El último destierro de Trotsky
El último destierro de Trotsky
Después de las derrotas de Alemania, España y Francia, el destino nos reservaba este golpe anonadador. ¡El asesinato de León Trotsky!
El Trotsky legendario de las dos evasiones de Siberia, presidente del Soviet de 1905, organizador de la insurrección victoriosa de 1917, creador y jefe del ejército rojo, comisario de relaciones exteriores, camarada de Lenin en la organización y dirección del primer Estado obrero de la historia, es demasiado conocido. Quiero precisar hechos y datos de su vida a partir del destierro de la Unión Soviética, no menos pletórica de actividad múltiple.
El proceso del termidor soviético, vale decir, el triunfo de la burocracia sobre las masas obreras, inicióse en 1924. El desenvolvimiento de la economía del país, la industrialización progresiva, las diferencias entre la ciudad y el campo, esto es, la diferencia entre los precios de los productos industriales y agrarios, el surgimiento de campesinos acomodados, el restablecimiento parcial de la propiedad en el campo, el enorme número de funcionarios del Estado y del partido en una situación privilegiada respecto de los trabajadores, el salario diferencial y el trabajo a destajo, en suma, el proceso por el cual la renta nacional de la U. R. S. S. llegó a distribuirse en proporciones desiguales, creó las condiciones necesarias para que el sector reaccionario del partido encabezado por Zinoviev, Kamenev y Stalin, la troika famosa, derrotase burocráticamente al sector revolucionario dirigido por el caudillo ahora asesinado.
Ese desplazamiento político de un sector a otro del partido operóse sobre los fundamentos sociales de la revolución, o sea la propiedad nacionalizada, conquista histórica de trascendental importancia, forma de economía necesaria para la transición del capitalismo al socialismo. El contralor de esa propiedad, el gobierno del Estado, ejercíase por la clase obrera a través de los consejos elegidos por los propios trabajadores, los comités de fábrica y del ejército, los sindicatos y el partido. Esta democracia soviética constituía la dictadura proletaria esbozada por Marx, dirigida contra los enemigos internos y externos del régimen socialista.
El bonapartismo soviético
Aislada la revolución por el cordón sanitario que le tendió el capitalismo internacional y por la traición del otro gran sector del movimiento obrero, definitivamente confinada luego por la teoría del socialismo en un solo país, reeditada en 1924 por Stalin, y por las derrotas de China, Hungría y Bulgaria, resultado éstas de la política errónea de la ex Internacional comunista, el primer Estado obrero degeneró progresivamente hasta convertirse en un régimen gobernado dictatorialmente por la burocracia y su jefe. La historia del partido y de la revolución se falsificó, se mutilaron unas obras de Lenin y no se reeditaron otras, se suprimió el nombre de Trotsky, se prostituyó al marxismo y la política revolucionaria internacional fue convertida en mero apéndice diplomático del Kremlin.
En un país en que los artículos de primera necesidad son escasos, en que el desarrollo de la industria ligera es harto deficiente y en que el consumo constituye un privilegio, inevitablemente prodúcese una diferenciación social entre los privilegiados y los desposeídos, se ponen en movimiento las contradicciones de la sociedad soviética. La burocracia, dueña del poder político que ha usurpado a los trabajadores, se erige en árbitro del país, de las diferencias y contradicciones entre los distintos sectores económicos y sociales, es la correa de trasmisión de la influencia capitalista extranjera y el factor de un probable restablecimiento capitalista. La burocracia cobra a los trabajadores una buena parte de la renta nacional, se apodera de la mejor parte de la plusvalía nacional. Suprimidos los consejos y los sindicatos, transformado el ejército en una escala de jerarquías inalterables y el partido en arma omnipotente de la casta dominante, sin la sombra siquiera de una democracia interior, se produce el proceso del bonapartismo soviético.
En junio de 1927, al discutirse en el partido la expulsión preparada por la troika, en un discurso admirable, Trotsky prevé genialmente este proceso y pregunta con arreglo a qué capítulo de la revolución se dispone aquélla a eliminarlo. ¿Conforme al capítulo de termidor? Ahora podemos responder categóricamente. Lejos estaba Stalin de tener razón. Es que a una época de retroceso y de reacción corresponden determinados hombres e ideas. Los antagonismos sociales determinan las tendencias y los sectores del partido, los hombres son representantes de sectores y fuerzas sociales impersonales. No son los hombres ni el partido quienes determinan por modo predominante el curso de la historia ni los choques sociales, sino a la inversa. Así se explica por qué perdió Trotsky el poder. Los políticos burgueses, los pedantes y los renegados miopes y superficiales, explican todo esto con un lugar común que nada explica: la lucha personal por el poder, entre Stalin y Trotsky.
No es que excluyamos en modo alguno el factor personal de la historia. Sencillamente, tratamos de relegarlo a su verdadera posición, ubicarlo en su relación con la evolución de las fuerzas sociales. Por esto mismo Stalin debía ser el jefe del ala termidoriana y bonapartista y Trotsky el jefe del ala proletaria y revolucionaria.
La última emigración
Por esto mismo, el caudillo bolchevique, conociendo las leyes que rigen el desenvolvimiento de la historia, lejos de capitular, en cuanto se ve desterrado se agiganta. Tal vez por un azar que ahora resulta dolorosamente profético, Trotsky mismo llama nuestra última emigración al período iniciado con la expulsión del partido, en noviembre de 1927. Deportado primero a Alma Ata (Asia Central, junto a la frontera china, a 4.000 kilómetros de Moscú), desterrado luego a Turquía, en enero de 1929, Trotsky retoma una consigna de Marx y se transforma en la encarnación personal y política de la revolución permanente. Un hombre, no ya mediocre, sino de condiciones intelectuales y morales, por así decir, corrientes y normales, no habría sido capaz de acompasar, como Trotsky, de tal modo su actividad y su personalidad a las del desenvolvimiento histórico. Ante todo, la comunicación epistolar con los dirigentes comunistas de todo el mundo. Y la polémica. Esa sonrisa de los espíritus privilegiados que es la ironía, esa espada de los espíritus fuertes que es la frase polémica, le sirven de armas.
El leit motiv de su lucha, la base teórica y política de esta dinamo estupenda de Prinkipo, es la teoría de la revolución permanente. El marxismo reemplaza la lógica formal o esquemática por el análisis concreto de la relación y contradicción de los hechos y del pensamiento sociales, esto es, considera todos los fenómenos en su movimiento, en su dinámica, cambio y transición de un estado a otro, la transformación de la calidad en cantidad, y a la inversa. El pensamiento guiado por la lógica formal es abstracto y metafísico y sus términos irreductibles y estáticos. La teoría de la revolución permanente es la dialéctica concentrada. Así, pues, basándose en la realidad de la economía mundial, cualesquiera sean los rasgos que asuman en este o aquel país las llamadas particularidades nacionales, en la arena internacional rigen leyes semejantes de desenvolvimiento histórico, los países retrasados se asimilan algunas etapas de los más adelantados. La decadencia permanente del capitalismo, cuyas crisis cíclicas jamás alcanzan el punto más alto de la curva de ascenso precedente, pone en el orden del día la revolución socialista mundial. La revolución socialista puede realizarse, como en Rusia, en un país retrasado, pero no puede construirse el socialismo, que necesita basarse en la economía y en la técnica mundiales. El proletariado es la única clase que puede llevar a cabo esa gigantesca tarea. La revolución no se detiene en las tareas democráticas, sino que se desenvuelve permanentemente hasta llegar al socialismo, en el plano nacional e internacional. Tal es el carácter de permanencia de la revolución. Los epígonos opusieron a esta concepción la de la limitación nacional y la de la colaboración de clases.
Para llevar al seno del proletariado mundial esa concepción, para rectificar las calumnias y los ataques, para que el abanderado de esos principios tuviese la autoridad necesaria, Trotsky escribe un libro político y polémico ante todo, que algún renegado ha querido señalar como demostración de vanidad personal: Mi vida. Aunque no por ello deje de ser una bellísima creación literaria del hombre que va a dirigir una nueva etapa del movimiento obrero mundial.
La revolución española y el fascismo alemán
A cada una de las etapas fundamentales de la política mundial del presente corresponden otros tantos períodos de actividad teórica y organizativa de Trotsky. Entre 1929 y 1930 publica ¿Adónde va Rusia?, De Octubre rojo a mi destierro, La revolución desfigurada, La situación real de Rusia y El gran organizador de derrotas. Este último es uno de sus trabajos capitales, en el que, sobre el análisis de la economía y de la política internacionales, esboza el programa del proletariado mundial.
Entre 1931 y 1933, esto es, en los años en que se inicia la revolución española y alcanza un desarrollo de masas el fascismo alemán, el organizador de la victoria de Octubre acude con su experiencia y su consejo en ayuda de los trabajadores de España y de Alemania. La revolución española y la táctica de los comunistas, La revolución española y sus peligros, de una parte; Alemania, clave de la situación internacional, La única salida de la situación alemana, ¿Y ahora?, Diálogo con un obrero socialista y numerosos artículos y cartas, de otra, están en el recuerdo de todos los trabajadores avanzados como previsiones acertadas, logradas con ayuda del marxismo. Los que las negaron y propugnaron la siniestra teoría del socialfascismo, oponiéndose al frente único de los trabajadores para combatir al enemigo común, terminaron por aliarse con Hitler.
Bajo la dirección política de Trotsky, se constituye en abril de 1930, en la capital francesa, la Oposición Comunista de Izquierda, reunión de los núcleos de partidarios del marxismo en todo el mundo.
Los estudiantes socialistas y comunistas de Copenhague lo invitan, en noviembre de 1932, a pronunciar una conferencia sobre la revolución de Octubre. Entre la vigilancia policial y los ataques enconados de la prensa de derecha y de L'Humanité, que incita a los obreros a castigarlo, el altivo revolucionario atraviesa Francia y llega a Copenhague. Mi bandera sigue siendo la misma –dice– que aquella bajo la cual participé en los acontecimientos revolucionarios. Pero la G.P.U. anuncia que en Copenhague se ha celebrado una conferencia internacional trotskysta y las autoridades lo expulsan sin más trámites.
Zinaida Volkov, hija del revolucionario, privada por un decreto de Stalin de la ciudadanía soviética, y, por tanto, de la posibilidad de volver a Rusia a unirse con su compañero y su hijo, se intoxica con gas en Berlín. Tiempo antes, sometida a la persecución, habíase suicidado la hermana, Nina.
En Francia y Noruega
El gobierno francés resuelve un día de julio de 1933 autorizar la entrada al país del revolucionario, a quien se había expulsado en 1916 por su actividad contra la guerra imperialista. Después de la derrota de Alemania, de las filas de la oposición lanzóse la consigna de la formación de una nueva Internacional, dándose el primer paso hacia la constitución de la misma durante los días 27 y 28 de agosto de 1933, al suscribir un llamado al proletariado del mundo, los delegados de la oposición, del partido socialista obrero de Alemania y del partido revolucionario de Holanda. El verbo encendido y entusiasta de Trotsky proclamó a los cuatro rincones del mundo la nueva. Y esto le valió nuevamente la expulsión.
En la tregua del viaje anterior, a bordo del Bulgaria, en julio de 1933, había consagrado con una nota bibliográfica a Fontamara, la novela de Ignacio Silone. En la nueva tregua, escribe una emocionante carta al proletariado francés.
El gobierno noruego abre una brecha en el planeta sin visación de pasaportes y deja entrar al revolucionario, que en junio de 1935 radicase en Weksal, cerca de Hönefoss, a 60 kilómetros de Oslo. Los fascistas le asaltan la casa. Efectúase, a puertas cerradas, un proceso en el que Trotsky pronuncia varios discursos que sirven de base a su libro Los crímenes de Stalin. Siguen en Moscú los sangrientos procesos de exterminación de la vieja guardia bolchevique. La G.P.U. asalta en octubre de 1936 el Instituto de Historia Social de París, robando parte de los documentos de Trotsky allí archivados. Mientras el padre se encuentra virtualmente prisionero en Noruega, León Sedov, militante de méritos propios, contesta a Stalin con el Libro Rojo de los procesos de Moscú. Los estudiantes de la Universidad de Edimburgo le ofrecen a Trotsky la rectoría de la misma, que éste rechaza cortésmente, diciendo que debe consagrarse por entero y siempre a la causa de la revolución.
Y, en efecto, en julio de 1936 celébrase el primer congreso por la IV Internacional, cuyos documentos más importantes redacta el mismo hombre que junto con Lenin escribiera las tesis de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista de la época gloriosa.
La G.P.U. presiona al gobierno noruego, que accede a la bochornosa exigencia de expulsar al desterrado. Una vez más Trotsky es el hombre sin visa: ningún país del mundo quiere recibir al revolucionario socialista. El presidente Cárdenas tiene la generosidad y el honor de ofrecerle refugio en el país de Hidalgo y Zapata. El 9 de enero de 1937 llega a Tampico y después de enviarle un telegrama al presidente Cárdenas, en el que le dice que el refugio que le ofrece es tanto más generoso cuanto que es tan grande la diferencia de ideas que nos separa, se pregunta: ¿Qué nos reservará el destino bajo el hermoso cielo semitropical de México?.
El 9 de febrero de 1937 Trotsky debía hablar por teléfono a los trabajadores de Nueva York, reunidos en un mitin para protestar contra los procesos de Moscú. La G.P.U. interrumpió las comunicaciones entre ambos países... Era el primer atentado. Ya en noviembre de 1935 Stalin había hecho desaparecer a Sergio Trotsky. El 15 de febrero de 1938 falleció en una clínica de París, León Sedov. La G.P.U. también participó de esa muerte misteriosa. Fue la única vez en que la voz metálica y firme del viejo león revolucionario tuvo acentos de llanto, no de ataque...
El 24 de mayo del presente año perpetróse el atentado de todos conocido. Siqueiros y tres culpables más lograron huir. Los detenidos restantes se confesaron todos stalinistas y acusaron a los prófugos. Poco antes de fallecer, Trotsky había presentado al juez de Coyoacán un escrito acusando de responsabilidad legal en el atentado a Lombardo Toledano.
El escritor y el polemista
En todo ese período precedente a la muerte, Trotsky trabajó, en pleno brillo mental, en forma infatigable, extraordinaria. La historia de la revolución rusa y el primer tomo de la biografía de Lenin revelan al historiador, al político y al escritor más notable de nuestra época. ¿Adónde va Francia?, publicado en 1936, resumen de sus trabajos sobre las huelgas y la actividad política del proletariado francés en esos años en que todo parecía desembocar en una nueva revolución, es una obra maestra de táctica y estrategia políticas.
Después, La revolución traicionada, Los crímenes de Stalin y El caso de León Trotsky –versión taquigráfica este último de sus palabras en las sesiones del comité de investigación de los procesos de Moscú– son otras tantas exposiciones de economía, política, historia, estrategia y táctica de inmenso valor.
Tanto o más sustanciosos y de enorme trascendencia son los numerosos trabajos, artículos y cartas escritos en las polémicas internas de la IV Internacional respecto al ingreso de la sección francesa en el partido socialista y, últimamente, sobre la invasión de Finlandia y la defensa de la Unión Soviética. El creador del ejército rojo continuaba siendo el defensor inconmovible de las bases sociales que había contribuido a crear, condenando, por eso mismo, la política exterior que la pone en peligro. En esta última polémica los adversarios de la defensa incondicional de la U. R. S. S. negaron el valor metodológico y filosófico de la dialéctica. En la réplica, polémicamente, con un rigor científico admirable, sobre el análisis de datos y hechos concretos, Trotsky nos reveló otro aspecto de su genio múltiple, realizando una exposición magnífica de la dialéctica materialista, un trabajo acabado sobre el marxismo filosófico, preciso en el fondo y bellísimo en la forma.
¡Qué dolorosa impotencia del lenguaje para expresar lo que sentimos aquellos que en la adolescencia llenamos nuestras almas juveniles de admiración por este luchador indoblegable! Vida pura, austera, de pensamiento y acción, sencilla en la pobreza, fuerte en la adversidad, sin la sombra de una concupiscencia con el amigo, implacable con el enemigo, suave y amable con los familiares, amigos y trabajadores, dura con la debilidad, la cobardía y la capitulación, sin el menor asomo de un prejuicio racial o nacional, sin limitaciones estéticas ni culturales, vida plena, arquetipo de hombre. Lo que la pobreza de nuestro lenguaje no puede expresar, lo que el recato de nuestro afecto contiene, lo dice el lenguaje universal de la música, de la sinfonía beethoveniana a la muerte del héroe que resuena en nuestros oídos y vibra en nuestros corazones estos días...
El zapapico del mercenario stalinista que destruyó ese cerebro genial y detuvo el movimiento de ese corazón poderoso, no pudo destruir su obra ni su ejemplo, al servicio de los explotados, de la revolución socialista y del progreso humano. El teórico, político, historiador, escritor, organizador, hombre de acción, maestro y camarada, se ha conquistado su lugar en la historia y en el corazón de los trabajadores conscientes. León Trotsky figura entre los primeros caudillos de la clase obrera, con Marx, Lenin, Engels, Rosa Luxemburgo, Liebknecht, Mehring y Plejanov. Su personalidad admirable y trágica pertenece a la categoría de los genios y héroes universales, a la humanidad.
Buenos Aires, septiembre de 1940.
Antonio Gallo