden los republicanos mostrarse de acuerdo con semejante medida? No, por cierto. Por consiguiente, el gobierno de Frente Popular, el gobierno de coalición de los obreros con la burguesía, significa un gobierno de capitulación ante la burocracia y los oficiales. Tal es la gran lección de los acontecimientos de España, pagada hasta ahora con millares de vidas humanas.

La alianza política de los jefes obreros con la burguesñia, se disfraza con la necesidad de la defensa de la República. La experiencia de España nos demuestra lo que significa esta defensa. La palabra «republicano» lo mismo que la palabra «demócrata», es de un charlatanismo consciente que sirve para cubrir las contradicciones de clase. La burguesía es republicana en tanto que la República proteja la propiedad privada. En otros términos: la República pierde todo su valor para la burguesía en cuanto ella a tomarlo para los obreros, sin asegurarse antes el apoyo a los oficiales. No en vano a la cabeza del ministerio de la guerra, de Francia, se halla Deladier. La burguesía le ha confiado ya otras veces este puesto, y jamás le ha hecho traición. Creer que Deladier es capaz de depurar el ejército de fascistas y de reaccionarios, o en otros términos, dispersar el cuerpo de oficiales, es propio de gentes inocente. Pero ante estos razonamientos se nos interrumpe, diciéndonos: «¿Cómo vamos a disolver nuestro cuerpo de oficiales? Esto sería tanto como destruir el ejército y dejar el pais desarmado ante el fascismo. Hitler y Mussolini no desean más que esto».

Todos estos argumentos nos son bien conocido, desde hace tiempo. Del mismo modo razonaban los cadetes, los socialistas revolucionarios y los mencheviques de la Rusia de 1917. Del midmo modo razonan los jefes del Frente Popular español. Los obreros españoles han creído sólo a medias, estos razonamientos. Unicamente en la proporción que no se hayan convencido por la experiencia de que el peligro fascista más próximo se halla en el mismo ejército español. No en vano nuestro amigo Carlos Liebknecht, decía: «Nuestro principal enemigo se halla en nuestro propio país1».

«Pero nosotros no debemos quedar sin ejército -repiten los jefes socialistas y comunistas-, pues debemos defender nuestra democracia y con ella la Unión Soviética contra Hitler.» Después de la lección de España, no es difícil prever las consecuencias de esta política, tanto para la democracia como para la Unión Soviética. Cuando crea el momento favorable, la casta de oficiales, de acuerdo con las ligas fascistas disueltas pasará a la ofensiva contra las masas trabajadoras, y si consigue la victoria sobre ellas, aplastará los pobres restos de la democracia burguesa y tenderá después la mano a Hitler, para luchar juntos contra la U.R.S.S.

Es imposible leer sin indignación, los artículos de «Le Populaire» y «L'Humanité», sobre los acontecimientos de España. Esta gente no aprende nada. No quiere aprender nada. Cierran conscientemente los ojos antes los hechos. Para ellos, la principal lección que se debe sacar, es el mantenimiento, a todo precio, de la «unidad» del Frente Popular, o sea, la unidad con la burguesía, la amistad con Daladier.

Seguramente que Daladier es un gran «demócrata», pero es lo más seguro que, al lado del trabajo oficial en el ministerio Blum, lleve a cabo otro gran trabajo no oficial con el Estado Mayor, con los oficiales. Entre ellos hay gente muy seria que sabe mirar, cara a car, los hechos, y no se dejan llevar por la retórica al estilo Blum. Saben prepararse para todas las sorpresas. Es seguro que Daladier se pone de acuerdo con los jefes militares sobre las medidas necesarias a tomar para el caso de que los obreros manifestaran alguna actividad revolucionaria. No es seguor que los generales marchen muy a gusto con el Daladier. Entre ellos deben decirse: «Soportemos a Daladier hasta que hallemos dominado a los obreros. Después, ya nos haremos con un jefe de más categoría». Mientras, los jefes socialistas y comunistas repiten, todos los días: «Dime quién es tu amigo, y te dirá quién eres». Quienes confían el ejército a manos del viejo agente del capital, Daladier, son indignos de la confianza de los obreros.

Es natural que el proletariado de España, lo mismo que el de Francia, no quiera quedar desarmado ante Mussolini o Hitler, Pero para bien defenderse de ellos, debe antes aplastar al enemigo en su propio paós. Imposible destruir la burguesía sin antes destruir la casta de oficiales. Imposible destruir la casta de oficiales, sin destruir la burguesía. En toda contrarevolución victoriosa, han jugado un papel decisivo los oficiales. Toda revolución victoriosa ha tenido un profundo carácter social, ha destruido el cuerpo de oficiales. De este modo obró la gran Revolución Francesa de fines del siglo XVIII. Del mismo modo obró la Revolución de Octubre de 1917. Para poder llevar a cabo una tal medida es preciso dejar de postrarse de rodillas ante la burguesía radical. Es preciso crear la verdadera alianza de los obreros y de los campesinos contra la burguesía, incluso la burguesía radical. Es preciso tener confianza en la fuerza, en la iniciativa y en el valor del proletariado. El sabrá atraerse a los soldados. Esta será la verdadera alianza, no falseada de los obreros, los campesinos y los soldados.

Semejante alianzs se está creando y forjando en el fuego de la guerra civil de España. La victoria del pueblo significará el fin del Frente Popular y el comienso de la España Soviética. La revolución social victoriosa en España se extenderá, inevitablemente, al resto de Europa. Para los verdugos fascistas de Italia y de Alemania, será incomparablemente más terrible que los pactos diplomáticos y todas las alianzas militares.

30 de julio de 1936. L. Trotzky

¿Capitulará el Independent Labour Party ante el stalinismo?

Al iniciarse la guerra de Abisinia, en el mes de septiembre de 1935, el I.L.P. onservó una actitud enérgica frente a las S. de N. En un momento en que la burguesía inglesa pretendía realizar la unión sagrada para una posible guerra contra su rival italiana, bajo la consigna mendaz e hipócrita de «defensa de Abisinia», el I.L.P. se opuso a las sanciones de la S. de N.

Entonces sólo les reprochamos haber abandonado la consigna de «sanciones obreras». En efecto, la izquierda (Brockweys) capituló ante la derecha pacifista (Maxton).

Por otra parte, el I.L.P. no ha dejado de rechazar toda actitud intransigente hacia los partidarios de la defensa nacional, pretendiendo llegar a un frente único con los stalinianos y los reformistas de «izquierda». Aún el 4 de diciembre pasado leímos en el editorial del «New Leader» en grandes letras el siguiente llamamiento: «Proponemos un acuerdo de las II y III Internacionales con el Buró de Londres para elaborar un plan de ataque al orden económico capitalista».

Parece un sueño. El partido mayor, aparte del P.O.U.M., del Buró Londres, propone una conferencia común con los declarados traidores, mil veces desenmascarados, de la clase obrera, para «atacar» juntos al régimen capitalista. Ciertamente, el capitalismo no sucumbirá ante tales ataques.

Mientras tanto, los obreros españoles se han decidido a atacar realmente al capitalismo, sin ponerse previamente de acuerdo con los jefes de las Internacionales II, III y III1/2, o mejor dicho, precisamente por no haberse puesto de acuerdo con ellos. Ahora bien, en el asalto a las posiciones capitalistas los obreros no han querido respetar esas fortalezas morales y mateirales de la reacción que son las iglesias y conventos. ¿Qué piensa el amigo Mac Gavern, que fue delegado oficial del I.L.P. acerca del P.O.U.M? Este mantuvo una correspondencia con los católicos escoceses y escribe a uno de sus jefes el siguiente «mea culpa»: «Querido Sr. Dounelly: siento tanto como cualquiera la destrucción y quema de conventos...» Y para demostrar que no es un defecto de estilo, sino efecto de profunda convicción católica añade: «Si han sido quemadas y destruidas iglesias, lo siento y lo condeno».

Esta carta fue publicada por el propio New Leader (16-10-36).

¿Qué dicen a esto los trabajadores del P.O.U.M. y los auténticos revolucionarios del I.L.P., que acaban de llegar a Barcelona para luchar contra el fascismo, e incluso contra la iglesia? Pero la traición de los jefes del I.L.P. es aún mayor. Hace poco tiempo, cuando sus jefes volvieron de la Conferencia de Bruselas, se entrevistaron con los jefes del P.C. inglés y de la Liga Socialista ( a la pseudorrevolucionaria del Labour Party), poniéndose de acuerdo sobre un proyecto de pacto del que nos satisface poder ofrecer los siguientes extractos.

«La lucha por la paz»

«... defensa para salvar a los pueblos del mundo de la amenaza creciente de una agresión fascista, movilizando la máxima oposición efectiva contra tal agresión y por el mantenimiento de la paz, por la defensa de la U.R.S.S. y el apoyo a su lucha por la paz y por un pacto entre Inglaterra, la U.R.S.S. , Francia y todos los estados en que la clase obrera tiene libertad política para asegurar la paz...»

Adición

«b)- Todos los partidos firmantes acuerdan en abstenerse de toda crítica general de la política soviética o su gobierno, y en el caso en que algún partido considere necesaria la crítica en determinado caso particular, los tres partidos se reunirán con anterioridad a la crítica para discutir la cuestión con vistas a evitar la ruptura de la unidad»

¿Sería necesario criticar este »¢gentlemen's agreement? Todo militante revolucionario un poco enterado reconocerá la capitulación implícita en el pacto, no sólo ante la burocracia staliniana, sino también ante el imperialismo inglés, que oprime a millones de esclavos coloniales y que incluso impide a sus propios ciudadanos marchar a España para batirse por la verdadera libertad, a la que se pisotea tanto en Inglaterra como en Rusia.

Entiéndase que sólo se trata de un proyecto de pacto. Los jefes del I.L.P. se treverán a obligar a aceptarlo a sus miembros? ¿Capitulará el I.L.P. ante el stalinismo?

PROLES

NOTAS INTERNACIONALES

La Burguesía Francesa llama a los Stalinianos Contra los Revolucionarios Franceses.

El 1º de enero de este año, «Le Matin», uno de los periódicos más reaccionarios de Francia, publica en primera plana un doble llamamiento a la policía y a los stalinianos para combatir a los trotzkystas. He aquí algunos párrafos:

«Por una coincidencia inquietante, en el momento en que el malestar económico y social se explita en los medios políticos irresponsables que reniegan de todos los intereses franceses, la IV Internacional se abate sobre Francia.

Bajo la dirección de su Secretariao Internacional, estas tropas de choque de la revolución marxista celebran en París dos congresos: el del Partido Obrero Internacionalista y el de las Juventudes Socialistas Revolucionarias».

Hay que preguntarse si ahora el juez de instrucción Aubry, que comenzó una investigación judicial contra los amigos franceses de Trotzky, aprovechará la oportunidad de llevarle adelante.

¿Y el Partido Comunista, que sabotea con celo infatigable las reuniones de los partidos nacionales, movilizará a sus militantes para manifestarse?...

He aquí los puntos principales del programa de los congresos:

  1. Desarrollo e intensificación de las huelgas y agitación obrera.
  2. Creación de milicias obreras para la ocupación armada de fábricas y talleres.
  3. Intensificación de la propaganda en el Ejército y la Marina, para ganar a los soldados a la lucha obrera contra la burguesía y el imperialismo francés.
  4. Participación directa del proletariado francés en la guerra civil española. Creación de regimientos obreros en el medio día de Drancia para su traslado abierto a España.

Al mismo tiempo, lanzan lo más iolentos llamamientos preconizando de hecho la guerra civil en Francia.»

«¿Se tolerará que estos incendiarios profesionales se intalen en Francia, a la que consideran la tierra prometida de la revolución mundial?»

Huelgan los comentarios. La burguesía francesa sabe dónde está el peligro y que tienen en los stalinianos los mejores adversarios de la IV Internacional, «fuerza de choque de la revolución marxista».

Información de México

El 7 de noviembre se celebró un magnífico mitin, organizado por el Frente Internacionalista Proletario, el Siniestro Sindicato Unico de la Edificación, la Central Obrera de la Casa del Pueblo junto con todos los sindicatos revolucionarios, las Juventudes Socialistas de México, la Liga Comunista Internacionalista (Bolcheviques-Leninistas, Sección Mexicana de la IV Internacional), el Partido Socialista de las Izquierdas y el Comité de Lucha contra el Alza de los Precios y la Explotación Capitalista.

Su reunión tuvo por objeto conmemorar el octubre ruso, proclamar la decisión de realizar el octubre mundial y solidarizarse con el octubre español. Entre otros oradores, citamos a los camaradas Diego Rivera, unos milicianos españoles, J.R. de la Cruz (Edificación), Luciano Galicia (F.I.R), Refugio Gómez (Recitaciones), Voctorio Muñoz, el pionero Rafael Dorauntes, Bernardo Ross (Izquierda del P.S. de los E.E.U.U.), Genaro Gómez, Rivas Cid (J.S.), Jesús Langarica, Octavio Fernández (I.C.I.). Al final, la masa obrera asistente al acto (más de dos mil concurrentes), adoptó por aclamación y voto unánime los mensajes siguientes:

  1. Al Proletariado Español: Los asistentes al mitin celebrado el 7 de noviembre en México, en la calle que lleva por nombre Javier Mina, que combatió victoriosamente a la opresión bonapartista en Europa y murió gloriosamente por la libertad de México, oprimido por los verdugos feudales, felicitan con admiración al proletariado revolucionario español, que lucha heroicamente contra el fascismo, por la revolución proletaria, por los trabajadores del mundo entero y por la humanidad futura. Para ayudar a esta lucha, nosotros prometemos hacer el máximo de presión cerda del gobierno de México, a fin de que intensifique todo lo posible el envío de armas y municiones. Nos comprometemos a ello ante la delegación de milicianos antifascistas, nuestros camaradas y hermanos de España, que honran con su presencia nuestro mitin.
  2. Al gobierno de Noruega. Mas de dos mil obreros mexicanos reunidos en mitin conmemorativo del 7 de noviembre, exigen en nombre de la civilización y del progreso humano, en nombre de la justicia elemental, que el gobierno noruego otorgue sin restricciones el derecho de asilo y la libertad de palabra y de acción legal al gran hombre, al gran revolucionario León Trotzky, perseguido por todos los dictadores, por todos los tiranos, por todos los falsificadores de la voluntad de los pueblos. Exigen para él de ese gobierno, lo que a ningún ser humano se debe negar en un país civilizado.
  3. Al Gobierno Español. Dos mil obreros mexicamos reunidos hoy 7 de noviembre, solicitan que la España que lucha heroicamente contra la barbarie fascista, rinda homenaje al enorme valor de sus combatientes proletarios, concediento el derecho de asilo, de libertad de acción y de palabra al gran revolucionario León Trotzky, en las tierras ibéricas.
  4. Al Gobierno de México. (Al presidente Cárdenas y a la Cámara de Diputados y Senadores): dos mil obreros, ciudadanos mexicanos, reunidos en mitin en el local de la calle de Mina, Nº 56, de esta capital, han adoptado por aclamación y por voto unánime la resolución de exigir al gobierno del país que, continuando por la vía iniciada con la aprobación de las masas trabajadoras revolucionarias de México, apresure y aumente los envíos de armas y municiones, hasta el máximo, para el heroico proletariado español que lucha contra la barbarie fascista y por la revolución social, haciendo un generoso sacrificio por el porvenir de la humanidad; y que en nombre de la dignidad humana, cumpliendo el deber más elemental de la justicia social y dando una prueba de civilización, otorque el derecho de asilo sin limitaciones, con libertad de palabra y de acción legal, al gran revolucionario León Trotzky, lo que honraría al México obrero.

Al final del mitin se colectaron 63 dólares para los milicianos españoles.

Proceso de Moscú. Por un contra-proceso. Francia

En París se ha formado un «COMITE DE ENCUESTA SOBRE EL PROCESO DE MOSCOU y por la defensa de la Libertad de opinión en la Revolución», que ha tomado a su cargo la preparación de un contra-proceso. Dicho Comité está integrado por las personalidades siguientes: Andrés Bretón, Felicianto Challave, Charbit, Lucía Colliard, Mauricio Dommanget, Juan Gaitier.Boisser, Goudchaux-Brunschvigg, Daniel Guerin, András Limbour, Marcelo Martinet, Jorge Michon, Pedro Monatte, Magdalena Paz, Andrés Philip, Marthe Pichorel, Jorge Pioch, Enrique Poulaille, Rosmer, Victor Serge, Wullens y Emery.

Secreatariado: Andrés Limbour, calle Juan Leclaire, Nº 11, París-17.

También el S.A.P.

«L' Humanité» del día 9 publica un llamamiento firmado por militantes alemanes de la socialdemocracia del stalinismo y del S.A.P. (Partido Obrero Socialista), para la formación del Frente Popular Alemán.

Los términos del llamamiento corresponden punto por punto a los de no importe qué otro frente popular. «Por el pan, la paz y la libertad» y «por la unión de todos los alemanes dispuestos a luchar por el derecho a la libertad». La gangrena democrática se extiende por todas partes.

No nos extraña en los socialistas y stalinianos. Tampoco en el S.A.P., conociendo su historia. Pero, ¿qué les parece a los camaradas del P.O.U.M.? El S.A.P. es su filial alemana en el Buró de Londres. Ha capitulado ante la ola democrática, desmintiendo todo su verbalismo radical.

La capitulación del I.L.P. está ya confirmada por la prensa española. Esto quiere decir que la internacional sin número, y sin principios, se desmorona. ¿Qué hará el P.O.U.M.? Su teoría del sectarismo de la IV Internacional queda bien desairada, o mejor dicho, queda en el lugar que le corresponde. Las capitulaciones del S.A.P. y el I.L.P. demuestran que la IV Internacional tenía completamente razón en su crítica hecha de dichos partidos, como la tiene también en sus críticas contra el P.O.U.M.

Saludo a Trotzky

Desde esta modesta publicación, que viene a animar a la lucha por la revolución social y la IV Internacional, enviamos un caluroso saludo al camarada Troyzky.

La persecución de que se le está haciendo objeto, es de una infamia incalificable. Toda la reacción mundial, y las burocracias socialistas y staliniana, se alían con el objetivo común de hacer la vida imposible a uno de los más grandes revolucionarios de los últimos tiempos. Nosotros, que debemos a Trotzky una buena parte de nuestra educación revolucionaria, no podemos dejar pasar esta oportunidad sin expresar nuestro odio a sus persecutores y nuestra adhesión a las ideas bolcheviques de León Trotzky.


La política anarquista

Entre la gran riqueza de experiencias de nuestra revolución, la más original e importante se realiza con la participación en la política de los elementos tradicional e ideológicamente apolíticos.

El paso de una a otra posición no es producto de la evolución ideológica alguna en la C.N.T. Hoy mismo, con varios ministros en el gobierno central y en el de Cataluña, la C.N.T. continúa afirmando su credo apolítico y su fe en esa nebulosa organización sindical de la sociedad ácrata. La F.A.I.. quintaesencia del anarquismo, no colabora ministerialmente, pero su posición respecto al poder no es irreductible. Al contrario, frecuentemente ha protestado de su eliminación de aquél.

¿Qué objetivos persigue la C.N.T. con la colaboración? Antes de participar en el gobierno central, un pleno de regionales sometió a las demás organizaciones obreras y republicanas un programa de medidas sociales que debiera haber sido puesto en práctica por una junta nacional de defensa en la que participara la C.N.T. En lo fundamental, aquel programa comprendía las medidas esenciales de la revolución social. Sin rechazarlo ni negar colaboración ministerial a la C.N.T., los stalinaianos y los socialistas demoraron la solución con toda clase de pretextos capciosos sobre el resultado que para la marcha de las operaciones militares, tendría una reforma ministerial. El programa de gobierno propuesto por el pleno de regionales, fue olvidándose a medida que la tramitación pública del asunto fue sustituida por conversaciones privadas hasta desaparecer por completo cuando la C.N.T. debuta en el gobierno. Era en los días amargos en que los fascistas llegaban a las puertas de Madrid. El gabinete se reorganizació, dando cabida a los representantes de la C.N.T., sin que nadie recordase el resultado que pudiera tener para la marcha de las operaciones, a pesar de que la situación era incomparablemente más grave.

Los trabajadores de la C.N.T. y la F.A.I. debieran reflexionar sobre este episodio. Mientras la C.N.T. condicionaba su colaboración a un programa de medidas recolucionarias, «la gravedad de la situación militar»- a 50 kilómetros de Madrid el ejército fascista- impidió su acceso al poder; cuando por una febrilidad gubernamental indisculpable, elimina toda reivindicación social, los representantes de la C.N.T. son rápidamente acogidos en el gobierno central, precisamente tres días antes de su fuga a Valencia.

Los marxistas somos partidarios de la política. No podemos condenar el acercamiento a ésta de la C.N.T. Vemos en él, por el contrario, una promesa que facilitará el triunfo de la revolución social. Pero nuestros principios y la experiencia del proletariado mundia, nos demuestran que sólo una intransigente política de clase puede salvar los temibles obstáculos que se alzan ante el proletariado. La colaboración con la pequeña burguesía o con aquellos elementos que representando a sectores obreros no son otra cosa que tentáculos, orgánica e ideológicamente, de la burguesía, es funesta para el proletariado y la revolución social. La pequeña burguesía no colabora nunca con el proletariado sin someterle antes a su dirección ideológica. El Frente Popular realizó esta sujección. La participación ministerial cambia porque en momentos de máxima gravedad social, los encargados de poner en práctica las ideas de la pequeña burguesía y defender sus intereses sean los representantes de las viejas organizaciones obreras. Desde 1914 se ha demostrado hasta la saciedad el papel de salvadores del capitalismo y traidores a la revolución social, desempeñado por los elementos de la II Internacional. La III, absorbida totalmente por la nueva burocracia soviética, recorre aún más decidida y rápidamente que aquella el camino de la traición.

La degeneración de estas dos internacional no es consecuencia de las cualidades corruptoras de la política en abstracto, sino de la política de colaboración de clases. La mecánica social del capitalismo está dispuesta de manera que las capas privilegiadas de la clase obrera, detentadoras de la dirección de las II y III Internacionales, sirvan para aplastar la revolución cuando la política de los partidos de clase de la burguesía es impotente para lograrlo.

El señuelo de la unidad ha sido siempre el vehículo de la traición, de la misma manera que ahora la «unidad de los antifascistas» está sirviendo para impedir al proletariado instaurar su poder de clase.

Los stalinianos y los socialistas, que están comprometidos con la burguesía mundial para traicionar a las masas, tienen el máximo interés en que la C.N.T. no rompa la unidad antifascista. Ello podría lanzarla a la recolución social. Por eso al mismo tiempo que denigran a los comités y motejan de incontrolados a los revolucionarios, lanzan plañideros llamamientos a la unidad y a la concordia; es decir, a la unidad y la concordia en la indecente labor de salvar a la burguesía.

Los camaradas de la C.N.T., la F.A.I y las Juventudes Libertadia, comprenden lo que se está preparando. Continuamente tratan de salvar su responsabilidad con acusaciones a los políticos y delcaraciones de recolucionarismo integral... que podrían ser útiles si su colaboración ministerial no refrendara los atracos diarios a la revolución. Ultimamente la C.N.T. ha llevado su capitulación ante el reformismo, hasta desautorizar públicamente, desde la primera plana de la «solidaridad Obrera», a las Juventudes Libertarias, lo bastante sisnceras para llamar traidor a Comorera.

Conscientemente, ¿qué ha hecho la C.N.T. desde el gobierno? Tras renunciar al programa elaborado por el pleno, sancionó la militarización, la disolución del Comité Central de las Milicias, la supresión de la vigilancia por los trabajadores armados, la creación del ejército regular, y recientemente la disolución de las milicias de retaguardia. Al mismo tiempo se ha visto comprometida en la política de la Sociedad de Naciones, que impide la solidaridad internacional del proletariado; complicada en la expulsión del P.O.U.M. de la Generalidad, que tenía un carácter reaccionarios y empieza a sentirse influida por el patriotismo con que las esferas oficiales pretender ahogar el carácter revolucionario, antipatriótico, de nuestra guerra civil.

Por este camino nos vamos a encontrar con una acracia llena de campos de concentración.

La experiencia de la colaboración anarquista, ratifica de la manera más brillante el concepto marxista del estado y su papel en la revolución social. Son dejar de agrupar a las masas más revolucionarias y combativas de España, que dirigidas por un partido verdaderamente marxista habrían desencadenado ya la revolución social sobre Europa, la C.N.T. ha servido, sin embargo, de punto de apoyo a la obra contrarrevolucionaria de socialistas y stalinianos.

Enfrentada con los grandes problemas de la guerra civil, ignorando el valor del estado y con un gobierno de Frente Popular en el poder, los líderes anarquistas se desorientaron, creyeron que el gobierno haría la revolución, sintiéndose desairados en su aislamiento apolítico y solicitaron a toda prisa y a cualquier precio un puesto en la dirección del país. Si se hubieran planteado el problema del poder desde el punto de vista revolucionario, lo habrían supeditado a la realización de un programa completo de expropiación de la burguesía, los banqueros y los terratenientes; a la revolución total del aparato burocrático y a la creación de los organismos básicos del poder político proletario. Pero pese a sus magníficas intenciones, los apolíticos han caído siempre en la política oportunista. Como ignoran lo que es un poder revolucionario, ignoran también lo que es un poder pseudorevolucionario. Son incapaces de organizar aquél, pero éste los atrae fácilmente con cualquier añagaza de unidad y sacrificio, aunque se trate del sacrigicio de la revolución a la unidad de los antifascistas.

De cualquier manera, esperamos que los trabajadores cenetistas no harán en balde esta experiencia política; en que las aventuras del apoliticismo y las soluciones reaccionarias que la política reformista y pequeñoburguesa está dando a los problemas de la guerra civil y la revolcuión, servirá para dar libre curso a una política bolchevique entre los trabajadores de la C.N.T. En este sentido trabajaremos infatigablemente hasta lograr que el espíritu revolucionario de los trabajadores influidos por el anarquismo encuadre en la política de clase que alcance el poder político del estado proletario.

A. IZQUIERDO.

ES PROBABLE QUE LA PRÓXIMA GUERRA, EN UNA MEDIDA INFINITAMENTE MAYOR QUE HASTA AQUÍ, SE COMBINE CON DIVERSAS FORMAS DE LA GUERRA CIVIL

(TROTZKY, 1924).

El congreso de las Juventudes Socialistas Unificadas

Al cabo de seis meses de guerra civil, los jóvenes unificados se reúnen en el congreso, no para tratar los problemas de la revolución, sino los de la contrarrevolución.

Durante estos seis meses, no se les ocurrió celebrar ninguna asamblea que impulsara la revolución social. Aguardaban agazapados el momento de abalanzarse sobre ella. El cansancio natural de las masas, producido por la crudeza de la guerra civil, en cuyo camino no han encontrado más que obstáculos por parte de las grandes organizaciones, ha preparado el terreno para que los Carrillo y demás traidorzuelos crean llegado el momento de descubrir sin recato sus intenciones de dar a la situación una salida burguesa.

El congreso ha tenido dos objetivos fundamentales: cortar toda ilusión revolucionaria de las masas juveniles que siguen a los burócratas socialistas y stalinianos y dar al imperialismo franco-británico la garantía de que las Juventudes Socialistas Unificadas perseguirán a los revolucionarios situados dentro o fuera de sus filas con la misma energía que Blum o Baldwin.

¿Problemas del ejército rojo, la dictadura del proletariado, la socialización de la economía, la transformación de la guerra imperialista en la guerra civil? Esto es sectarismo trotzkysta. El congreso no admitió otra realidad que consumar una de las traiciones mayores que conoce la historia.

En este aspecto, el discurso de Carrillo es verdaderamente nauseabundo. Convendio del espíritu revolucionario que anima a los trabajadores españoles, lo que constituye una fuente de recelos para las «democracias», siente la necesidad de convencerlas de la realidad de su traición. Tras de negar a las juventudes unificadas todo propósito revolucionario y carácter marxista o de clase, agrega: «Conste que no hacemos una maniobra».

Los revolucionarios lo sabíamos desde hace tiempo. Cuando Carrillo ha maniobrado siempre ha sido contra el proletariado. Se trata, efectivamente, de maniatar al proletariado y entregárselo a la burguesía. Sin quererlo, Carrillo ha prestado un buen servicio a la revolución. Ningún trabajador revolucionario que haya escuchado o leído su discurso dejará de reconocer en él un lacayo de la burguesía nacional e internacional.

Como traición, el conreso es de una claridad terminante. De ahora en adelante, solo los imbéciles o los vendido podrán estar de acuerdo con los dirigentes unificados. Forzosamente tienen que abrirse grietas en la organización juvenil, que es preciso orientar hacia la revolución. las J.S.U. han pasado a ser una organización burguesa. La bandera de la revolución proletaria debe agrupar a la juventud trabajadora con tanta mayor facilidad cuanto más monstruosa es la traición de aquella organización.

JOSE MENDEZ

En un llamamiento del Partido Comunista Italiano, publicado en «Stato Operario» en agosto de 1936, aparece el siguiente párrafo, que ofrecemos a los trabajadores que aún creen en el stalinismo, como una muestra de la «flexibilidad» política del Frente Popular:

«¡PARA SALVAR A ITALIA ES PRECISO RECONCILIAR AL PUEBLO ITALIANO!»

¡PUEBLO ITALIANO, FASCISTAS DE LA VIEJA GUARDIA, JOVENES FASCISTAS!

LOS COMUNISTAS HACEMOS NUESTRO VUESTRO PROGRAMA FASCISTA DE 1919, QUE ES UN PROGRAMA DE PAZ, DE LIBERTAD Y DE DEFENSA DE LOS INTERESES DE LOS TRABAJADORES. NOSOTROS OS DECIMOS: LUCHEMOS TODOS UNIDOS POR REALIZAR ESTE PROGRAMA


«ABAJO LA DEFENSA NACIONAL». «EN SOCORRO DE LOS OBREROS ESPAÑOLES QUE LUCHAN CONTRA EL FASCISMO». «POR LA NAVIDAD ROJA DE LOS NIÑOS ESPAÑOLES».

Pancartas decorativas de la sala donde se celebraba el 3er. Congreso de la Juventud Socialista Revolucionaria de Francia, (IV Internacional), del que informaremos en el próximo número.


  1. «L'Humanité», en tonos lacrimosos, reclama que se limpie el ejército de fascistas. ¿Y qué precio tienen estas súplicas? Votar los créditos para el sostenimiento de los oficiales, pactar una alianza con Daladier y con el capital financiero, confiar este ejército a Daladier. Hacer estos y, al propio tiempo, reclamar que este ejército, completamente capitalista, sirva al «pueblo» y no al Capital, significa, o bien hacer caído en la completa idiotex, o bien engañar conscientemente a las masas trabajadoras.