Explicación y llamamiento a todos los militantes, secciones y grupos de la IVª Internacional

Explicación y llamamiento a todos los militantes, secciones y grupos de la IVª Internacional

Camaradas.

La IVª Internacional era un movimiento mundial pequeño, pero de grandes alcances. Su genealogía anti-termidoriana y su ideología, en conjunción con la etapa actual de la lucha de clases, hacían de ella la continuación natural del pensamiento y la rebeldía ya secular del proletariado en su lucha por un mundo socialista. Desde los comunistas primitivos y Marx hasta nosotros, desde la conjura de los iguales y la Commune hasta la revolución española y las insurrecciones de 1944, pasando por la revolución rusa, la china, la alemana, etc., cuantas batallas han librado los explotados, las condensaba en sí la IVª Internacional. Tenía ademas, sobre las organizaciones obreras anteriores, la ventaja de grandiosas y ricas experiencias recientes; una revolución triunfante el año 1917 y varias fracasadas en decenios sucesivos, el aburguesamiento de los partidos socialistas, la contrarrevolución stalinista y la transformación reaccionaria de la III Internacional, la vasta experiencia de la revolución española y dos guerras imperialistas. En la extrema acuidad de las contradicciones mundiales, todo eso habría permitido a la IVª Internacional convertirse en le organización revolucionaria más sólida y capaz que jamás existiera.

Lejos de aprovechar tan excepcionales circunstancias, los organismos dirigentes las han desperdiciado de todo en todo, ciegos, sordos e insensibles a cuanto hubiera permitido une renovación de la actividad revolucionaria. Debido a eso, diez años después de su fundación formal, transcurridos más de veinte desde la iniciación del movimiento que la originó, la IVª Internacional sigue siendo una organización raquítica. Los más formidables acontecimientos han estremecido el mundo pero, la IVª Internacional no se estremece, ni crece, ni se enriquece ideológicamente. No registra mas que retroceso o parálisis en todos los órdenes. ¿Por qué? Desde arriba os tranquilizan echándole la culpa a las condiciones objetivas, la juventud del movimiento, la escasez de dinero, las ilusiones de las masas en el stalinismo o en Perico el de los Palotes. ¡Pamplinas¡ ¿Dinero? Se ha gastado y malgastado demasiado en los últimos años sin que a nadie aproveche, ni siquiera a quienes lo han manejado. ¿Juventud? Nuestro movimiento no es sino demasiado viejo para la insignificancia numérica y el nivel político en que está. ¿Ilusiones en el stalinismo? Las tiene el Comité Ejecutivo Internacional, más que las masas. Y en cuanto las tan socorridas condiciones objetivas, ¿podrían haberse dado mejores desde 1936 acá? Pero aun suponiendo, contra toda evidencia, que las condiciones objetivos hubiesen hecho imposible el desarrollo orgánico de la IVª Internacional, ¿cómo explicar su acartonamiento ideológico?. Ninguna organización obrera en el pasado tuvo mayor campo de aplicación del pensamiento revolucionario. Por negras que se pinten las condiciones, la IVª Internacional debería ser hoy, si no una potencia orgánica, sí una incontestable potencia ideológica.

Que cada quien extienda la mirada y vea donde estamos, sin taparse de miedo los ojos ni hacer complacientemente la vista gorda. Todos los partidos de la IVª Internacional han sufrido pérdida numérica, algunos han desaparecido, como escamoteados por las condiciones objetivas, otros son expulsados o se rebelan, los que quedan vegetan, tristes, y en el fondo de sus almas inesperanzados, cuando no desesperados; en Alemania, países del glacis, Rusia, así como en la mayoría de las colonias y semi-colonias, donde la situación facilita más la formación de partidos revolucionarios, la IVª Internacional tiene tanta influencia como en la Patagonia. Supongamos, como quieren los consoladores de arriba, que de todo eso no tengan la culpa ellos sino las condiciones objetivas. ¿El estado ideológico de la organización, es mejor? Ni el propio Secretariado Internacional se atrevería e responder afirmativamente, porque el retroceso es no menos grande e innegable que en el terreno orgánico. Ninguna, absolutamente ninguna de las fecundas experiencias de los últimos decenios ha revitalizado su pensamiento. Ante ella desfilan los acontecimientos y se modifican las condiciones de la lucha de clases sin que en su cerebro se refleje ninguna sensación, cual si careciese de sistema nervioso. Su actividad pensante se reduce a parafrasear mediocremente las ideas de los bolcheviques, imitando día tras día su táctica. Pero, sin el arranque combativo de los bolcheviques, profundamente cambiadas las condiciones en que actuaron, el parafraseo y la imitación, de suyo nunca creadores, devienen totalmente estériles y oportunistas. ¡Si al menos hubiesen imitado el derrotismo revolucionario, centro del pensamiento bolchevique y del movimiento revolucionario en general! Pero en ese dominio precisamente, la dirección mundial, complaciente con el partido americano e indulgente consigo misma, se sintió innovadora, hostigada por la gritería anti-fascista. A partir de ahí, la pobreza ideológica y el mimetismo ramplón eran para ella condición de tranquilidad y de mayoría, eran una necesidad. Las pérdidas numéricas, inexplicables en una organización de cuadros salvo por su torpeza política, carecerían, no obstante, de gravedad, si la incapacidad ideológica, alimentada por intereses oportunistas bien definidos, no prohibiese en el porvenir toda recuperación, al menos toda recuperación en un plano revolucionario.

No, las causas de la deplorable situación en que se encuentra la IVª Internacional no son exteriores, sino interiores a ella, se llaman Socialist Workers Party, Revolutionary Comunist Party, Parti Communiste Internationaliste, Comité Ejecutivo Internacional y Secretariado Internacional. Contra ellos y su política, se ha alzado la sección española, que ha terminado negándose aceptar la disciplina de la asamblea llamada congreso mundial. Nuestra indisciplina es deliberada y tiene buses políticas muy sólidas, de las que C.E.I. y S.I. han mantenido en la ignorancia a los militantes. Pero, antes de enumerar las principales conviene hacer una rápida historia del conflicto entre nosotros y la dirección mundial.

Le primera divergencia grave se produjo en 1941, entre el grupo. español emigrado en México y el partido americano. El camarada Munis, en su calidad de miembro del Comité Ejecutivo Internacional, tachó vivamente de oportunista la política del S.W.P. ante la guerra. Su crítica no fue sometido por el S.l. al C.E.I., ni publicada siquiera como material de discusión. Había sido sometida, por el autor y de manera explícita, a discusión en el seno del partido americano. Este la ocultó, igual que el S.I. (los mismos hombres dirigían uno y otro). Pero seis meses después, la editaba en folleto público junto con una larga respuesta de Cannon. Sin ningún derecho, sin contar siquiera con el autor de la críticas, sin que el recóndito Secretariado Internacional abriese la boca, el S.W.P. daba como asunto liquidado lo que todavía no había llegado a conocimiento de uno solo de sus militantes. Violaba así la democracia frente a su base, y simultáneamente la disciplina internacional, puesto que el centralismo de que él usa y abusa cuando le conviene, no le permitía desembarazarse de la crítica de un miembro del C.E.I. ¡Mal se anunciaban las costumbres en el movimiento trotskista, sobretodo teniendo en cuenta la importancia que con la guerra y el triunfo del imperialismo americano tomaba el Socialist Workers Party.

El tiempo iba a agrandar en lugar de disminuir las divergencias. En efecto, la primera crítica de la política del partido americano partía de la suposición que las declaraciones oportunistas durante el proceso de Minneapolis eran un ardid leguleyo, no la política... verdadera del partido de los procesados. Equivocación ingenua. El S.W.P. se atuvo en todo a la despreciable defensa nacional antifascista delineada en Minneapolis, sin que en ningún momento hiciera agitación ni acto de lucha contra la guerra. Por otra parte, su defensa de Rusia era mucho más stalinista que trotskista, a la vez pretexto y embozo de su dejación del derrotismo revolucionario, mientras que sus entusiasmos por Tito y otros héroes de la resistencia nacional lo alejaban por completo de la política revolucionaria. En realidad, a medida que transcurría la guerra el S.W.P. se distanciaba más de cuanto ha de ser un partido proletario. En Inglaterra y América Latina, las letanías antifascistas de su prensa comenzaron e producir resultados perniciosos. Toda la Internacional corría el riesgo de ser contagiada y dominada además por la capacidad económica del S.W.P.

A la necesidad de cortar el paso a los progresos del oportunismo llevando la política americana ente la Internacional, obedeció el folleto El S.W.P. y la guerra imperialista. Apenas lo recibieron, los dirigentes americanos lo archivaron en sus cajones, de donde tome poco se atrevería a sacarlo el Comité Ejecutivo que preparó el congreso mundial. El mismo trato recibieron otras críticas, documentos y proposiciones. Mencionemos -mero ejemplo- lo relacionado con la preconferencia de abril 1946. Hacia dos años largos que el Grupo español en México reclamaba le organización de un congreso y sobretodo le iniciación inmediata de la discusión. Documentos, había más que suficientes, pero precisamente aquellos que el S.W.P. tenía particular interés en no publicar. Además de la política ante la guerra imperialista y ante los movimientos de resistencia nacional, la situación exigía discutir el problema de la naturaleza del Estado ruso y del stalinismo exterior. Importancia igual, si no mayor, adquiría el balance de la revolución española, punto crucial en la evolución de los viejas organizaciones obreras y de la conciencia misma del proletariado mundial. Pero los hombres que en Nueva York hacían de Secretariado Internacional tenían muchas más preocupaciones orgánicas que ideológicas. No veían ninguna necesidad de renovación ideológica, ni querían que el problema fuese planteado; les preocupaba unicamente quién dominaría el congreso mundial y los organismos dirigentes que lo preparasen. Por eso nuestras proposiciones de discusión y sobre la preparación del congreso fueron obstinadamente rechazadas.

Mientras tanto, los ejércitos americanos (hay una estricta relación causal entre eso y la evolución de la IVª Internacional) avanzaban en Italia, Francia, Bélgica, derrotaban a Alemania y estrechaban la mano de los ejércitos rusos. A retaguardia, los hombres del partido americano iban estableciendo contactos y preparando la combinación orgánica que trotaba en la cabeza de los dirigentes neoyorkinos, faena no lograda sin amplio abuso de la buena fe con que cualquier trotskista europeo acogía a cualquier trotskista americano. Cuando ese trabajo de sigilosa preparación orgánica hubo dado frutos, grupos y partidos se encontraron, de golpe y porrazo, ante un hecho consumado -que les fue anunciado por una nota semejante a las del Estado Mayor de los Tres Grandes:

En cierto lugar de Europa acaba de celebrarse una conferencia de la IVª Internacional...,etc.

Sin la menor discusión, enteramente a espaldas de la base, sin que fuesen siquiera consultados los miembros del C.E.I., que discrepaban de la política oficial, la conferencia tomó resoluciones de carácter ejecutivo, nombró une dirección que se arrogó plenos poderes conforme a los deseos de Nueva York y puso proa a la organización de un congreso mundial ad hoc. En suma, fue punto menos que un golpe de Estado.

Desde México, el Grupo español emigrado protestó enérgicamente y exigió en diversas cuartos documentos una discusión completa de los problemas, la celebración pública del congreso, una representación amplia y democrática y un orden del día concorde con los graves acontecimientos sobrevenidos de la fundación de la IVª Internacional, que plantease las divergencias existentes e hiciese cara a las actuales necesidades del proletariado1. Insistimos, porque sabíamos de antemano lo que se trataba de hacer, en que el primer punto del orden del día fuese una discusión amplia de la política seguida por los principales partidos trotskistas ante la guerra y ante los movimientos nacionales en los países ocupados. No admitía la menor duda para nosotros que la IVª Internacional languidecería política y orgánicamente, si su congreso mostrábase incapaz de condenar sin mitigaciones la política del partido americano en primer lugar, la del inglés en segundo, y algunos aspectos de la política del partido francés, los concernientes a las guerrillas y a la liberación. El segundo punto del orden del día reclamado por nosotros con particular interés, era el balance político de la revolución española, indispensable para apreciar el período histórico actual. Unicamente partiendo del internacionalismo y de la principal experiencia revolucionaria desde 1917, podíase abordar la discusión sobre la naturaleza del régimen ruso, sobre el stalinismo en general, situar objetivos y precisar tácticas. Esfuerzo baldío. Todo lo que conseguimos fue hacernos tratar de desleales por los hombres de arriba, para quienes la lealtad participa demasiado del consentimiento político.

El Secretariado Internacional incubado en la conferencia que según ella misma no era conferencia sino pre-conferencia, pero que se convirtió de todas maneras en conferencia, empezó a editar, al cabo de meses, Boletines de Discusión. Así se llamaban unos cuadernos que aparecieron unas 25 veces sin que permitieran discutir seriamente un solo problema, sin que tratasen ninguno de los acontecimientos mundiales de los diez anos anteriores, ni informasen a la base de la política y les divergencias durante la guerra. Hazaña rara, en verdad. En esas condiciones, el congreso mundial empezaba a perfilarse como una grave amenaza para el porvenir revolucionario del trotskismo. Una vez que el C.E.I. hubo establecido las bases para la elección de las delegaciones, con tres derechos diferentes, según los países recibieran el bautismo de grandes, medianos, o se viesen metidos en le morralla de los pequeños, era indudable que al amaño político se añadiría el amaño y el tramposeo orgánicos.

No había más medio de reaccionar contra ese intento, que impidiendo la celebración del congreso. El boycott que desde México propusieron Péret y Munis era una medida urgente de profilaxis, indispensable para organizar después un verdadero congreso y poner la IVª Internacional a la altura de las necesidades políticas. El escrito en que se hacía y se razonaba ampliamente esa proposición fue publicado en español; el S.I. no se consideró obligado a darlo a conocer sino a última hora, después de haberlo hecho maldecir por un pleno del C.E.I. y cuando era imposible que ninguna sección reaccionase a tiempo. Los delegados de algunas estaban ya en viaje hacia el lugar del congreso, la propia sección española, que entonces se encontraba dirigida por hombres que el S.I., considerados leales, se limitó a publicar unos cincuenta ejemplares del documento, más bien como justificación de una sanción disciplinaria contra sus autores. Cinco meses después aún no había empezado a discutirlo.

El congreso español reunido días antes del mundial, no quiso ratificar la proposición de boycott, no por falta de mayoría, sino para evitar una escisión prematura que habría permitido al S.I. atribuirse votos que en manera alguna le pertenecían políticamente. Decidió que sus delegados propusieran a los demás sesionar en calidad de asamblea preparatoria de un congreso verdadero. Para nosotros, la celebración de un congreso tan absolutamente impreparado, o mejor dicho, tan deliberadamente preparado para no discutir lo que importaba, mas la aprobación de los principales textos del S.1. (Informe de actividad, tesis sobre Rusia y el stalinismo y sobre tareas de la IVª Internacional) significaba la ruptura cierta de la organización con los principios revolucionarios. Previéndolo y previniéndose, el congreso español resolvió, de antemano, que la sección aplicase la política por él decidida y que no se sometiese a la disciplina del congreso mundial.

Añadamos, para terminar este somero recordatorio de hechos, que las más importantes resoluciones presentadas por el S.I. a la aprobación del congreso mundial aparecieron cuando ya la mayoría de los delegados habían llegado o estaban en viaje, siendo pues enteramente desconocidas por la base mundial. Esta había podido leer y discutir con detenimiento una sola tesis distribuida en varios idiomas: la relativa a Rusia y el stalinismo escrita por el gárrulo Germain [pseudónimo de Ernest Mandel, NdE]. Pero esa misma tesis fue retirada en el último momento por el S.I. sin que diera de ello razón, y substituida por otra que contenía la muy taimada definición de la propiedad rusa como no burguesa.

El tan venteado congreso mundial, (dos años de preparación, millones de francos gastados, decenas de Boletines de discusión, etc.) fue unicamente el congreso de las secciones dóciles a la política impuesta al S.I. por el S.W.P. Por ejemplo, al camarada Péret delegado de la fracción mexicana contraria al SWP, no le fue aceptado su mandato y ni siquiera se le dio ingreso al partido francés, al que pertenecía desde antes de la guerra. En suma, desde el punto de vista orgánico no fue congreso sino simulacro2, y desde el punto de viste político fue un golpe mortal al porvenir revolucionario de la IVª Internacional.

Ateniéndose a su decisión, la sección española no hizo caso de la disciplina. El nuevo Comité Ejecutivo, constituido sobre la misma base orgánica y política que el anterior, creyó poder llegar a un arreglo con nosotros, consintiendo en que siguiésemos, en lo referente a España, nuestra política y no la suya (república y asamblea constituyente), con tal que aceptásemos la propagación y defensa pública de sus posiciones en todos los demás problemas. Pero las divergencias eren demasiadas y demasiado graves para consentir estiras y aflojas. Si respecto a España nos encontrábamos con dos políticas enteramente diferentes, no se debía a idiosincrasias de allende el Pirineo, sino a que la dirección mundial y nosotros abordábamos de manera opuesta toda la experiencia de le lucha de clases en los últimos decenios, llegando, por consecuencia, e interpretaciones y tácticas inconciliables. Tratárase de las características del actual período histórico, de la evolución y naturaleza del stalinismo en Rusia e internacionalmente, del significado de la revolución española en la lucha de clases mundial, del derrotismo revolucionario o de las guerrillas y la liberación bajo la ocupación imperialista, de la nacionalización de la economía o del control obrero de la producción, tratárase, en suma, de sujetos tan generales como el cometido del proletariado y las relaciones entre clase, partido y dirección, o de sujetos tan concretos como la táctica sindical y la lucha contra le carestía de la vida, la concepción y los resultados prácticos que llegábamos el C.E.I. por una parte, y nosotros por la otra, eran tan dispares que ningún arreglo se hacia posible, salvo renuncia por nuestra parte.

En ese estado el conflicto, el S.I. intentó maniobrar con los escasos hombres leales de que disponía entre nosotros. Quiso dar por nulos los acuerdos del congreso español y convocar precipitadamente otro, sin más objeto que abrogar le decisión anti-disciplinaria del anterior y aceptar la política del congreso mundial, concediéndonos graciosamente el derecho a combatirla en el interior de la organización. La repulsa fue unánime; solo cinco miembros consintieron en acudir a la conferencia española convocada por el S.I., sin que por ello éste se recatase de decidir que la sección española continuaría con quienes se sometiesen a la decisión de su quinteto leal3.

Un congreso mundial convocado sin ninguna discusión de los problemas existentes, ni de lo política de la Internacional durante diez años), sin la menor participación de la base mundial, y reducido todo él a trabajo burocrático de comisiones. De ahí salió una dirección provista de unos estatutos que le permiten hacer y deshacer a capricho en cualquiera de las secciones y desembarazarse de los más graves problemas políticos por medio de un decretillo burocrático. Lleno de autoridad por tal procedimiento, el Secretariado Internacional, desoyendo nuestras advertencias, intentó crear, pronunciando un fiat -como a Dios se le ocurrió hacer el Universo- una sección española a su imagen y semejanza. Pero ningún revolucionario podía someterse a una disciplina que no representaba, en realidad, sino trampa y oportunismo. Aún suponiendo que el S.I. siguiese una política revolucionaria irreprochable, sería de condenar el procedimiento por él empleado con la sección española, pues un conflicto ideológico solo tiene solución satisfactoria por la discusión ideológica, que ha de ser pública y no secreta. Tratándose de nosotros, la acción del S.I. es doblemente condenable y burocrática, por ser nosotros quienes veníamos denunciando que se trataba de impedir una discusión efectiva, a fin de instalar sólidamente en la dirección trotskista a los elementos más representativos del oportunismo. Precisamente porque la denuncia ha hallado verificación plena, el S.I., no disponía contra nosotros de más recurso que la maniobra, el tramposeo y el ukase estatutario. Su debilidad política y su fuerza burocrática, no otras razones, han dictado su conducta. Los mismos elementos se descubren en sus relaciones con otras secciones discrepantes.,

No cesaremos de repetir que el segundo congreso de la IVª Internacional representará una puñalada trapera para el porvenir del trotskismo como organización revolucionaria mundial. Es absolutamente imposible que la política en él aprobada atraiga a las masas. Tampoco puede educar militantes, y el nivel ideológico y combativo de los propios camaradas que ya tenían una formación, bajará a medida que pase el tiempo. La baja es en la hora actual un hecho bien abultado y visible para quienquiera no esté contaminado de ella, porque el oportunismo no ha empezado con el segundo congreso, sino en 1939. Quienes se pretenden Estado Mayor de la revolución mundial, tienen un nivel de social-demócratas provincianos de principios de siglo. Nuestra oposición al partido americano y sus acólitos, los organizadores y triunfadores del segundo congreso, era una lucha por la continuidad revolucionaria del trotskismo. No ha podido adquirir todavía la importancia y la trascendencia que tiene, debido a la atonía actual del proletariado, de la cual participa en noo pequeña, medida la IVª Internacional de los Cannon, los Germain y los da Silva. Pero el triunfo de éstos no se basa en la actividad ideológica y el entusiasmo de los militantes, sino todo lo contrario. Irá viéndose con mayor claridad a medida que el proletariado se desperece. El C.E.I. y nosotros representamos dos épocas. En la historia del proletariado mundial, esa ruptura adquirirá más importancia que la lucha de los bolcheviques contra los mencheviques en los quince años anteriores a la revolución rusa, sin la cual jamás habría existido octubre de 1917.

En efecto, las divergencias son de mucha mayor amplitud mundial y profundidad histórica. Nos referiremos únicamente a las tres principales, origen de una oposición casi general, desde los más pequeños problemas tácticos, hasta los más complicados y abstractos de carácter histórico o filosófico;

  1. Definición y aplicación práctica del internacionalismo proletario;

  2. Naturaleza del período histórico actual a la luz de la experiencia de la lucha de clases mundial, en particular de la revolución española;

  3. Naturaleza de la sociedad rusa y del stalinismo mundial.

No es la primera vez que lo decimos, pero no por eso podemos prescindir de repetirlo aquí: durante la guerra, la IVª Internacional, cuya única expresión política era el partido americano, abandonó por completo el internacionalismo proletario. Una vez consumado el hecho, se dio a rehacer, con citas de Trotski y Lenin truncadas del pensamiento general de ambos, una nueva definición que dejaba el internacionalismo desplumado en simple continuación de la lucha de clases. ¿Qué necesidad habría de hablar de internacionalismo, o de definirlo siquiera, si no se tratara mas que de la continuación de la lucha de clases cual en tiempos pacíficos? En favor de esa continuación, a la que no se puede renunciar sin caer de golpe y con todo el cuerpo dentro de la traición reformista o stalinista, se manifestaron y actuaron, durante la recién pasada guerra, los centristas de todos los calibres, desde los casi revolucionarios hasta los casi nacionalistas. Ni en la propaganda ni en la acción ha habido ninguna diferencia esencial entre ellos y la política oficial de la IVª Internacional, hecho corroborado por la ausencia de denuncia sistemática de la política de les organizaciones centristas. No había nada que denunciar, sin que las piedras cayeran al propio tejado.

Para nosotros, como para Lenin y Trotsky, Marx y Engels, el internacionalismo proletario no puede ser definido mas que como la lucha anti-patriótica y mundialmente coincidente de cada proletariado nacional contra su propio capitalismo. Y en tiempo de guerra, lejos de quedarse en mera continuación de la lucha de clases, ha de elevarse, en cada uno de los conflictos cotidianos, a lucha directa contra la guerra, más concretamente, contra la defensa y la victoria nacional.

Partiendo de una definición centrista del internacionalismo, los hombres que dirigen desde 1940 la IVª Internacional, de una definición revolucionarias nosotros, teníamos naturalmente que llegar a resultados prácticos tan disímiles como un gas deletéreo lo es del oxígeno. Paro la política oficial, la expresión concreta del derrotismo (?) revolucionario era obedecer las órdenes de los gobiernos imperialistas democráticos y no mover un dedo contra la prosecución efectiva de su guerra, ser buenos soldados del Estado Mayor, con el objeto de hacer oír mejor una propagando destinada a transformar la guerra imperialista... en verdadera guerra contra el fascismo. Yendo al fondo de esa posición, no puede uno dejar de decir que Roosevelt y Cannon, o sea el Secretariado Internacional, coincidían contra Berlín divergiendo en los métodos de lucha y en el bourrage de cráne o engañifas. A tal conclusión se llega, sobretodo, una vez visto el empeño de Cannon y el S.I. en rociar de agua bendita su política y darle categoría oficial en el congreso de 1948.

Para nosotros, el derrotismo revolucionario es y será siempre, mientras el capitalismo dure, la acción del proletariado, y en primer lugar de su vanguardia política, contra la defensa nacional. La vanguardia debe esforzarse en organizar manifestaciones y huelgas contra la guerra, particularmente la ocupación de las industrias militares, y en todo momento ha de ligar los movimientos reivindicativos a la acción antibélica. En el frente más si cabe que en la retaguardia, debe destruir sistemáticamente los mitos patrióticos, organizar la fraternización incluso en pequeña escala, y crear entre los soldados la convicción de que su deber no es vencer al enemigo, sino capturar y aniquilar su propio estado mayor. En suma, el derrotismo revolucionario es la propaganda ideológica y la acción de los internacionalistas destinada a conseguir que obreros y soldados vuelvan armas contra sus connacionales gobernantes y den la mano al proletariado de los otros países en guerra. La patria no es defendible de ninguna de las maneras, por más moños anti-fascistas o anti-cualquier cosa que se le cuelguen. Trátese de descarado triunfismo nacionalista o de mentiroso triunfismo revolucionario a la SWP-SI, quienquiera no centre su propaganda y su actividad contra la defensa nacional, traiciona el internacionalismo.

Cannon y el S.I. han conseguido, en el segundo congreso mundial elevar su vergonzante ruptura con el internacionalismo proletario al rango de política oficial de la IVª Internacional y al hacer aprobar el Informe de Actividad llamado Diez Años de Combate. El sofoco deliberado de la discusión previa no tenía otro objeto. Así, mientras nosotros proponíamos que se discutiese la política oficial ante la guerra imperialista, el S.I. llenaba sus Boletines con sujetos tan apasionantes y graves como la entrada o no entrada de los trotskistas ingleses en el Partido laborista, y las fútiles divergencias entre Cannon y Schachtman o entre Frank y Craipeau. El costo de esa operación de embrutecimiento y castración política será la muerte del trotskismo como corriente revolucionaria mundial. Las cosas han llegado, desgraciadamente, a un punto en que no hay otra forma de impedirlo que destituir inmediatamente al Comité Ejecutivo mundial, Secretariado Internacional incluido, anular el llamado segundo congreso, condenar severamente sus resoluciones y emprender una reconsideración política en el sentido indicado por nosotros.

Tal es la más importante de las razones que han impelido la sección española a la rebeldía. Sabemos perfectamente que eso comporta el deber y el compromiso de llegar a la creación de una nueva organización internacional. Pero no podían detenernos consideraciones de número o de dinero. Nada nos detendrá, salvo la destitución del Comité Ejecutivo Mundial y la anulación del sedicente segundo congreso. La lucha por la revolución mundial no puede tener en cuenta mas que consideraciones históricas. A menos que el proletariado fracase en su tentativa de acabar por siempre con la explotación, nosotros y no el trotskismo mayoritario crearemos el organismo proletario de la revolución mundial.

El segundo y el tercer puntos principales de divergencia entre nosotros y los señores de arriba, no son en realidad más que consecuencia del primero, pero consecuencia importantísima. En efecto, si la IVª Internacional se ha mostrado incapaz de interpretar la experiencia de la lucha de clases mundial desde la revolución rusa a la española, igual que de modificar su opinión sobre la naturaleza del estado y la economía rusos, débese a su ruptura con el internacionalismo proletario. La afirmación cotidiana de éste dictaba de la más imperativa manera reconsiderar la defensa incondicional de la URSS, junto con la noción Estado obrero degenerado, y por consecuencia el programa de transición también. Los dirigentes de la IVª Internacional, en cambio, han tenido que asirse desesperadamente a la Defensa incondicional de la URSS y al programa de transición, para echar una cortina de huma a su abandono del internacionalismo. Se vanaglorian constantemente de fidelidad al trotskismo precisamente en lo que éste tiene de menos esencial y duradero.

El segundo punto, la apreciación del actual período histórico, es terreno vedado para los dirigentes cuartistas. Viven ellos en el interregno de las dos guerras imperialistas, calcando día a día la táctica de los bolcheviques frente a los mencheviques. El capitalismo se encuentra, a su juicio, en la misma etapa que durante la década veinte, sin otra novedad que un margen inferior de estabilidad relativa y las nacionalizaciones y la concentración general de la economía siguen preparando las bases objetivas de la revolución social, el stalinismo ha venido a ocupar el lugar de los mencheviques y el reformismo, y cualquier gobierno Thorez, Togliatti o Pasionaria equivaldría al gobierno Kerensky. Las masas están hinchadas de ilusiones en el stalinismo y por consecuencia los revolucionarios. deben ofrecer a éste el frente único para desenmascararlo, pedir que gobierne sin ministros burgueses, como los bolcheviques hicieron con Kerensky, que nacionalice las industrias y la banca y que de a los obreros el control de la producción.

En 1917, todo eso sirvió de palanca al movimiento revolucionario porque correspondía al estado de las diversas fuerzas de clase existentes, al grado de experiencia y a la psicología de las masas. Actualmente es un esquema muerto, que si a alguien puede servir de palanca es a la contrarrevolución mundial, de la cual forma parte el stalinismo. Desde la revolución rusa hasta la española, ha habido una modificación profunda en los elementos constitutivos de la lucha de clases y en la psicología de las masas, que anula casi todas las viejas ideas tácticas. Nos es imposible desarrollar aquí este sujeto en toda su amplitud, pero debemos, sin embargo, indicar lo esencial.

El capitalismo ha entrado ya francamente en su fase de decadencia, aunando en el Estado, el organismo más representativo de la explotación del hombre por el hombre, la concentración de la propiedad y una concentración paralela de la violencia. La linea divisoria entre las clases explotadoras y explotadas ha dejado de pasar en general, -aunque todavía no de manera absoluta- por la posesión privada de los medios de producción. El nuevo lindero lo marca el goce de la plusvalía y el ejercicio de la violencia a través del Estado. No solo está superada la vieja definición del objetivo revolucionario, abolición de la propiedad privada, sino que, en su decadencia, el capitalismo pasará necesariamente por esa abolición. Y, cosa aún más importante, quienes cada día se perfilan mejor como candidatos a la primacía política durante ese etapa, son los líderes políticos y sindicales de las antiguas organizaciones obreras, particularmente los stalinistas. El objetivo de la revolución proletaria no puede ser definido hoy sino como la supresión del carácter capitalista de los medios de producción y del reparto de los productos. Habiendo sido incapaces, los dirigentes de la IVª Internacional, de descubrir el mecanismo de decadencia del capitalismo, ¿cómo iban a crear una organización revolucionaria? Por eso siguen situando el stalinismo, igual que el viejo reformismo, en el campo obrero, cuando en realidad representa una expresión mucho más acabada de la explotación y la violencia capitalistas que la del burgués insaciable y cruel del himno internacional. La revolución española, que clausura todo un período de la lucha de clases e inicia otro, ha preocupado a los dirigentes de la IVª Internacional tanto como las fases de las nueve lunas de Júpiter. En la zona roja española, el stalinismo fue ejecutor directo de la contrarrevolución capitalista, la que puso en práctica y económicamente, por medio de la nacionalización y del control obrero. Su gobierno no se parecía en nada al de Kerensky; representaba una contrarrevolución de un tipo más acabado, más al día con los necesidades del capitalismo mundial, que el gobierno de Franco o el de Hitler mismo. En fin, si los dirigentes de la IVª Internacional no se hubieran negado obstinadamente a reconocer la transformación de las condiciones de la lucha de clases mundial desde la revolución rusa la española (todo por ocultar su abandono del derrotismo revolucionario) tampoco se habrían visto en la vergüenza de aplaudir, en Europa oriental, a la contrarrevolución stalinista. Mientras el proletariado era expropiado y desarmado por medio de la nacionalización y de la penetración de la G.P.U., los dirigentes cuartistas se amotinaban a favor del stalinismo. ¿Qué revolucionario puede considerarse en buena compañía con ellos? En 1917, el programa y la táctica de le revolución democrática, que había sido el de los bolcheviques durante quince años, revelose bruscamente sobrepasado e inútil. El pensamiento y la autoridad política de Lenin consiguieron introducir nuevas ideas, y gracias a eso el proletariado tomó el poder político por primera vez en la historia.. Refiriéndose a la oposición entre Lenin y los bolcheviques leales al antiguo programa Trotsky ha dicho: Todos eran esclavos de viejas fórmulas. En la IVª Internacional, la esclavitud a las viejas fórmulas, reforzada por intereses opórtunistas no muy nuevos y consolidada por el triunfo del imperialismo americano, no ha podido ser vencida por nosotros y los demás núcleos revolucionarios. Pero no serán los votos de un oscuro segundo congreso los que crearán una Internacional.

El problema de la naturaleza del Estado ruso y del stalinismo mundial denuncia con viva crueldad el conservadurismo ideológico en que ha caído el trotskismo oficial. Es inútil buscar en su pensamiento ningún análisis del sistema de producción y distribución ruso. Todas sus ideas al respecto, toda su penetración analítica se reduce en realidad , a ésto: la economía rusa desconoce los burgueses propietarios individuales de fabricas, minas, bancos, tierras, etc., y por consecuencia no es capitalista. Por este procedimiento, al lado del cual el peor materialismo mecánico adquiere visos de dúctil y dialéctico, se ha prohibido a sí mismo reconocer como un hecho el triunfo de la contrarrevolución, mientras no reaparezcan los propietarios individuales. Igual daría afirmar que no lo reconocerán nunca, pues los capitalistas individuales correspondieron a una época determinada de la evolución, que no volverá, pase lo que pase en el mundo. ¿Quién que no se haya acostumbrado, como el C.E.l., a servirse de los ojos para no ver, puede negar hoy que el proceso de desaparición del burgués individual en los más tradicionales países capitalistas está ya considerablemente avanzado, y que el automatismo propio a la decadencia del sistema tiende a hacerlo desaparecer por completo? Si la expropiación de los burgueses y la conversión de los medios de producción en propiedad del Estado por él controlada y dirigida equivaliese a destrucción del capitalismo, entonces, el stalinismo habría tenido enteramente razón contra el trotskismo y sería el más grande edificador de la futura sociedad socialista. En realidad, eso vienen a decir indirectamente, mal que les pese, los dirigentes de la IVª Internacional. De ahí su absoluta incapacidad pera dirigirse a las masas y de comprender las tareas revolucionarias de momento.

La expresión suprema del capitalismo no son los burgueses propietarios individuales de capital, sino un mecanismo determinado de producción y distribución que Carlos Marx definía así:

Las producción de plusvalía, osea la extracción de sobretrabajo, es el contenido específico y el fin de la producción capitalista, prescindiendo de cualquier transformación del orden mismo de la producción a consecuencia de la dependencia del trabajo con respecto al capital.

El Capital, Ed. Cenit, p.215

En efecto, que el trabajo dependa del capital individual, el del burgués, o del capital del Estado, como en Rusia o en las empresas nacionalizadas de cualquier otro país, seguirá siendo trabajo asalariado, mera mercancía, y como tal fuente de explotación. Y los productos en general no perderán el carácter de mercancía que tienen hoy, mientras sea mercancía la fuerza de trabajo, es decir el hombre. Imposible suprimir el capitalismo sin suprimir el trabajo asalariado de la inmensa mayoría de los desposeídos. Capital y salario son formas paralelas e inter-determinadas, como lo son, en otro plano, producción y distribución, reflejo de aquellas.

Precisamente, el triunfo de la contrarrevolución en Rusia se ha efectuado, no por un camino imposible, la vuelta a un período ido, sino mediante el capitalismo de Estado. Todas las lacras, vicios y contradicciones del viejo capitalismo, que la decadencia natural del mismo acentúa, se han encontrado multiplicadas en Rusia, porque la revolución fracasada concentraba todos los poderes económicos, políticos y judiciales, policíacos y distributivos en manos del Estado, el organismo capitalista por excelencia.

Por su parte, los partidos stalinistas de todo el mundo, ¿qué otra cosa son sino organismos ejecutantes del sistema ruso, que por ser una contrarrevolución anti-proletaria representa, tanto y mejor que el viejo capitalismo, los intereses de la decadencia del sistema frente a las aspiraciones generales de los explotados y de la humanidad?

Pero basta. No entra en un llamamiento desarrollo completo. Basta eso para indicar por qué los dirigentes do la IVª Internacional, incapaces de absorber esa tremenda experiencia y la del resto del proletariado mundial hasta la revolución española y fin de la segunda guerra imperialista, condenaon a l impotencia, a la desaparición y al desprestigio, una organización que tenía ente sí el más placentero porvenir revolucionario.

He ahí, camaradas trotskistas del mundo, por qué la sección española no podía someterse o la disciplina del segundo congreso, ni aceptar tratos con el C.E.I. elegido en él. Nos velamos obligados a seguir nuestro propio camino hecia la creación de una organización revolucionaria internacional. Estamos seguros de que, cualquiera. sean las dificultades -y no serán pocas- daremos al fin y al cabo cima a esa obra, porque nuestras ideas concuerdan con el estado actual del proceso histórico y con las necesidades revolucionarias e inmediatas del proletariado. El desarrollo futuro de la lucha de clases mundial dará cada día mayor importancia a nuestros análisis y previsiones. El horizonte del desenvolvimiento teórico y de la acción práctica irá abriéndose ante nosotros, mientras que los meses y los años lo irán cerrando a los esclavos de viejas fórmulas, que ya hoy no pasan de ser malos exegetas.

Otros grupos trotskistas se han negado, como nosotros, a aceptar la disciplina oportunista. Junto con ellos hemos llegado a la constitución de un Comité Internacional de la Izquierda Marxista, cuyo objeto es preparar la convocatoria de una conferencia internacional que establezca las bases ideológicas y programáticas de un partido mundial. Vamos a hacer lo que propusimos insistentemente dentro de la IVª Internacional y que la dirección de ésta ni siquiera se dignó tomar en consideración. No hay conciliación posible entre nosotros y los mayoritarios del segundo congreso. Encallados en el oportunismo y la estulticia, son estériles como las mulas y otros híbridos.

La organización fundada por León Trotsky quedará ineluctablemente muerta en manos de los Cannon, Gabriel, Franck, Haston y da Silva, a menos que sean inmediatamente destituidos y que rápidamente se llegue a la revalorización ideológica y orgánica indispensable, que cada uno tome posición.

París, julio 1949 El Comité Central del Grupo comunista-internacionalista de España4

E. Bilbao, B. Péret, J, Costa, R. Montero, A. Rodríguez, G. Munis.


  1. Véanse los documentos. Decíamos ayer, Otra vez sobre el congreso mundial, Cuidado, La IVª Internacional en peligro!, Carta abierta al PCI (sección francesa de la IVª Internaciónal), Indice de mi deslealtad, Carta proposición, Le manifeste des exégetes

  2. Véase el Informe sobre el congreso publicado en el número 25 de nuestro Boletín de discusión

  3. Paro mayor información sobre este conflicto véanse: ¿Cirugía de urgencia o alfilerazos de picaro? y Razones y acciones del S.I. - Boletín nº23. 

  4. Posteriormente, Fomento Obrero Revolucionario. G. Munis. Nota manuscrita de G. Munis