Boletín

De la Sección Bolchevique-Leninista de España (IVª Internacional) Nº2, Barcelona, febrero de 1937 | Precio: 0.50 Pts


El nuevo proceso de Moscú

«Este cocinero (Stalin) no nos preparará más que platos picantes» (Lenin sobre Stalin, 1921).

«Wolodia (Lenin) decía de Stalin: le falta la más elemental honradez» (Krupskaia a Trotzki, en presencia de Zinoviev y Kamenev).

«No entréis en negociaciones con Stalin, porque establecerá un compromiso falso y engañará». (Lenin a Trotzki, por intermedio de Fotieva, su secretaria en 1923).

«Stalin es demasiado brutal... » Propongo nombrar a un hombre que sea "más paciente, más leal, más cortés y atento con los camaradas, menos caprichoso" etc.» (Testamento de Lenin).

«Evidentemente, vamos -escribe Sedov en el "Libro Rojo" en octubre de 1936- hacia un nuevo proceso. Sus contornos empiezan a dibujarse. La acusación calumniosa de "terrorismo" debe ser completada por las de "complot militar" y "espionaje". Determinados síntomas dejan entrever que es alrededor de estas acusaciones como se levantará el nuevo proceso». (Pág. 122).

Estos síntomas no fueron engañosos.

De nuevo un buen número de viejos bolcheviques acaban de ser ejecutados en el patio o el sótano de una prisión de la Gepeu. ¿No quedó saciada la sed de venganza de Stalin-Calígula con los asesinatos legales del mes de octubre último? ¿O es que sólo empieza la ejecución en masa de los bolcheviques? Entre las decenas de millares de bolcheviques encarcelados, deportados, «concentrados» en campos o en aisladores políticos, ¿cuántos deberán aún entregar sus vidas en el altar de la contrarrevolución staliniana? ¿Cuántos fusilamientos de bolcheviques de «segunda importancia» han ocurrido a través de la U.R.S.S. y de los cuales nada sabemos?

Seguramente, la tragedia comienza ahora. No es tiempo aún de reconocer quiénes serán los vencidos y quiénes los vencedores. Esto sólo puede decidirlo la lucha revolucionaria del proletariado mundial. Mientras los bolcheviques-leninistas de todo el mundo luchan por la revolución social, formando en vanguardia por la solidaridad activa de la clase obrera mundial al proletariado español, el stalinismo se engolfa con los trapisondistas del imperialismo, e inicia el exterminio físico de los viejos compañeros de Lenin, dando a la burguesía mundial el grito de alarma contra los trotzkistas.

Entre otras cosas, los procesos de Moscou quieren sugerir a las «democracias» burguesas una enconada persecución contra los bolcheviques-leninistas en lucha por la revolución proletaria en sus respectivos países. En el mes de septiembre último, el secretariado por la IV Internacional advertía públicamente a los camaradas;

«Es indudable que actualmente la GEPEU trabaja en una vasta empresa de provocación para trasplantar los métodos básicos empleados por ella en la U.R.S.S. al resto del mundo» (S.I.P. 27-9-35).

La propia investigación del fiscal Vichinski, dice: «Es importante no sólo para nuestro país, sino para todos los estados, que, con nosotros, trabajan por el movimiento de la paz del mundo». ¿Quién nos garantiza que un buen día la U.R.S.S. no considerará que el propio imperialismo alemán trabaje «por la paz del mundo»? ¿No acaba de reconocer la diplomacia staliniana a Alemania e Italia, el derecho de vigilar las costas españolas, «en interés de la paz»? ¿No es éste acaso el principio de una alianza mundial contra la revolución proletaria? Ninguna contestación mejor que los aplausos o el acogedor silencia con que la burguesía mundial ha presenciado los asesinatos jurídicos de Moscou.

No hay la menor duda de que si en el recinto de las fronteras rusas, Stalin con su gigantesca clientela burocrática, tienen demasiadas cosas que temer y que perder, como razones para entregarse a la más bestial de las persecuciones contra los hombres que por su historia están más ligados a las masas, que pueden servir al proletariado de aglutinante contra la burocracia y la aristocracia obrera, en el orden internacional, la burguesía, que no se conforma con palabras, tiene también su parte en el asunto. Aliarse con un país que hizo la revolución social y disfrutó la dictadura del proletariado, no puede hacerlo la burguesía sin obtener firmes garantías.

Los cuerpos de Zinoviev, Kamenev, Muralov, Piatakov, etc., convencerán a la burguesía de que Stalin y la I.C. son enemigos irreductibles del bolchevismo y la revolución mundial. Cualquier país que escojamos servirá de prueba terminante. ¿Qué trabajador consciente no reconocer en los stalinanos españoles a los capeones de la burguesía? Para justificar su crimen, el stalinismo acusa a los trotzkistas de enemigos del socialismo; pero en España, esto es, en la viva realidad de una revolución en marcha, son los stalinianos quienes luchan contra la socialización, contra los comités obreros, por desarmar al proletariariado y restituir a la burguesía los jirones de Poder que el proletariado supo arrancarle a costa de tantas luchas. El poder de la prensa staliniana, entregada a calumniar y perseguir a los bolcheviques, es mucho, pero no podrá impedir que los trabajadores vean alzarse entre ellos y la revolución el brazo monstruoso de la burocracia rusa al servicio de la contrarrevolución.

En el andamiaje de estos procesos, que sólo vistos en conjunto, «a grosso modo», se revelan ya como un gran embuste, hay detalles que dejan entrever las influencias concretas que han intervenido en su montaje. Mientras que en el proceso del mes de agosto los acusados eran culpables de haber trabajado al servicio de los fascismos alemán, nipón y polaco, esta vez los acusados, considerados como cómplices de los otros, no son puestos en relación con Polonia. La explicación es sencilla, En tanto, el viaje del general Rydz-Smigly a París fue devuelto por el general Gamelin a Varsovia y Francia concede a Polonia un crédito de guerra de 1.300 millones. Este crédito fue votado por el P.C. francés aunque su cofrade polaco es ilegal, miles de sus miembros están en prisión, y el imperialismo polaco no haya abandonado del todo sus planes anti-rusos. Advirtamos además que los acusados no han sido puestos en connivencia con el fascismo italiano. Es del propio P.C. italiano quien hace suyo el primitivo programa fascista1. Stalin no quiere enemistarse con Mussolini hasta que desaparezcan todas las posibilidades de convertirlo en su aliado.

La acusación de criminales contra los viejos bolcheviques, tiene aún un sentido más profundo. Stalin procura que las masas se digan: ¿Los compañeros de Lenin son criminales? ¿Entonces, Lenin mismo, no fue criminal? ¿Toda la revolución de octubre no fue un crimen? ¿No hay que reemplazarla por la contrarrevolución staliniana?

«La burocracia de Stalin se halla ante graves problemas interiores y exteriores que le obligarán a tomar decisiones de las que toda la población de la U.R.S.S. sentirá las consecuencias. Estas decisiones acentuarán el descontento en las fábricas y el campo. Alrededor de los que desempeñaron un papel en la revolución de octubre, pueden agruparse todos los descontentos a la menor ocasión. He ahí por qué es necesario suprimirlos». («Spartacus» Bruselas, 10-10-36)

Con mayor razón «Stalin quieren la cabeza de Trotzki, hacia quien tiene todo lo que queda de revolucionario en la U.R.S.S.» (Sedov, obra citada, Pág. 123).

La burocracia y su jefe infalible, Stalin, son vistos cada vez más claramente por las masas obreras como enemigos del proletariado y la revolución. La ley de prohibición del aborto, el restablecimiento de uniforme y el principio de autoridad en las escuelas, la jerarquización del ejército y, lo que ya toca las bases sociales, el restablecimiento del derecho de herencia y la parcelación de la tierra sobre la base de los koljoses, a los que reconoce la propiedad sobre la tierra, el ganado y sus productos, llevan ya las depredaciones, tropelías y malversaciones de la burocracia hasta un lindero que amenaza liquidar la socialización de la producción, principal de las conquistas de octubre. El descontento de la gran masa de trabajadores que no son funcionarios del Estado, del partido, los sindicatos o stajanovistas con sueldos enormes, crece por momentos y está perfectamente localizado contra la burocracia. Stalin necesita cortar el descontento mediante el terror; pero al mismo tiempo trata de presentar a los trotzkistas como seres infernales, enemigos del socialismo, espías, terroristas, ladrones, aliados del fascismo, sadistas que descarrilan trenes y provocan explosiones de gas grisú por el placer de matar trabajadores. Así procura Stalin provocar un sentimiento de repugnancia de la clase trabajadora hacia su vanguardia revolucionaria, los bolcheviques-leninistas rusos.

Discriminar toda esa amalgama, inconcebible a fuerza de perfidia, no nos toca hacerlo aquí. Pero toda la construcción se desploma revisitando sólo a los personajes que intervienen en el proceso. Veamos:

Radek - Nacido en 1883. Militante marxista revolucionadio, de origen polaco, desplegó gran actividad en los partidos socialdemócratas polaco y alemán. Perteneció, con Rosa Luxemburgo, a la izquierda de la social-democracia alemana agrupada en torno al Arbeiterpolitik de Bremen. Expulsado de Alemania, marchó a Suiza. Durante la guerra combatió el patriotismo y la unión sagrada, habiéndole negado la entrada en Rusia el Gobierno provisional de Kerenski a principios de 1917, se instaló en Estocolmo, donde sirvió de punto de unión entre el partido bolchevique y los internacionalistas (muy borroso). Miembro del partido bolchevique desde octubre de 1917, participó en todas las luchas de la revolución rusa. Detenido en Berlín después de enero de 1919 por el gobierno de Scheidemann. Ejerció gran influencia en la I.C. y en el P.C. de la U.R.S.S. Uno de los líderes de la oposición trotzkista. Excluído por el XV Congreso en 1927. Después, «reconoció» sus errores y abandonó la oposición.

Muralov. Previos someros estudios de agronomía, se convirtió en militante profesional y participó en Moscoy en la revolución de 1905. Tras dos años de prisión, fue absuelto. Soldado en una compañía de equipos de automóviles, puso sus frecuentes viajes al frente al servicio de la propaganda del partido. La revolución de octubre le halló en Moscou, donde dirigió los ocho días de combates encarnizados que terminaron por la victoria de la insurrección. Trotzki ha dicho de él que «fue un intrépido mariscal de la guerra revolucionaria». Después de la victoria sobre los blancos, fue nombrado primer comandante de la circunscripción militar de Moscou.

Piatakov. Viejo bolchevique, miembro del C.C. y comisario adjunto del pueblo para la industria pesada. Uno de los cindo hombres favorablemente mencionados en el testamento de Lenin.

Serebriakov. Predecedor de Stalin en el puesto de secretario general del P.C.

Sokolnikov. Uno de los dirigentes de la guerra civil, miembro del C.C. y creador del tchervonietz, primera moneda soviética de curso estable. Embajador de la U.R.S.S. en Londres.

Vichinski. El fiscal, pequeño abogado provinciano de tipo filisteo. Menchevique en 1905. Hay un vacío en su biografía oficial entre 1907-1920. Durante la revolución de 1917, menchevique de derecha. No entró en el partido bolchevique hasta después de la victoria de la guerra civil. Siempre fiel staliniano.

Saslauski. Comentador del proceso en la Pravda. En 1907 escribía en el periódico bancario «Djen» (El Día). El más encarnizado enemigo de los bolcheviques. En aquella época acusó a Lenin, Troyzki y otros, de estar al servicio del Estado Mayor alemán.

Quienes no ven en los métodos de Stalin contra los oposicionistas, otra cosa que la continuación de los de Lenin contra los adversarios del bolchevismo, como los camaradas anarquistas, se engañan gravemente. En 1922 el proceso de los socialistas revolucionarios, que fueron verdaderos terroristas actuando en los momentos más críticos de la revolución, fue público y los representantes de la II Internacional, entonces enemiga encarnizada de la U.R.S.S., como los propios acusados, fueron invitados a presenciarlo. A pesar de que las pruebas irrefutables de su culpabilidad fueron aportadas, todos salvaron la vida. Y cuando el mando del Ejército Rojo se sirvió de la pena de muerte, fue contra los desertores y emboscados. Entre ellos había varios anarquistas, pero la gran mayoría de éstos se aliaron a la revolución de octubre. La dictadura del proletariado, si se aplica en primer término contra el enemigo de clase, se utiliza también contra los elementos retrasados, inconscientes o desmoralizados, de la clase trabajadora. El terror leninista fue un terror rojo; el de Stalin es terror blanco

Pero, si el régimen staliniano no es la dictadura del proletariado, ¿es que se ha rehecho el capitalismo en Rusia? Y si no es así, ¿qué clase de sociedad es aquélla? La única contestación firme que se puede dar por ahora, es que en la U.S. priva el dominio desmandado de la burocracia y la aristocracia obreras, alimentadas por los incalculables privilegios económicos que se traslucen a través de la escala de sueldos, de 100 a 10.000 rublos mensuales y ejerciendo un monopolio político sobre el Estado que da a éste los caracteres de una de las tiranías mejor organizadas que conoce la historia.

La supresión de la gran propiedad privada, base de la revolución y de todas las conquistas de Octubre, perdura aún. No obstante, el problema no puede quedar resuelto con esta constatación. Sobre la propiedad y el Estado sobre todos los organismos soviétivos, está encaramada la burocracia, y esta fuerza conservadora, que en primer término impidió al proletariado ruso obtener todos los beneficios económicos y políticos del progrso industrial, entra en colisión con el desarrollo normal de la revolución. Hasta un límite que ya parece alcanzado, la burocracia y la socialización se desarrollaban paralelamente. La introducción del derecho de herencia y la propiedad de grupo en el campo, demuestra que la burocracia y la revolución son intereses totalmente opuestos: demuestra que no hay posibilidad de continuar sobre el camino de Octubre rojo, sin derrocar a la burocracia.

El daño inmenso que esta capa usurpadora ha infligido a la revolución es claramente perceptible así en Rusia como en todos los países. Se cuenta por decenas las derrotas sufridas por el proletariado mundial a causa de la burocracia.

En el caso de España, la traición alcanza proporciones exorbitantes de las que no se salvará ni la propia burocracia, si no es que antes el proletariado frustra sus propósitos. Ya está demistrado por varios meses de lucha, que la ayuda material prestada por la Unión Soviética no es es suficiente para triunfar. Sin embargo, la misma ayuda cuantitativa, prestada no a república democrática sino a la revolución social, nos salvaría sin duda de ningún género: porque lo que está impidiendo el triunfo sobre los fascistas es la mordaza puesta a la revolución. Y esta mordaza, que extiende por toda Europa, se amarra fuertemente en Moscú.

No es en vano que los mismis que en Rusia asesinan a los bolcheviques que dirigieron la revolución, defienden en España el parlamento y la democracia con ardor de propietarios. La burocracia sabe que si por la derecha su enemigo es el fascismo, por la izquierda lo es la revolución. Está contra uno y contra otra. He ahí la razón del antifascismo, que traducido al lenguaje de Marx, quiere decir: teoría y práctica de los pequeño-burgueses.

Pero la burocracia misma es incapaz de preveer y controlar los resultados de su propia política. Entre los revolucionarios es axiomático que pretender neutralizar la revolución y la contrarrevolución, equivale siempre a hacerle el juego a esta última. En la arena mundia, Rusia sigue siendo el país de la revolución, un grave obstáculo para el capitalismo: pero la burocracia, que no quiere ni puede luchar revolucionariamente, pone en gravísimo riesgo la revolución mundial y la propia existencia de la U.R.S.S. Una y otra encontrarán su salvación en la lucha independiente del proletariado contra el capitalismo y contra la burocracia, que impide aquella lucha.

Los procesos de Moscú indican hasta dónde la burocracia está dispuesta a llevar su lucha contra la revolución. Trotzki, que conoce bien la significación política de los «misterios» rusos, ha declarado estar dispuesto a entregarse a la policía soviética, a condición de que Stalin se comprometa a comparecer ante una comisión de encuesta interncaional. Los trabajadores de todo el mundo, al mismo tiempo que exigir la formación de esta comisión, deben perseguir implacablemente la política de la revolución proletaria. Sólo el triunfo de ésta, podrá vencer definitivamente al fascismo, al capitalismo y a la burocracia.

Editoriales

Todo el poder para el Gobierno

Animada por las organizaciones que sostienen al gobierno; es decir, por el gobierno mismo, se ha celebrado en Valencia una manifestación bajo las consignas de ritual: disciplina, movilización, mando único y la curiosa cuanto sintomática exigencia de «Todo el poder para el Gobierno».

Largo Caballero pidió a los manifestantes hechos en lugar de palabras, asegurándoles que para lograr la disciplina «el gobierno, aunque le repugna, tendrá que imponerse».

«Todo el Poder para el Gobierno», ¿No lo comprendéis claramente, trabajadores que aún confiáis en el Frente Popular? La parte del Poder que aún no posee el gobierno, la que quiere tener también entre sus manos, radica todavía en vuestros comités, en las organizaciones de base del proletariado que en lugar de «salvar a España» quieren salvar la revolución. Son los restos de la dualidad conquistada en julio lo que se pretende liquidar. El gobierno representa la continuidad del polo burgués: los comités y las organizaciones obreras, cuyo desarme también pidió la manifestación gubernamental, representan el polo embrionario del Poder obrero. Sin exageración, la consigna debe desdoblarse así: «Abajo el Poder obrero y Viva el Gobierno burgués».

Es a causa de ello que «el gobierno, aunque le repugna, tendrá que imponerse». Imponerse contra la burguesía es cosa que -no sin ciertas dudas- aun creemos que no repugna al gobierno, o de lo contrario que lo diga. ¿Entonces, por qué y contra quién se verá obligado a utilizar la violencia? Evidentemente, contra el proletariado.

La campaña que en pro de las consignas enarboladas por la manifestación se sostienen desde hace meses, está basada en la necesidad de acabar con la desobediencia y las iniciativas aisladas. Cuando éstas existen en una escala e insistencia tan tozuda que el gobierno ha sido incapaz de canalizarlas en siete meses, mientreas pretende representar los intereses de las masas, no cabe duda que la desobediencia y las iniciativas privadas son un fenómeno social priducido por la disconformidad general de los obreros y combatientes frente a las medidas del gobierno. De ser éstas revolucionarias, el gobierno solo tendría que imponerse a los enemigos del proletariado.

Sabemos que inventarán toda clase de subterfugios para no confesar que son un gobierno burgués más. Nosotros repetimos con Lenin:

Quien leyendo a Marx no haya comprendido que en la patria capitalista, en no importa qué momentos de tensión o qué importante choque entre las clases, no es posible más que la dictadura burguesa o la del proletariado, no ha comprendido nada de las enseñanzas políticas y económicas de Marx. (Lenin, 1919)

Que los trabajadores vean lo que significa «Todo el Poder para el Gobierno».

Anarquistas en el Poder

Nadie hubiera creído hace solo un año que algún día habría una nutrida representación anarquista en el Gobierno de la República española, cuyos partidos sostenedores, según la expresión de «Solidaridad Obrera» del día 19, patrocinan «la táctica lamentable encaminada a escamotear la revolución».

«Solidaridad Obrera» no nos explica, como sería natural después de tanta franca y verdadera confesión, en qué forma pueden compatibilizarse aquella tendencia de los partidos gubernamentales y la presencia en el Poder de varios líderes anarquistas.

Aunque «Solidaridad Obrera» calla, todo el mundo sabe que los ministros anarquistas no son lo más remisos en reclamar una sola voluntad, la de ganar la guerra, y que en la práctica, aunque la prensa confederada y las masas revolucionarias de la CNT defiendan la simultaneidad de guerra y revolución, la colaboración anarquista se traduce en la separación, mejor dicho, en la eliminación cada vez más tangible del segundo factor.

Aunque con insistencia los anarquistas han aceptado gradualmente todas las realizaciones conservadoras propugnadas por stalinisanos y socialistas. ¿Creen acaso los camaradas ácratas que el decreto prohibiendo la filiación sindical o la política a la Guardia Nacional de Seguridad, el proyecto de control sobre costas y fronteras y la anulación de los comités obreros son una garantía de la revolución?

Esto es contribuir a separar la guerra de la revolcuión, es ayudar al fraude que se está consumando.

Estamos seguros de que en su fuero interno, todos los revolucionarios cenetistas nos darán la razón. ¿Se trata por ello de que la CNT vuelva a su tradicional apolitismo? Esto alteraría la forma pero no los resultados negativos para la revolución. Lo decisivo para esta y para la CNT, es disipar todas las ilusiones de la revolución. La quiebra del apoliticismo es de una evidencia que nadie se atreverá a negar. Ante la presión formidable de la revolución el anarquismo se vió obligado a participar directamente en la política. Este solo hecho ya constituye una reacción positiva. El mal empieza en el punto en que los prejuicios sindicalistas, de un economismo primitivo, impiden a la CNT comprender la diferencia entre un gobierno Kerenskista y otro proletario; es decir, en el punto en que, aceptada la intervención política, la CNT va a reformar un estado que se derrumba, en lugar de darle el golpe de gracia y substituirlo por el Estado revolucionario del proletariado. Sin comprender esto, toda la buena fe y los propósitos revolucionarios serán vanos. Sobre la base del Estado capitalista, es imposible construir nada revolucionario. Órganos propios y genuinos de una política propia es lo único que puede garantizar el triunfo de la revolución y de la guerra. Que los camaradas cenetistas procuren substituir las palabras por los hechos.

El POUM y el trabajo político en el Ejército

Todas las organizaciones han disfrutado militarmente de una libertad envidiable por lo propicia para demostrar la diferencia orgánica, la disciplina y las capacidades combativas entre las milicias entregadas a las organizaciones del Frente Popular y las dirigidas por una organización revolucionaria.

Ha habido, en efecto, durante estos meses, la oportunidad de organizar fuertes contingentes de milicias que imbuidas del espíritu político de la revolución y enérgicamente estructuradas, representaran como una vanguardia del futuro ejército rojo y una fuente de experiencias y prestigio para el partido que hubiera sido capaz de hacerlo. En todos los aspectos, lo repetiremos, no ha faltado la independencia necesaria.

Pero es precisamente en el dominio militar donde hasta muy recientemente apenas existían diferencias entre las diversas organizaciones. Milicias del POUM, de la CNT, stalinistas o republicanas se confundían por su semejanza, a pesar de que oficialmente el POUM sustente ahora el criterio del ejército rojo y el del ejército republicano los stalinianos y adláteres.

Aquel criterio del POUM, con la firme voluntad de practicarlo en su radio de acción, le habría rendido brillantes éxitos militares y los más extensos beneficios políticos para el y para la revolución. Pero el centrismo político tiene continuamente destellos casi revolucionarios y realidades grises que aparecen tristemente apenas entra en contacto con la realidad.

En la práctica la vida política de las milicias del POUM es casi nula: la burocratización de los mandos se manifiesta por los privilegios irritantes y no faltan con frecuencia secuaces de una disciplina cuyo sentido revolucionario ignoran, que amenazan con graves penas a los milicianos que no se resignan a la inactividad política.

Desgraciadamente esto ha ocurrido como regla general y se prolonga después de la Conferencia miliar de Lérida, el párrafo cuarto de cuya resolución reconoce que el «trabajo en el Ejército reviste un carácter fundamentalmente político».

Se equivocan quienes opinan que esta situación es causada por defecto de organización o incapacidad personal de los responsables militares. Fue la colaboración política lo que indujo al POUM a sacrificar una parte del contenido de clase de sus propias milicias. Una vez arrojado de la Generalidad inicia un virage a la izquierda cuyas consecuencias prácticas aun no se aprecian. A pesar de la resolución de la Conferencia militar de Lérida, todo trabajo político y éxito organizacional en las milicias se halla dificultado para el POUM por la confusión general con que se aborda el problema del ejército.

En un próximo número de nuestro Boletín trataremos extensamente este problema, en relación con el mando único y la disciplina. La libertad política y el contenido político reconocido por el POUM al Ejército, deben aprovecharse para eliminar el burocratismo, construir comités de combatientes que, llegado el momento, sumen la suya a las representaciones de obreros y campesinos, base del poder político del proletariado.

Peligro de guerra y peligro de paz

Por vez primera en la historia del movimiento obrero, la guerra civil ha estallado, en España, «en medio de la mayor tranquilidad», independientemente de una guerra imperialista; el imperialismo no consiguió esta vez aplazarla apresurando el desencadenamiento de la guerra imperialista. A pesar de todo, el peligro de la transformación de la guerra civil en imperialista subsiste y aumenta. Desde luego es posible que la guerra continúe en España sin perder su carácter civil, mientras la guerra imperialista estalla en otros países.

En 1924, Trotzki escribía: «No cabe duda que la próxima guerra combinará con diferentes formas de guerra civil en medida imcomparablemente más amplia que hasta el presente» (Problemas de la guerra civil). En la última guerra imperialista ya vimos la guerra de independencia de Serbia contra Austria y la guerra revolucionaria de los bolcheviques contra Alemania desarrollarse paralela a la guerra totalmente reaccionaria de la Entente contra los imperios centrales.

La cuestión de saber si la guerra civil española podrá seguir manteniendo su carácter progresivo, caso de una conflagración imperialista en Europa, tiene que ser planteada en términos completamente generales; muy otra es la des saber si efectivamente lo conservará: la solución del problema depende de quién asuma la dirección de la guerra en España. Si, como en el mes de julio y siguientes, el proletariado vuelve a tener la iniciativa, la cuestión está resuelta; mas para esto es necesaria una nueva insurrección victoriosa del proletariado, que de, sino la totalidad cuando menos la preponderancia en el poder del Estado.

La guerra nacional fue progresiva solamente cuando estuvo ligada a la revolución democrático-burguesa; la burguesía española, desde hace mucho tiempo es una clase enteramente reaccionaria. Actualmente la burguesía republicana no sólo no dirige la guerra sino que en la práctica sabotea y boicotea cuanto puede la guerra que el proletariado hace al fascismo. Solamente éste y el proletariado revolucionario han impedido al Frente Popular llevar a la práctica sus numerosas tentativas de hacer un armisticio, de cerrar un compromiso traidor. La burguesía española, por su parte, está dispuesta a cualquier concesión a Hitler y Mussolini, pero su eventual capitulación no se determinará en Valencia, donde en general nada se determina, sino en París y Londres. Entregada durante decenios a la dependencia directa del imperialismo franco-inglés, interesado por los recursos económicos de España y sus posiciones estratégicas, que le ha garantizado sus rapiñas coloniales y dado el dinero para montar su industria bélica «neutral», la burguesía española ha encontrado ahora su principal apoyo contra el proletariado revolucionario en la Sociedad de las Naciones.

La próxima guerra imperialista, lejos de disminuir, aumentará la presión del imperialismo internacional sobre la burguesía española. Los más importantes medios de producción y cambio estarán concentrados en manos del Estado; éste a su vez depende de la diplomacia financiera franco-inglesa que quiere impedir al capital italo-alemán controlar lo más importantes recursos económicos del país y está dispuesto a interesar materialmente a la burguesía española en una guerra anti-hitleriana concediéndole empréstitos internacionales y territorios ya conquistados por el imperialismo italo-alemán, cuya restitución pacífica es una utopía.

La victoria de la contrarrevolución en julio hubiera llevado también a la concentración del capital español, a la instauración de un capitalismo de estado y a una consolidación de las posiciones del capitalismo internacional; toda nueva guerra imperialista conduce a una mayor hegemonía de los grandes estados imperialistas sobre los capitalismos vasallos: la frase de «independencia nacional» tan cara a los stalinianos, es una pura charlatanería.

La falta de un movimiento revolucionario en Francia y la victoria amenazante de la contrarrevolución en España, han hecho de nuevo inminente el peligro de guerra imperialista. Esta significaría la liquidación completa del carácter progresivo de la guerra actual, la unificación de los dos campos de la burguesía, -cuyas contradicciones son sólo tácticas respecto a la actitud del proletariado- mediante la firma de un armisticio al que seguiría la fusión del ejército, de la policía y del aparato del Estado, que ni aquí, ni del otro lado está destruído.

La burguesía republicana fue puesta en movimiento contra el fascismo por la presión del proletariado; un recrudecimiento de la guerra, por las medidas a tomar (organización del ejército, municionamiento, plan de ataque) pondría a éste en contradicción con el gobierno burgués, desencadenando una nueva ofensiva proletaria en el interior en la que las experiencias de siete meses de revolución pesarían, aún en el caso de un reagrupamiento incompleto de los partidos, (reforzamiento del POUM). Por esto el imperialismo, cuyas contradicciones no bastan para deshacer su colaboración contra la revolución española, preparaba al mismo tiempo la ofensiva militar del fascismo y el estrangulamiento de la revolución, en cuya tarea se encuentra favorecido por la política contrarrevolucionaria de la II y la III internacionales y por la actitud vacilante de los anarquistas, y a la que la burguesía española se dedicará con júbilo. El proletariado español no puede resistir mucho tiempo la fuerza unida de la burguesía española y del imperialismo, y menos aún faltándole un partido revolucionario de masas y por ende el poder político; no puede por lo tanto salir victoriosa la revolución española sin la revolución internacional. Este factor, inoperante por ahora, sería indudablemente acelerado caso de una intervención contrarrevolucionaria directa de Francia, Inglaterra, etc. En la próxima fase de la guerra, cuyas eventualidades sería vano querer analizar en detalle, la lucha militar contra el imperialismo y la lucha política contra la reacción interior están absolutamente subordinadas a la acción implacable contra la intoxicación del movimiento obrero y por una política independiente.

Los bolcheviques tenemos por norma decirle al proletariado la verdad en todo momento. Poniéndose al nivel de los tan vituperados «políticos», los líderes actuales de la CNT-FAI, en nombre de la cordialidad antifascista olvidan combatir sistemáticamente a los representantes de las dos internacionales contrarrevolucionarias, que por el momento dirigen la política de la España republicana y cuyo objeto, en España como en los demás países, es apoyar a la burguesía en el mantenimiento de una paz contrarrevolucionaria. La Internacional Comunista, especialmente, nacida al calor de la transformación de una guerra imperialista en guerra civil, cifra hoy todos sus esfuerzos en convertir la revolución proletaria en guerra imperialista.

Este y no otro es el significado de la campaña contra la CNT y el POUM, sin que esto signifique por otra parte que ambos partidos puedan verdaderamente garantizarnos contra la guerra imperialista.

La posición fluctuante de la primera está explicada por la tradicional incomprensión de los anarquistas respecto a la revolución proletaria, el imperialismo, la guerra imperialista y la guerra civil, cuyo significado de clase no han asimilado. El imperialismo de la Sociedad de las Naciones hasta nutre esperanzas de que el ala derecha de la CNT llegue a formar parte de su alianza guerrera; por esto empuja por medio de sus agentes reformistas la fusión sindical de la CNT con la UGT -completamente dispuesta ya a «combatir por la libertad y la democracia»- que reforzaría considerablemente esta a la derecha. Esta falta tan lamentable para el proletariado, de principios políticos por parte de la CNT, ha llevado a esta a envanecerse de haber encontrado, antes que nadie la consigna de «guerra de independencia nacional», a ver el acontecimiento más importante desde el comienzo de la guerra civil en la visita del almirante inglés, acontecimiento importante si acaso desde el punto de vista reaccionario, y a caer de lleno en un neo-nacionalismo, cuya efectividad subsiste a pesar de todos los (mentis... ilegible)[²]

[²]: Ilegible. Duda en página 27

Pero muy otra es la opinión que nos merece el POUM, cuyos dirigentes se reclaman de Marx y de Lenin, y que, aceptando en la guerra civil el rol de un ala izquierda del Frente Popular, ha aceptado en silencio la militarización, ha cerrado la unión sagrada antifascista, ha visto en el mando único una medida progresiva y no ha proptestado una sola vez contra el derrotismo revolucionario de la Burguesía sin conocer antes la posición asumida por la CNT. Internacionalmente el POUM colabora con partidos y fracciones social patriotas: a través de su hombre de confianza en Francia, Marceau Pivert, que los camaradas franceses y españoles no han logrado hacer dimitir de sus cargos administrativos en el gobierno Blum, depende del Frente popular francés. El pelibro de una capitulación del POUM ante la guerra imperialista se presenta ahora al lado del peligro, que no ha disminuido un ápice, de capitulación delante de la burguesía. Una actitud leninista frente al peligro de una guerra supone en primer lugar una línea consecunete de lucha contra la propia burguesía. La dirección del POUM, que hace un año cerró la alianza contrarrevolucionaria del Frente Popular y que colaboró en la Generalidad hasta que se le expilśo de ella, no tuvo nunca respecto al Gobierno central ni al Gobierno de Companys una posición leninista: por lo que a la política internacional se refiere evidencia su completa incomprensión de la situación real reprochando al Gobierno de Valencia el «continuar teniendo confianza en la Sociedad de Naciones».

El mantenimiento del equilibrio de las potencias en el Mediterráneeo occidental, por medio de una guerra imperialista, es una finalidad que el Gobierno central admite abiertamente. (Discurso de Azaña)

Es por lo tanto natural que semejante gobierno no solamente tenga confianza en la Sociedad de Naciones sino que se apoye sobre ella, que intente por todos lo medios liquidar la guerra civil, cuya transformación en guerra revolucionaria, perfectamente ineluctable de seguir los acontecimientos el curso revolucionario, supone la rotura violenta del «equilibrio de las potencias en el Mediterráneo occidental» en beneficio de los futuros Estados Unidos Sovietistas de Europa. Si el Gobierno prefiere la paz a la guerra, cosa de la que nadie duda, prefiere en todo caso una paz dictada en Londres o Ginebra por una comisión de «peritos» imperialistas personificación de las contradicciones del regimen capitalista y no por los comités de soldados expresión de las masas laboriosas.

Un paz de este género, por otra parte dificilmente realizable, no sería sino el germen de futuras guerras y el ingreso en la comisión de control de nuestras costas por parte de la Unión Soviética, lejos de cambiar su carácter contrarrevolucionario lo refuerza. La lucha contra la guerra imperialista tiene por lo tanto que ser acompañada de la lucha controlada política reformista y reaccionaria de la URSS que el POUM olvida limitándose a defenderse pasivamente de los ataques cada día más violentos de los stalinianos.

En el momento en que una probable declaración de guerra entre Francia y Alemania, acentuando aun más la oleada chauvinista que se ha apoderado del movimiento obrero español, amenace llevar a la derrota completa la revolución española, será necesario un verdadero partido bolchevique, dispuesta a afrontar los mayores sacrificios y peligros antes que capitular ante la oleada patriotera; en ese instante el POUM , cuyos partidos aliados, (ILP - SAP), capitulan ya, en tiempo de paz ante la la oleada chauvinista, demostrará nuevamente que no es capaz de hacer una política de vanguardia, sino solo de seguir la corriente. El centrismo de su dirección, consistente precisamente en no conducir a las masas sino en dejarse llevar por ellas, imprimirá a todo el partido un carácter claramente no-bolchevique. La tarea de los verdaderos revolucionarios en el POUM, es darse una nueva dirección bolchevique, mientras tengan oportunidad de hacerlo.

PROLES

La pérdida de Málaga, la movilización y el mando único

A juzgar por la prensa y partidos gubernamentales, o por el gobierno mismo, diríase que los trabajadores españoles han sido enemigos del mando único y de la movilización. La enorme propaganda que entorno a estos problemas se realiza, parece revelar que entre las masas existe algún prejuicio que se precisa destruir.

Es, además, interesante observar cómo se precipita la realización de aquellos objetivos inmediatamente después de la caída de Málaga y momentos antes de que el Comité de Londres concluya el acuerdo de control que tanto puede dar el triunfo a los fascistas, como llevarnos a un armisticio previamente negociado entre Alemania e Inglaterra, o servir de interregno a una nueva guerra imperialista.

El gobierno y cuando con él hacen rancho común, explotan la caída de Málaga como si se tratase de un hecho provocado por la desobediencia general. Este sistema de investigación es sencillo y sobre todo exculpativo. El ministro de la Guerra o su delegado manda, por ejemplo, tomar Burgos, la vieja capital de España, para que los fascistas no entren en Madrid; pero a continuación las «tropas republicanas», que tenían en situación crítica a los fascistas, se ven obligadas y «rectifican» posiciones y además de no tomarse Burgos se pierden algunos pueblos. ¿De quién es la culpa? De los milicianos, que jamás obedece. ¿No les ordenaron tomar Burgos? Es que falta el mando único, no hay duda.

De Málaga todos creíamos que su defensa estaba asegurada, que el mando único hacía maravillas de defensa y organización, pero un día, cuando ya se ha perdido, nos enteramos que el mando único no existía o estaba al servicio de Franco, como lo hacen sospechar las declaraciones de Alvarez de Vayo y la dimisión del general Asensio.

Es infame y grotesco al mismo tiempo. Si nuestros gobernantes han leido la historia de las revoluciones, ¿alguna vez han encontrado otro pueblo más unánimamente dispuesto a hacerse matar por la victoria u obedecer ciegamente a quienquiera le señalase el camino de su emancipación? El mando único, la disciplina, el ejército revolucionario, la derrota de los fascistas, todo se habría logrado ya en España si el gobierno o algún partido solo, hubieran sabido indicar a las masas lo que ellas quieren o necesitan.

«Solidaridad Obrera» ha dicho que «para hacerse obedecer es preciso tener autoridad», y de esta carecen quienes han abandonado el terreno de la revolución. Tanto la indisciplina como las derrotas militares, resultan del conflicto entre la disciplina de la revolución social, que en el frente y retaguardua ansían adoptar las masas, y la disciplina de la burguesía, que el gobierno quiere y está comprometido a seguir.

No obstante, los intereses de la guerra civil imponen a todos los revolucionarios la obligación de apoyar con todos sus recursos la movilización, la disciplina y el mando único, incluso bajo el control de los gobiernos del Frente Popular, pero es preciso decir a las masas que la políticade dicho gobierno reducirá al mínimo la eficacia de tales medidas y mostrarles el camino que conduce al ejército y la disciplina de la revolución.

Los fascistas celebran los asesinatos de Moscú

Estos hombres, en su mayor parte íntimos colaboradores de Lenin, y cuando la revolución de Octubre principales forjadores del régimen bolchevique, han debido constatar al final de su ideología y de sus aspiraciones en la Rusia de Stalin. Estos procesos políticos significan que la vieja guardia leninista es procesada y pasada por las armas sin titubeos ni sentimentalismos... («Corriere della Sera», de Milán).

La unificación de los partidos Socialista y Comunista. Unificación de la traición

Hace tres años, en plena euforia ultraizquierdista los stalinianos, para quienes Largo Caballero no era entonces enemigo del fascismo sino su hermano gemelo. Los militantes de la IV Internacional, declaramos que ni Largo Caballero era hermano del fascismo ni los stalinianos recolucionarios capaces de destruir el reformismo socialista. Los hechos han venido a demostrar cuántas similitudes ocultaban posiciones aparentemente antagónicas.

Hoy los stalinianos emprenden negociaciones encaminadas a lograr la fusión con los «social-fascistas». ¿Bajo qué principios? ¿Con qué fin? ninguno de los dos partidos que van a fusionarse lo dice - si no ha sido la oido de algún ministros de la burguesía europea- porque de principios carecen y los fines están muy distantes de la revolución proletaria. En cambio tienen un estandarte que vocean en todos los tonos y despliegan en todas las direcciones, agrandandolo cuanto pueden, para mejor ocultar debajo a sus aliados burgueses: el estandarte de la unidad.

En cuanto en torno a esta se ha dicho y hecho, para nada se menciona la revolución. Se preparar la fusión no para facilitar el triunfo del proletariado, sino sencillamente porque conviene unificarse. Pero si la fusión no tiene el propósito preconcebido de hacer la revolución, quiere decir que tiene el propósito, también preconcebido, de no hacerla. En la práctica los partidos Socialista y Comunista vienen actuando en perfecto acuerdo desde las elecciones de 1936.

La responsabilidad de la sublevación fascista del cauce desventajoso de la guerra civil y del rumbro reaccionario de los acontecimientos en general, se la reparten por igual. Es este acuerdo entre los dos partidos, comprendido hoy dentro del acuerdo de la burguesía mundial y respaldado por la burocracia soviética, de ahogar la revolución española, el que los lleva a la fusión. La tarea debe ser terminada: No es fácil aplastar a un proletariado que ha llevado tan lejos la lucha contra la burguesía.

Supone el armisticio con los fascistas o preparar el terrerno para la guerra ompèrialista y acabar con lo que aún le queda de poder, económica, política y militarmente a la clase trabajadora: requiere una concienzuda labor de maniobras y contramaniobras, engaños, campañas de prensa e invasión del aparato estatal, con el mayor cuidado para no fracasar. Toda la burocracia debe obedecer a la misma voz.

Como las palabras justicia, libertad, paz, etc., la palabra «unidad» ha sido siempre utilizada en un sentido genérico para rehacer virginidades políticas comprometidas, sepultando en frases hueras el sentido revolucionario de la unidad de clase. Pero el mayor vocerío unitario con que stalinianos y socialistas pretendan ensordeder a las masas, no podrá ocultar que su unidad es la unidad con la burguesía española, la unidad con Baldwin, Blum y Stalin, el asesino de los compañeros de Lenin. Es una unidad dirigida contra la revolución en forma expresa. La unidad de las juventudes, cuya consecuencia ha sido el abandono, públicamente declarado, del terreno de clase, es un preludio al que seguirá la constitución del partido unificado «para todos los españoles». La pas del mundo -la de los propietarios-, lo exige.

La FAI que ha sido invitada a las negociaciones de la fusión, no ha tomado respecto a la misma ninguna posición concreta. Es su costumbre. No obstante, esperamos que su tradición rebelde le impida comprometerse en una empresa que tendrá a su cargo la misión de aplastar una revolución.

Al POUM , que se considera el partido de la revolución, le exigimos algo más. Este, que no fue invitado, solicitó un puesto en las negociaciones, no sin que una nota aparecida anteriormente en «la Batalla», en la que se desentendía totalmente del problema, revelara una vez más su inseguridad peculiar. Probablemente los dorogentes del POUM habrán inspirado su solicitud en razones tácticas, pero la táctica sólo es aplicable en terreno propicio. Cuando la unificación se hace con fines que no negará, pero que tampoco descubre, la solicitud del POUM contribuye a tener en suspenso las ilusiones de muchos trabajadores ya semi-desengañados por la traición staliniano-reformista. En este episocio sólo cabe la táctica de ganar el mayor tiempo posible para que la unificación se haga con la aversión de los trabajadores más conscientes. No habilidades táctucas que nada pueden producir, sino ofensiva profunda y despiadada que oriente a las masas hacia la erosión de un partido revolucionario.

-José Méndez-

La lucha de clases en el interior es aun más importante, incluso durante la guerra, que la lucha contra el enemigo exterior. Por haber constatado esta verdad, ¡qué nauseabundas oleadas de injurias han lanzado contra los bolcheviques los representantes de la grande y pequeña burguesía. ¡Con qué ardor los aficionados a las frases grandiosas sobre la «unidad» y la «democracia revolucionaria», etc., han negado esta verdad. (Lenin)

A nuestros lectores

Proletarios: nuestra organización mantiene alta la bandera del marxismo revolucionario, pero no cuenta para la difusión de sus consignas con los poderosos medios materiales de las organizaciones reformistas, ni como éstas, dispone de la ilimitada complacencia de la gran prensa y de lo que se ha dado en llamar «antifascismo». Ayudad a la formación del partido bolchevique, difundiendo nuestra propaganda y nuestras consignas y aportándonos vuestro concurso económico.

-La Redacción-

La consigna del momento

Atravesamos instantes de excepcional gravedad. Con la toma de Málaga por los fascistas, la guerra y la revolución entran en una nueva fase, cuya desembocadura aparece tan confusa como llena de peligros. Solo una reacción enérgica y organizada del proletariado podrá vencerlos, dar a la situación su salida revolucionaria y a la guerra un impulso victorioso.

En julio de 1936 a febrero del 37, salvo la primera actuación vertiginosa y espontánea del proletariado, la lucha militar transcurre con derrotas importantes por nuestra parte -San Sebastián, Irun, Toledo, Málaga- cuatro meses de ataque Madrid, y solo avances parciales, como los asedios de Huesca y Oviedo, no coronados por el éxito. El origen de este saldo inquitante es preciso buscarlo en los factores que intervienen en la lucha, de los cuales la indisciplina, la incapacidad, la mayoría de las traiciones y la ineficacia general de todas la medidas y recursos, son un reflejo, no el origen del mal como pretenden el gobierno u los partidos que los apoyan.

El Frente Popular, donde todos los factores políticos se compendian, aparecido hace un año con la deliberada intención de conciliar a todos los españoles en el maternal regazo de la democracia. Dirimir la contienda social en favor del proletariado es una idea completamente ajena a su naturaleza.

En cuanto a la practicabilidad de la democracia como régimen estable, la sublevación fascista producida en pleno parlamentarismo, cuando el peligro de la revolución se alejaba en lugar de acercarse, da de ella una idea exacta. Sublevándose, la burguesía española demuestra prácticamnete que en España hay lugar para el fascismo o para el comunistmo, nunca para la democracia.

A pesar de que su vitalidad revolucionaria dio al proletariado el triunfo en los puntos más decisivos de la Península, el Poder recayó de nuevo en el Frente Popular, porque en el fondo ningún partido supo seguir una política opuesta: la política de clase del proletariado. Pero la guerra civil, en lugar de acentuar la tendencia revolucionaria de las organizaciones que como la CNT y el POUM se mantuvieron un poco distantes del Frente Popular, las entrega a este y se incorporan al gobierno en el momento en que aparecían todas las condiciones necesarias para preparar rápidamente su substitución por la dictadura revolucionaria del proletariado. Preciso es declarar que si el Frente Popular impide el éxito de la guerra y la revolución, la CNT y el POUM han impedido al proletariado acabar con el Frente Popular. Solo esta sujeción, mas o menos condicionada, de todos los partidos y organizaciones al gobierno, ha podido permitir a este rehacerse, liquidando los comités, que tendían a substituirle, aplicar su funesta política internacional, conservar intangible la mayoría de la gran propiedad, la Banca y la antigua burocracia; con ello se logró, en el terreno militar, impedir la transformación de las milicias en un ejército revolucionario, que no puede exisitir vinculado a un Poder político pequeño-burgués, y condicionar el terreno para la creación del ejército popular; con ello se logrói, en una palabra, que la dirección del pais no pasara a manos del proletariado y, fiel a su motivo de exitencia, el F.P. perdura en su política tendente no a dirimir el pleito en favor de la revolución, sino a conciliar a todos los españoles.

Málaga es el último y más visible de sus resultados; Madrid continua padeciendo los ataques fascistas, y mientras militarmente el gobierno no puede presentar sino derrotas, emprende una revalorización general de los elementos, instituciones y métodos burgueses, que le han llevado a prohibir -como en tiempos de Romanones- la sindicalización de los cuerpos armadis, a desarmar a las organizaciones obreras y a comprometerse en la campaña contra las socializaciones. Como colofón, el control sobre costas y fronteras, más que aceptado mendigado por el gobierno, vendrá a agregar una ventaja más para los fascistas. Si los señores del F.P. hiciesen un balance de su actuación, encontrarían que han perdido contra los fascistas tantas batallas como han ganado contra el proletariado.

Militarmente, el F.P. nos ha llevado a una situación que no permite resistir muchas pérdidas más como la de Málaga. Políticamente todas las medidas del gobierno dirigidas contra el proletariado, desorientan a este, le fatigan y sumen en el indiferentismo, castrándolo para la lucha militar. En Cataluña, por su alejamiento de la guerra, es menos perceptible la fatiga.

En las regiones del Centro y el Norte, el F.P. empieza ya a doblegar el espíritu de las masas. Nada nos autoriza a pensar que la movilización y el mando único modificarán en breve el curso de los acontecimientos bélicos. Hace más de dos meses que existe el mando único en Madrid. Existía también en Málaga. ¿Acaso el gobierno pretende conscientemente fatigar a la población, aburrirla a fuerza de fracasos y de taponarle la salida revolucionaria hasta obligarla a aceptar la paz, la guerra imperialista o lo que aquel desee?

Nada está excluido; pero ante todo el preciso declarar que el gobierno del F.P. y cuantos sobre esta base puedan formarse es el principal entorpeceder de la guerra y la revolución. Debatiéndose entre el fascismo y la revolución, el gobierno al impedir el desarrollo de esta suprime la fuerza más poderosa, el factor decisivo de la lucha contra el fascismo.

Esa doble lucha del gobierno contra el fascismo y contra la revolución, le somete al cautiverio de Francia e Inglaterra. A el se entregó desde el primer momento, como por instinto familiar a cambio del embargo de armamento, el Comité de no intervención y un control que lo es solo para el proletariado. Se inventó toda una trama patriótica de la guerra, para que Alvarez pudiera ir a Ginebra a ofrecer España entera a los imperialismos democráticos.

Reconozcamos que si el gobierno no ha logrado aun convertir la guerra civil en imperialista, no ha regateado esfuerzos ni medidas contrarrevolucionarias para catequizar a la burguería europea. Tal vez esta en trance de lograrlo. Al menos, Largo Caballero tiene ya su corte de generales y Galarza una legión de policías. La campaña contra el trotzkismo completa la impresión de «normalidad» y «orden» indispensables al buen burgués británico. Si se tratase de revolución, Francia e Inglaterra solo intervendrían para ayudar al fascismo; pero si la guerra es patriótica, el gobierno «fuerte» y el proletariado está dominado, entonces pueden pensar en ayudar a España a «darse el régimen que elija» y de paso recuperar el dominio comercial y estratégico que Italia y Alemania les disputan. Esta es, en efecto, otra de las peligrosas salidas a que estamos abocados para fecha próxima.

Las rivalidades imperialistas operan obre España en la misma medida en que los caracteres capitalistas de nuestra sociedad permanecen. El gobierno pone de su parte cuanto puede; la atmósfera internacional está saturada. Una delcaración de guerra como consecuencia inmediata de nuestra lucha puede sobrevenir de un momento a otro y arrastraría consecuencias graves para todos los revolucionarios.

Posibilidades de una salida revolucionaria a plazo breve, a penas existen. Tal vez haya hombres de fe que esperen un triunfo próximo mediante las armas. Nosotros creemos que el proletariado a pesar de la desorganización y esterilidad que el gobierno le impore, puede defenderse durante mucho tiempo. Antes de estar en condiciones de superar militarmente a los fascistas, deberá superar políticamente a los stalinianos y reformistas. Los mayores males son de temer mientras no se oriente en este sentido.

En un reciente manifiesto tirado por nuetra organización, recomendabamos la creación de un frente revolucionario del proletariado. Esta consigna se hace imprescindible, es hoy la condición anterior a todo triunfo. De la promiscuidad de clases e intereses representados en el F.P. surge el peligro de una derrota definitiva, el peligro de paz y el de guerra imperialista. Desde el F.P. se está matando la conciencia y el espíritu revolucionario de las masas. Es de vida o muerte romper el F.P. substituyéndolo por el frente revolucionario del proletariado, cuyos objetivos primordiales serán luchar contra toda clase de armisticio y contra la guerra imperialistas; dar a la clase trabajadora la propuedad de todos los elementos de producción y cambio, por la ofensiva militar en todos los frentes, dando al ejército una estructura proletaria y especialmente por la constitución de Comités onreros, campesinos y combatientes, que en el momento propicio substituirán al gobierno y al estado de la burguesía.

Bastaría que el frente revolucionario se constituyese, se dijera claramente a las masas los peligros que acechan, se señale a los culpables y se oriente en un sentido de clase, para que todo el espóritu revolucionario salga nuevamente a flote, surja de nuevo la posibilidad revolucionaria y los resultados en el frente no tarden en apreciarse.

El frente revolucionario debe ser un compromiso de frente único con solo los puntos comunes, que podría ser iniciado por las organizaciones de extrema izquierda mas numerosas, coo la CNT y el POUM. Pero es preciso guardarse contra las formas de Alianza Obrera, que dan al frente único una forma rígidamente burocrática, limitándolo a conversaciones y cabildeos entre los líderes. Las masas deben participar en la revolución, porque solo de ellas puede partir la disciplina y la fuerza creadora de la revolución social. Como decíamos en nuestro manifiesto, el dilema es hoy: «o con el Frente Popular y contra la revolución, o por el frente revolucionario y por el comunismo». Las organizaciones que aun no han abandonado el terreno de clase, tienen la palabra.

-G.M.-

(Sigue Munis, sin título)

Cuando hace un año el POUM firmó el manifiesto electoral que dió nacimiento al Frente Popular, nuestra organización internacional formuló duras críticas que los dirigentes del POUM han calificado de calumnias.

Aquella firma, que excedía los límites del compromiso de frente único, auguraba toda una sucesión de capitulaciones y concesiones de principios, siempre invocando particularidades que los «sectarios» son incapaces de ver, que impediría al POUM convertirse en el polo de atracción de las masas y educar los cuadros de la vanguardia proletaria.

Durante el año transcurrido la grandeza y abundancia de acontecimientos, en medio de los cuales el POUM permancece como un partido casi exclusivamente catalán, corroboran fuertemente nuestra apreciación. La «particularidad» sobre la que se apoyó para incluirse en el frente popular, era, en el fondo ignorar que un partido que aspira firmemente a la revolución, debe saber sacrificar una ventaja momentánea adquirida al precio de una concesión, en beneficio de un desarrollo ulterior. Para que las masas comprendan y sigan a un partido, es preciso que este tenga una fisonomía perfectamente definida. Toda aproximación, aunque sea parcial, con los enemigos del proletariado, le confunde con estos desdibujando las fronteras entre la política reformista y la revolucionaria.

A pesar de ello las condiciones de España eran tan propicias que también el POUM hubiera recuperado rápidamente todo lo perdido rectificando honda y rápidamente su política. Pero desgraciadamente la dirección del POUM no parece ver en nuestra revolución sino «particularidades»; siempre particularidades que le permitan aceptar diariamente la posición y cierra los ojos al porvenir.

Esto último es, en tanto no exista un partido verdaderamente revolucionario, el rasgo más peligroso del POUM, ya que, aunque él se obstina en ignorarlo, como partido de extrema izquierda puede influir poderosamente en la conciencia de las masas y hasta determinar el camino de la revolución.

Hoy mismo, que atravesamos días de enorme gravedad, la imprevisión política del POUM, sus consignas confusas, erroneas o contradictorias, su ausencia de voluntad para la lucha política, que alcanza proporciones de inercia, su continuo retraimiento ante el bloque staliniano-reformista y ante las capitulaciones del anarquismo, y de la manera más concreta, su total despreocupación por la salida inmediata revolucionaria de los acontecimientos, que amenazan peligrosamente con una salida reaccionaria, todo esto puede propiciar el ambiente para que stalinianos y socialistas de mala gana, seguidos los anarquistas, nos brinden la paz que anhelan en el secreto de sus jaulas burocráticas; el triunfo de los fascistas que no anhelan pero facilitan, o la guerra imperialista que preparan aunque temen.

¿Qué hace el POUM a todo esto? ¿Qué perspectiva ve? ¿Qué consigna opone a estos principios? Descargar toda la responsabilidad de la situación sobre los traidores no es de sectorios sino de impotentes. Los traidores, necesariamente deben traicionar. Los revolucionarios están para impedir el triunfo de los traidores. El POUM existe y ahueca la voz para llamarse el partido de la revolución, pero ¿lucha efectivamente contra la traición que zumba diariamente sobre nuestras cabezas esperando el momento propicio para caer? No; no lucha. Se deja llevar por los acontecimientos, duerme en espera de que las masas vengan a buscarle, y para cubrir el deber de decir algo lanza cualquier consigna de su diccionario especial.

Para eliminar toda oposición a sus siniestras intenciones, el stalinismo se ha lanzado a una campaña de calumnias y persecuciones contra el POUM. La sección de Madrid, más débil, viviendo en una plaza militar y representando además el ala izquierda del partido, ha sufrido los primeros y más violentos ataques. A la confiscación de su prensa y radio sigue el ataque físico, tal vez un proceso de corte moscovita. Contra estos ataques toda organización revolucionaria tiene el deber de defender enérgicamente al POUM. Pero ante todo es preciso que él sepa defenderse respondiendo a la persecución con el ataque político, empleando a fondo una campaña de agitación contra los procedimientos stalianianos que obligue a las organizaciones anarquistas a situarse a uno u otro lado. Al POUM le sobra fuerza para triunfar en esta empresa; sin embargo le estamos viendo batirse en retirada, ceder el terreno al stalinismo, formular unas cuantas protestas intrascendentes en «La Batalla» para recluirse inmediatamente en su habitual inercia, en espera de que llegue la hora del martirio a Cataluña.

Información Internacional

El control de cestas y fronteras

Las últimas cábalas de la diplomacia internacional en torno a España buscan según la expresión oficial, «ahogar la revolución española». Incluso parece que los imperialismos van a llegar a un acuerdo.

La cuestión es muy grave. «Ahogar la guerra» es un eufemismo que adquiere su verdadero sentido substituyendo la palabra guerra por la palabra revolución. Nadie se resistirá a comprenderlo ni se asombrará de que la burguesía esta en su puesto. Lo inaudito es que pueda llegarse a tal acuerdo con la aprobación de nuestro propio gobierno y el de la U.R.S.S. Sin embargo; uno y otro participan en la realización del acuerdo no en ínfimo grado.

De la mentalidad verdadera que puede comportar la puesta en práctica del proyecto, da una idea solo aproximada el hecho de que no sean considerados como voluntarios las fuerzas africanas y que en la frontera portuguesa sean funcionarios británicos los encargados de la vigilancia. ¿Pero quién vigila a Inglaterra? Los insuperables caballeros británicos saben de chantajismo más de lo que aparentan.

Antes del seis de marzo, fecha en que tal vez empiece a aplicarse el control, los fascistas habrán recibido los hombres y el material que consideren necesario para derrotarnos definitivamente. De todas maneras no es concebible la aplicación efectiva del proyecto sin arreglo previo entre Inglaterra y Alemania fundamentalmente. Y la existencia de aquel que alejará a Hitler de Franco, encontrará en Inglaterra una parcialidad total hacia este último. Si Alemania e Inglaterra no han podido entenderse sobre el botín o el proyecto no se realizará nunca o será una de tantas ficciones perjudiciales para nosotros. En cualquiera de los dos casis el resultado en el mismo, ahogar a la revolución española.

Fiel reflejo de lo que es en el orden nacional, internacionalmente la política del Gobierno solo ha servido para perjudicar la guerra, impidiendo la solidaridad del proletariado europeo y el desarrollo de la revolución mundial, nuestros verdaderos únicos aliados, las ventajas que actualmente suelen invocarse secretamente como obtenidas, aparte su insinificancia han costado campañas y actuaciones reaccionarias bien visibles y compromisos que ni secretamente se atreven a referir nuestros gobernantes.

La tragedia de estos es que no logran inspirarle confianza a la burguesía franco-inglesa, a pesar de un largo aprendizaje como colaboradores de la burguesía española y de los esfuerzos que ahora hacen por presentarse como gente de orden enemiga de innovaciones precipitadas y de la «demagogia trotzkista». Es que Inglaterra y Francia saben mucho mejor que nuestros gobernantes de la República burguesa no tienen ninguna posibilidad seria de consolidarse; saben que nuestro triunfo necesariamente será el de la revolución y Franco les atrae irresistiblemente. Toda la dificultad reside en quién inspirará la actuación de Franco: ¿Berlín o Londres?

Al mismo tiempo, Londres no puede abandonar Valencia mientras el peligro de una guerra exista. Necesita un aliado en el Gobierno español. Y si este aliado aunque se esguerce no consigue dominar la revolución, al estallar la guerra, las tropas inglesas y francesas vendrán a demostrarnos de que manera saben mantener el orden.

Lo sangriento de toda esta política lo conoce bien nuestro proletariado. Tal vez aun le espere padecer mayores atropellos. Lo podemos esperar, porque lo conocemos, que el gobierno adopte la política necesaria. El proletariado y sus organizaciones revolucionarias deben exigir el abandono de la Sociedad de Naciones, el boicot al proletariado mundial de todos los buques fascistas y la solidaridad activa, en hombres y en armamentos de todas las organizaciones obreras del mundo.

Repercusión en América del Proceso de Moscú

El 9 de febrero tuvo lugar en el Hipódromo de New-York un mitin monstuo por la defensa de León Trotzki, que reunió 7.000 personas, obreros en su mayoría.

Tomaron la palabra Angelica Balabanoff, primera secreatia de la Internacional Comunista, Ruy Burt, secretario general del P.S. de los EEUU. Max Shetman, editor y George Novach, filósofo revolucionario muy conocido en los EEUU y otros oradores.

El mensaje telefónico de Trotzki fue saboteado por gentes que se «ignoran». Otros mítines se han celebrado en Chicago y Boston. Gran número de intelectuales y escritores americanos, se pronunciaron a favor de Trotzki. El Comité de defensa de León Trotzki, publica un servicio de noticias regulares.

El P.C. Americano ha recibido orden formal de destruir el Comité por todos los medios, incluso mediante la amenaza y la intimidación directa contra sus miembros, que continuamente reciben «telefonazos» de los agentes de la Gepeu, etc...

De Francia

«Los revolucionarios franceses, condenan el Stalinismo»

2.500 trabajadores parisinos reunidos en la Sala Wagram al llamamiento del P.O.I. tras haber escuchado las intervenciones de los camaradas: Feliciano Challaye, Zeller, Naville, Rousset, Dantren, protestan con energía contra los fusilamientos de viejos bolcheviques, que han seguido con energía contra los fusilamientos de viejos bolcheviques, que han seguido al segundo proceso de Moscú, en el que fueron condenados bajo las mismas calumnias que los del primero: terrorismo, espionaje, relaciones con Hitler.

Constatan que toda la acción del P.C.I. por la revolución proletaria, desmiente las mostruosas acusaciones que remedan las calumnias de los guardias blancos que también acusan a Lenin y Trotzki de haber sido agentes de Alemania, y juntamente con el P.C.I. exigen la reunión de una comisión de de encuesta internacional internacional que pueda juzfar contradictoriamente las falsas acusaciones de Mosú.

Se comprometen a luchar por la unión de la clase trabajadora, rehuyendo toda colaboración de clase y contra la Unión Sagrada en beneficio del imperialismo francés.

Denunacian los ataques stalinianos contra los revolucionarios españoles del POUM, la CNT, y la FAI, que luchan por vencer a Franco e instaurar en España el poder obrero. Protestar además contra la disolución practicada por el gobierno del F.P. de «L'Etoile Nord-Africaine», tendente a romper el frente único de lucha de los trabajadores de Francia y de sus colonias (Moción aceptada por unanimidad).

La Conferencia Nacional del P.O.I

La Conferencia nacional aprueba las inciativas y proposiciones de frente único del C.C. del P.C.I. por la defensa del POUM. contra los ataques contrarrevolucionarios de socialistas y stalinianos y considera que el P.C.I., sin dejar de contraponer de un modo crítico y positivo la política bolchevique-leninista a la política centrista de la dirección del POUM, tiene el deber de llamar la atención del proletariado revolucionario contra los antedichos ataques. El stalinismo, aliado de la burguesía, quiere romper todas las realizaciones revolucionarias impuestas por el proletariado ibérico y sobre todo catalán, con el fin de restaurar íntegramente la podrida república burguesa anterior al 19 de julio. Con este objeto, el stalinismo arrecia sus golpes contra las organizaciones que mayormente aceptan la voluntad revolucionaria de los obreros: el POUM y la CNT.

Solamente una ofensiva nacional o internacional puede impedir a los stalinianos y burgueses coaligados, preparar la matanza de los obreros revolucionarios. El P.O.I, hace un llamamiento en favor de esta ofensiva, en Francia y en el mundo entero, única condición del desarrollo revolucionario que llevará a la victoria completa sobre las tropas de Francia y el aniquilamiento del capitalismo.

La C.N. aprueba la participación en la Conferencia de Barcelona, según el espíritu de la resolución del Bureau Internacional por la IV Internacional.

Acuerda asímismo dirigir a los obreros armados de España su más caluroso saludo e intensificar la lucha emprendida desde los primeros días con el fin de enviar directamente a los milicianos armas, municiones y voluntarios; redoblar sus esfuerzos para romper el bloqueo que los gobiernos de París y Londres, con la ayuda de Moscú, tratan de imponer al proletariado español, mientras Hitler y Mussolini sirven a los fascistas de Franco de todo lo necesario.

Los bolcheviques leninistas, que con todas sus fuerzas luchan por impedir el estrangulamiento de la revolución, que a cambio de su ayuda «moral» y material exigen los estados capitalistas y la U.R.S.S., apelan a los trabajadores para que cooperen con el mayor denuedo a sostener los sacrificios de los heroicos milicianos. Un servicio especial del Partido ha sido creado con el fin de recoger suscripciones, de enviar a los milicianos ropas y paquetes, de distribuir entre los camaradas que lo pidan, niños españoles refugiados.

La conferencia del P.O.I. saluda con orgullo a los militantes bolcheviques-leninistas que luchan heroicamente en los frentes de España contra los ejércitos de Franco. Los milicianos, miembros de la IV Internacional, que están en lo más duro de la lucha armada y que, perseguidos por la represión staliniana reformista, burguesa y molestados por las torpezas centristas, tratan de llevar a la clase trabajadora a la revolución socialista, cumplen su deber con un valor físico y político que constituye la satisfacción y la honra de la vanguardia revolucionaria internacional.

La conferencia dedica su recuerdo fraternal a los que cayeron ya en los distintos frentes, en particular al antiguo secretario del radio de Marsella, camarada Robert de Fauconnet, y su simpatía ardiente a los que siguen la lucha.

De Inglaterra

La actuación de los jóvenes bolchevique-leninistas

Todos los jóvenes (excepto algunos camaradas de la J.C.I.) conocen el éxito que para la causa revolucionaria ha constituido el ingreso de los jóvenes B.-I. en la J.S., como fracción. Los mejores elementos de ésta han roto con los viejos organismos reformistas y toda la organización ha sido preservada de la infección staliniana, hasta el punto que el 80% de los cuadros juveniles B.-I. en Francia, provienen de las juventudes socialistas. La misma experiencia, con iguales resultados positivos ha sido o está haciéndose en otros países, entre estos Inglaterra.

En el Reino Unido existe un grupo de jóvenes afiliados al I.L.P., cuyo número en continua disminución desde hace años, se encuentra reducido hoy a cien miembros apenas; inútil añadir que carecen de toda cohesión ideológica, pues la mezcla de pacifismo nacionalista y de revolucionarismo abstracto que se intitula I.L.P., no puede ser considerada como una unidad ideológica. Los elementos sanos que se encuentran en el I.L.P. estarán obligados a romper con el partido centrista si no quieren capitular ante el stalinismo.

Algunos camaradas bolchevique-leninistas han entrado en la Labour League of Youth, al mismo tiempo que los stalinianos apoyándose sobre el «prestigio del Octubre ruso» intentaban controlar la organización. Esta, que cuenta con 30.000 adherentes, tiene que resistir a la acción de los socialdemócratas, que procuraron disolver sus mejores secciones y convertir el resto en clubs deportivos y al mismo tiempo a la ofensiva staliniana, que tendía a arrastrarla a una política de unión nacional con Eden y Baldwin.

La situación se hizo grave cuando los stalinianos consiguieron apoderarse de la mayoría de la sección de Londres, formada por mitad de pequeño-burgueses y la otra mitad obrera. Nuestros camaradas, apoyándose sobre el espíritu de resistencia de la parte sana de la organización y gracias a la justeza y al carácter combativo de sus consignas, lograron conquistar un número de jóvenes en constante aumento.

Actualmente cuentan con un representante en el C.C. de Londres, pero su fuerza principal se encuentra en los grandes centros obreros de Midland, cuya Federación de Juventudes organizaron por completo, contando actualmente con secciones enteras. El número de sus miembros B.-I. es de cien; su órgano de fracción, que al comienzo del año pasado tiraba 50 ejemplares y en el momento de la entrada 200, tura actualmente 800 ejemplares y se hacen serios esfuerzos para llegar a los 2.000. Organizan cada mes un mitin público en Londres.

Ante la intención de los stalinianos de capitular una vez más frente a la dirección, la resistencia de los jóvenes deseosos de romper con los traidores a la causa proletaria, aumenta, lo que abre a los bolchevique-leninistas magníficas perspectivas de trabajo revolucionario entre la juventud obrera de Inglaterra.

Resolución de la sección bolchevique-leninista de España, sobre la unidad sindical

Nuestra revolución, particularmente por lo concerniente a la industria colectivizada de Cataluña, ha aportado una clara demostración del necesario carácter apolítico que corresponde a los sindicatos y la imposibilidad, al mismo tiempo, de organizar una economía socialista sin la dirección de un poder político revolucionario.

Las dificultades enormes con que tropiezan las empresas que han pasado a manos de los trabajadores, provienen fundamentalmente de la incompatibilidad entre el carácter colectivo de aquéllas y el pequeño-burgués del Poder político a través del cual la economía capitalista y la propia clase burguesa tienen asegurada su preponderancia y privilegios. Las diferencias entre los trabajadores de una y otra central sindical, lejos de ser la causa de todas las dificultades son uno de los efectos de aquella incompatibilidad. Los camaradas de la CNT, tomando este efecto por causa, propugnan la unidad sindical sobre la base de la eliminación de la política, ofreciéndola como remedio a todos los males. El anarquismo incurre aquí en su tradicional error de concepción, permitiendo con él que los líderes reformistas de la UGT aprovechen para consolidad su influencia, sin comprometerse a nada económica y políticamente, la buena acogida que la palabra unidad, tiene siempre entre las masas.

La Sección Bolchevique-Leninista de España se cree en el deber de declarar que, víctima de este error, existe el peligro de que la CNT consienta una unidad carente de contenido social que vnedría a paralizar y dar marcha atrás a la colectivización, ofreciendo a los gobiernos pequeño-burgueses del F.P. las condiciones necesarias para realizar sus designios de restauración completa del antiguo estado de cosas. La consigna: «Todo el poder económico a los sindicatos» de reciente aparición entre los anarquistas, no podrá nunca resolver el problema, por su olvido del factor político; pero servirá, incluso en esta forma incompleta, para demostrar la imposibilidad de que los trabajadores se apoderen de la economía sin apoderarse también del Poder político.

Hacermos resaltar asímismo, que tanto la CNT como el POUM, esto es, las organizaciones de extrema izquierda, aceptando de una manera mecánica la consigna de unidad, olvidan señalar el grave peligro de que aquéllla se efectúe bajo el signo de una reconciliación que vendría a neutralizar la potencia revolucionaria de los trabajadores de la CNT.

El espíritu de unidad que anima tanto a la CNT, como a la mayoría de los trabajadores de la UGT, debe ser impulsado en un sentido constructivo, no eliminando la política en general, sino las tendencias sindicales reformista y conservadora, patrimonio de la política de concilación de clases, sustento de todos los elementos conservadores de la situación actual.

Y, en consecuencia, declaramos que la unidad sindical debe perseguir como objetivo primordial la eliminación de los métodos, fines y consignas reformistas, y la constitución de una sola central sindical revolucionaria.

Es preciso evitar que la unidad sindical refuerce la unión sagrada del F.P. Pero es necesario advertir de antemano que la unidad sindical de la clase trabajadora no garantizará la expropiación de toda la burguesía. Es esta, tarea que atañe a un Poder revolucionario aún no existente, a la dictadura del proletariado. Quien no lo comprenda así, se cierra a sí mismo el camino de la revolución.

¡Por una sola central sindical revolucionaria, libre de reformismos!

¡Por la expropiación de toda la burguesía y los terratenientes!

¡Por la independencia respecto del Poder político pequeño-burgués!

¡Por la organización sindical a base de sindicatos de industria!

¡Los Comités, elegidos en asamblea general de los trabajadores de las tendencias!

¡Asambelas regulares mensuales en todos los sindicatos!

¡Racionamiento revolucionario, en manos de los sindicatos!

-Sección Bolchevique-Leninista de España, El Comité-

Cuando veamos un jinete que colabora con el caballo cargándoselo a la espalda, creeremos en las ventajas de la colaboración o «unidad» que nos brinca la burguesía democrática

¿El POUM Anti-Trotzkista?

Compiamos a continuación una carta enviada por nosotros al POUM y a la J.C.I:

Estimados camarada: en la mañana del domingo, cuando diversos de nuestros camaradas repartían entre los asistentes al mitin del Frente de la Juventud Revolucionaria, un manifiesto que reclama la creación de un frente único de clase, militantes de la J.C.I. impidieron su distribución mediante la fuerza, deteniendo a algunos de nuestros compañeros y arrebatándoles, violentamente también, los paquetes de manifiestos que portaban.

La acusación de un psuquista contra nuestro camarada Zanon, bastó para que militantes de la J.C.I. lo apresaran, encerrándolo durante más de 24 horas en los calabozos del cuartel Lenin.

La gravedad de estos procedimientos, que creíamos monopolio staliniano, nos obliga y nos autoriza a preguntaros si la J.C.I. actuaba con órdenes concretas o se trata de extralimitación de militantes. En cualquier de los dos casos, esperamos que el respeto a la propaganda revolucionaria os inducirá a impedir una repetición del suceso, y reclamamos la devolución inmediata de los manifiestos quitados a nuestros camaradas.

Renunciamos a exponer otros detalles que en nada prestigian a la J.C.I. en espera de que el asunto quede saldado como corresponde a una organización obrera.

Saludos revolucionarios, Barcelona, 10-II-37.

Por el Comité de la Sección B.-I- de España.

El tono conscientemente mesurado empleado en la carta, a pesar del procedimiento indigno, totalmente ajeno a una organización obrera, estaba inspirado en la creencia de que los autores del atropello habían actuado por cuenta propia e influenciados por la propaganda anti-trotzkista del stalinismo, a la que «La Batalla» jamás responde, porque «no es trotzkista» ¿Es pues, anti-trotzkista?

El C.E. del POUM y el de la J.C.I., dando la callada por respuesta y sin devolver siquiera los manifiestos de que se apoderaron abunado de su superioridad numérica, se solidarizan tácticamente con un acto de agresión física y de atropello a los principios revolucionarios. Los métidis stalinianos en nada difieren de los empleados contra nosotros en el mitin de la Plaza de Cataluña. ¿Con qué autoridad puede protestar el POUM de lo que con él se hace en Madrid, abusando igualmente de su inferioridad numérica?

De habérsenos repondido satisfactoriamente, nada publicaríamos de este asunto. La actitud señorial del C.E. nos obliga a llevar el hecho al dominio público, y a declarar que continuaremos nuestro camino a pesar de las persecuciones, en que ya han coincidido stalinianos y poumistas.

¿Acaso el C.E. del POUM quiere demostrar que tampoco es un obstáculo para la democracia burguesa y la defensa de la patria?

Telegrama a Largo Caballero

Con motivo de la persecución contrarrevolucionaria de que está siendo víctima la Sección madrileña del POUM, nuestra organización envió el siguiente telegrama al Presidente del Consejo de Ministros:

Exiginos devolución y libertad «combatiene rojo» y radio POUM e incautación prensa burguesa. C.E. Sección B.I. de España

Copias de este telegrama fueron mandadas a «La Batalla», «Juventud Comunista» y «Solidaridad Obrera», respondiendo todos a una con el silencio.

¿Les molesta a estos periódicos la protesta, o quién protesta? De no ser lo primero, no podrían callar sin demostrar que utilizan su fuerza orgánica para impedir que los nuevos grupos revolucionarios sean conocidos. «La Batalla», en cambio, no tiene inconveniente en utilizar textos de nuestros Boletín, sin indicar su origen. Son consecuencias naturales de su política «práctica».

La gravedad de los momentos que atravesamos y la excelente acogida que ha tenido nuestro primer número, requieren la sustitución de este Boletín por un semanaio impreso. Su salida depende en gran parte de la asistencia moral y económica del proletariado revolucionario.


  1. Véase nuestro primer número, Pág. 18