La IVª Internacional

La IVª Internacional

A Natalia Sedova-Trotzky, mujer vera, mújer doliente, mujer bella del porvenir. GM

Poco después del congreso constitutivo de la IVª Internacional, en 1930, León Trotsky encomiaba:

Al cumplirse el centenario del Manifiesto Comunista la IVª Internacional contará sus partidarios por centenares de miles

El mismo año del centenario, 1948, en otro congreso de la IVª Internacional, la delegación española la declaraba virtualmente muerta y rompía con ella, corridos siete años de política propia y silenciada crítica a los organismos dirigentes, y casi veinte años de filiación a su tendencia. Ese sobrecogedor contraste entre la esperanza y la ruin realidad evoca palabras de Spinoza que el propio León Trotsky citara una vez:

Ni reír, ni llorar, Sino comprender.

No era León Trotsky quien se forjaba ilusiones quiméricas, sino sus sucesores si por sucesión hay que entender la formalidad, en los comités, de una mayoría que ni siquiera ha sido adquirida en buena liza, quienes malograron las posibilidades hasta aparecer en bancarrota, y hoy superfluos como organización independiente.

La gangrena del stalinismo había corroído por entero la Internacional comunista, convirtiéndola en alevoso cepo para el proletariado. Moscú no se contentaba con traicionar la revolución: pervertía y falsificaba las ideas mediante una inmensa propaganda. Cuando adoptó definitivamente la política de guerra que recibió el nombre de Frente Popular, había desaparecido de los Partidos comunistas postrer y ya mortecino resto revolucionario, La continuidad ideológica y combativa del movimiento obrero mundial se refugiaba y fructificaba en el trotskismo constituido en IVª Internacional. Al margen de él, ninguna otra ideología revolucionaria de amplitud mundial subsistía. El anarquismo, en cuento tiene de rebelde y proletario, apagó sus fuegos colaborando con el stalinismo durante la revolución española. Sólo han subsistió de él individuos o pequeños grupos de parecer internacionalista, pero sin neto rigor conceptual, Existía también la vieja tendencia de la Izquierda comunista italiana, de la mejor cepa revolucionaria, aunque sin audiencia ni irradiación en escala internacional.

Indudablemente, a partir de los primeros años de la década [de los] 30, tradición e innovación revolucionarias, salvando las citadas excepciones, moraban y fermentaban en la IVª Internacional. Hoy mismo, de ella y contra ella proceden muchos de los mejores grupos revolucionarios subsistentes. Por otra parte, mientras ocurría aquella recomposición ideológica el mundo se avecinaba inexorablemente a acontecimientos enormes que forzosamente orillarían los pueblos a la insurrección. La existencia de la IVª Internacional como epicentro ideológico y sísmico de la revolución le reservaba, cierto, la adhesión de centenares de miles de hombres, los más alertas y decididos de la gran transformación socialista del mundo. Las palabras de León Trotsky no eran jactancia de parcial, sino deducción estricta de los factores materiales y necesidades humanas en presencia.

Sin embargo, falló la premisa radical de su deducción; la permanencia de la organización dentro del cerco de ideas revolucionarias, más que nunca asediado por los tiros convergentes de reaccionarios y oportunistas. En seguida veremos cómo y por qué.

Críticos soledizos, la mayoría de los cuales resistieron la prueba de los hechos tan mal como lo que sigue llamándose IVª Internacional, atribuyen el derrengue actual de esta a su concepto de Rusia como Estado obrero degenerado, cuya consecuencia es la defensa territorial de ese país. Yerro redondo, cuando no inducido por las mismos culpas oportunistas de sus críticos. Concepto y defensa de Rusia han sido, para los hombres de la IVª Internacional, un emplasto bajo el cual ocultar, con visos de fidelidad ideológica, su inconfesable dejación del más fundamental y trascendente de los principios revolucionarios: el internacionalismo proletario con todas sus exigencias prácticas en tiempo de guerra.

Todavía estaba ausente de la guerra Rusia, cuando en el partido americano (Socialist Workers Party) apuntaron_los primeros síntomas de descarrío. Poco después, ya todo el mundo en la degollina, el S.W.P. retraía deliberadamente las formulaciones revolucionarias contra la guerra imperialista, y se negaba a hacer acto de lucha contra ella. Se justificaba pretendiendo camuflarse al ojo policíaco y adaptar sus tonos a lo receptible por los oídos entonces patrióticos del proletariado. Pero lo más despreciable y al mismo tiempo trágico del oportunismo es que, cortándose el acceso a la educación y la movilización revolucionaria de las masas, no elude, sin embargo, los golpes de la reacción a menos de sometérsele por entero. Así los dirigentes del S.W.P. se vieron sarcásticamente acusados por su gobierno de internacionalismo y derrotismo revolucionario, aquello mismo a que daban esquinazo, y fueron a la cárcel durante año y medio o dos por un delito que tenían la obligación de haber cometido, pero que ellos se guardaron siempre de cometer.

Ante el tribunal militar germano que durante la otra guerra lo acusaba de derrotismo revolucionario y traición a la patria, Carlos Liebknecht exponía, calmo y lúcido, que no siendo la patria sino los sucios intereses capitalistas que habían desencadenado la matanza y la devastación, era obligación de los revolucionarios levantar el proletariado de sus respectivos países contra la guerra; traición a la patria que comportaba la única fidelidad posible a la Humanidad. Y proclamó sin ambages la necesidad de transformar la guerra imperialista en guerra civil.

Los dirigentes americanos del S.W.P. tenían poco de la fibra y la consistencia mental de un Liebknecht. Proclamaron ante sus jueces, no la necesidad de transformar la guerra imperialista en guerra civil, sino en verdadera guerra contra el fascismo. Acusaban torpemente al gobierno americano de incapacidad para dar cuenta de Berlín, y su prensa presentaba estupendos programas para derrotar a Hitler. Las palabras, derrotismo revolucionario les daban grima y les pusieron el veto. Todas las formulaciones internacionalistas fueron cuidadosamente tachadas de revista y periódico, incluyendo la simple voz imperialismo a menos que se refiriese al enemigo nacional. Durante toda la guerra -argumento por sí solo abrumador- no organizaron un sólo acto contra ella, ni tiraron un sólo volante. En fin, comparando su política con la de los partidos centristas de entonces. el I.L.P. inglés y el P.O.U.M. español, la similitud entre ambas llegaba incluso a la identidad terminológica. En una palabra, el S.W.P. substituyo la política revolucionaria por la política burguesa y stalinista del antifascismo, mero truco de leva imperialista gemelo de la hitleriana lucha contra la plutocracia.

Todo eso fue hecho en nombre de la táctica y de la eficiencia educativa. Es costumbre vieja en los oportunistas presentar su abandono de los principios como un practicismo o facilidad dada a las masas, al mismo tiempo que; en momentos de represión, como un legalismo protector insoslayable. Pretenden engañar al enemigo de clase cuando en realidad reciben su influencia; se jactan de educar y ganar las masas, mientras reblandecen el contenido revolucionario de sus propios militantes. Las masas no pueden ser atraídas a los principios y la acción revolucionarias sino por formulaciones y actitudes de la mayor netitud.

El ejemplo del S.W.P. cundió. Poco después de su giro oportunista, la sección inglesa de la IVª Internacional, que había conseguido un desarrollo considerable apoyando las huelgas que laboristas y Trade Union condenaban patrióticamente, fue sometida también a proceso. Su principal dirigente y acusado eligió para defenderse, invocando también razones practicas, el mísero palabreo oportunista del Socialist Worker's Party.

No se comprenderá bien la perniciosa repercusión de estos dos ejemplos sin tener en cuenta que Estados Unidos era entonces sede del Comité Ejecutivo mundial y que debido a la guerra la prensa del partido americano -la del inglés en menor grado- era la única susceptible de llegar a todas las secciones y grupos en los países no ocupados por Alemania y Japon

Pose a todo, se hicieron sentir en seguida gritos de alerta y de indignación. El autor de estas líneas, entonces miembro del Comité Ejecutivo mundial, dio la alerta ya en 1941, al esbozarse los primeros síntomas premonitorios del oportunismo, antes del vergonzoso descaro a que dio lugar el proceso. Después de este, el Grupo español emigrado en Méjico; que comprendía militantes franceses y de otros países, se des-solidarizaba públicamente de la mayoría americana y del Comité ejecutivo, practicando a partir de entonces una política independiente. Al mismo tiempo, redactó un enérgico documento crítico y vindicador del internacionalismo proletario, sometiéndolo a discusión en todas las secciones con vistas a un futuro congreso mundial1. Veremos mas adelante cual fue su suerte. Pero no fue ese el único vituperio del oportunismo. Otros surgieron en la China, América del Sur, en el seno propio del S.W.P. Después se sabría que también en Francia.

Así pues, todavía en plena guerra mundial e indecisa la victoria de un bando u otro, la política de la IVª Internacional principalmente expuesta por el partido americano, aparecía en grave abandono de los principios y tareas internacionalistas. Ese fallo, esa capitulación, cabe decir sin atenuaciones, determinó en los responsables de él un subterfugio deleznable. Siéndoles a todas luces imposible aprontar fidelidad al internacionalismo proletario, se inventaron su propia fidelidad a los principios en la defensa de Rusia como Estado obrero degenerado, mas confortable cuanto que Rusia, tras la amistad con Hitler había pasado e ser la entrañable aliada de las respectivas patrias de los oportunistas.

En la IVª Internacional, la defensa de Rusia nunca fue otra cosa que que una opinión contestable sujeta al contraste de la experiencia. En su seno vivían tendencias radicalmente contrarias a la noción estado obrero degenerado sin que nadie les echase los perros; como hicieron después de su rendición al antifascismo patriotero S.W.P. y comité ejecutivo. En cambio, la carencia de internacionalismo, a mayor abundancia, su abandono durante la guerra, era incompatible con la pertenencia a la organización, pues evidentemente, quienes no se han mantenido indemnes frente a las inmensas presiones y añagazas de la defensa nacional se descalifican para toda acción revolucionaria decisiva. En Nueva York, el internacionalismo de la Cuarta fue descabezado, convirtiéndose la defensa de Rusia en criterio principal de filiación. Las consecuencias de esa contrahechura habían de ser devastadoras.

Seria incompleto lo dicho sin mencionar lo ocurrido en Francia. Aquí, al principio de la ocupación se dio uno de los mas bellos ejemplos políticos de internacionalismo. Militantes de la IVª Internacional franceses y alemanes (movilizados éstos) , publicaron un periódico titulado Arbeiten und soldaten, que abogaba la fraternizacion del mundo proletario indistintamente de fronteras y uniformes, contra capitalismo y guerra. Soldados alemanes fueron fusilados a causa de él, y algunos de sus colaboradores franceses morirían en los campos de concentración nazis. A mi saber, es el primer ejemplo de un periódico revolucionario comunmente hecho, en medio de la guerra, por explotados de los dos bandos imperialistas. Pero no fue ésa, por desgracia, la actitud general. También allí hizo presa el oportunismo en la forma peculiar de resistencia nacional y guerrillas, trasplante a países ocupados de la bien conocida y reaccionaria defensa nacional.

En toda la Europa dominada por la Alemania nazi no hubo ningún movimiento de resistencia nacional, ni una sola guerrilla, hasta el momento de la entrada de Rusia al conflicto. La burguesía se acomodaba plácidamente, y no sin beneficios, al amo de turno. El proletariado resistía y combatía espontáneamente por sus peculiares intereses, frentes a la burguesía nacional y a la ocupante coligadas. El desarrollo de esa lucha propia habría podido conducir, en toda Europa, a la transformación dé la guerra imperialista en guerra civil, forma obligada de la revolución social en condiciones bélicas. Fue la entrada en guerra de Rusia lo que cambió la lucha de dirección, vaciándola de contenido revolucionario. Los partidos de Moscú, días antes en buenos términos con las autoridades nazis, recibieron órdenes de luchar contra el invasor de la patria por ellos innotado hasta entonces, y de organizar la resistencia nacional. Los discursos antes inútiles de de Gaulle en Londres hallaron su primer eco en Francia en el partido stalinista. El gobierno ruso utilizó el prestigio que todavía le quedaba y la potencia orgánica de sus partidos para poner el proletariado al servicio de cada capitalismo e impulsar éste a la alianza con sus aliados, antes mismo de que la burguesía local viese la conveniencia de mirar otra vez a Washington.

En 1914, el salto del socialismo a la defensa nacional ocurrió bruscamente; a la declaración de la guerra. La IIIª Internacional, por el contrario, había efectuado ese paso desde el Frente popular, cinco años antes de la guerra, pero con una característica nueva: Mientras que los partidos socialistas fueron patriotas e incitaron'a la guerra cada uno en su país, los partidos stalinistas eran archipatriotas e incitaban a la matanza en los países aliados de Moscú, practicando en estos últimos una política favorable a los primeros. La razón de esa diferencia se señala solo: mientras la burocracia reformista estaba económica y políticamente ligadá al capitalismo nacional respectivo, la burocracia de los partidos comunistas tenía su liga económica principal. casi exclusiva, en la en la contrarrevolución stalinista rusa. Los intereses imperialistas de ésta, retraídos hasta entonces, se abrían paso también en las resistencias nacionales. Y en ellas, el guerrillero fue su aspecto más falaz, por más encubierto. Ofrecía a muchos hombres de fila potencialmente revolucionarios un desahogo que sin dejar de encuadrarse en la acción práctica e ideológica de la guerra imperialista les consentía, durante cierto tiempo al menos, hacerse la ilusión de que luchaban por propia cuenta. Otra vez la clase obrera entregada al servicio de la garra imperialista, ahora por el Kremlin y en forma mucho más completa y perjudicial qué en 1914 con la IIª Internacional. No era ésta más que un sriviente del capitalismo, mientras que Moscú y sus partidos se representaban a sí mismos como capitalismo de Estado. Gracias a Moscú, el chauvinismo, que en los años anteriores pareciera muerto y desconsiderado, conoció un postrer empuje. Y la mayoría de los trotskistas en Francia cedieron más o menos a su coacción corruptora, confundiéndose, de cerca o de lejos, con la resistencia nacional. En el momento en que la lucha internacionalista a ultranza hubiese podido ser decisiva, al final de la guerra, el proletariado había quedado a merced de las potencias vencedoras. De ahí arranca la lasitud y desmoralización actual de los explotados en todos los países, que hace de ellos presa fácil de cualquier aparato, sea el ejército en Francia con de Gaulle, el aparato stalinista y sindical, o el de la clerigalla con estola constitucional. Y la IVª Internacional, que debió haber desempeñado respecto de la traición stalinista papel semejante al de los bolcheviques respecto de la traición social-demócrata, se esterilizó a sí misma, quedándose más cerca de la resistencia nacional que del internacionalismo proletario.

En el seno de la organización, el oportunismo se vio favorecido por el avance de los ejércitos de Occidente; y también, aunque de otra manera, por el de los ejércitos rusos. Soldados emisarios del partido americano fueron estableciendo contactos con los hombres más representativos del oportunismo en Europa, hasta constituir entre unos y otros un comité ejecutivo destinado a absorber la discusión en la base y a dar por bueno, en un futuro congreso mundial, el vergonzante desistimiento del internacionalismo. Cuando el congreso se reunió finalmente, en 1948, los oportunistas eran dueños de la situación. El congreso no puso siquiera a discusion la política de los diversos partidos durante la guerra, y lo base mundial de militantes no llegó nunca a conocer las críticas formuladas en los documentos arriba citados. La delegación española, que había propuesto el boicot al congreso, y todavía reunido éste, su aplazamiento hasta la realización de una disensión efectiva de todos los problemas, rompió definitiva y deliberadamente la disciplina declarando no poder convivir en una Organización que hacía así baratillo del internacionalismo proletario.

Los últimos meses de guerra dieron lugar a un acceso de euforia entre los oportunistas. A medida que el ejército ruso penetraba en los países después satélites, la prensa de los oportunistas proclamaba el advenimiento de revolución, gracias al carácter proletario de aquél. Mientras tanto, el ejército ocupante se preocupaba, en primer lugar, de meter en cintura a las masas que hubieran podido confundirlo con algo revolucionario2. Integra, afrentosa era la quiebra de los oportunistas. Pero los oportunistas no se sonrojan jamás, y siempre disponen de recursos a habilidosos para seguir flotando y comiteando. Ese es su talento, su ideología su único principio incólume. Se habían aferrado, para ocultar su abandono del internacionalismo, al insostenible criterio del Estado obrero degenerado y de él esperaron hasta el último momento, obtener una justificación a su oportunismo. Pero Stalin tenía otros perros que inflar. Fallidos en su esperanza, se abandonaron sin recato a sí mismos.

Desde entonces, el contenido ideológico y la significación orgánica de la IVª Internacional han ido de mal en peor. Después de haber proclamado el advenimiento de la revolución en todo el Oriente ocupado por los rusos, Señalaron allí la organización del capitalismo do Estado. Pero, como eso les forzaba a admitir su fracaso, empezaron poco después, y todavía sin revolución, a alumbrar no sé que síntomas socialistas, hasta que, finalmente, y aun sin revolución, extendieron credencial de socialistas y Estados obreros a todos los países dominados por Rusia y el stalinismo. Estados obreros degenerados, entendamos bien, que nunca han sido llanamente Estados Obreros. Sin duda los agoreros del oportunismo creen llegado el tiempo mitológico griego en que los hombres, sin infancia ni juventud, habrían de nacer ya decrépitos.

Una organización puede cometer errores y, sin embargo, aumentar, corrigiéndolos, su valor ideológico y su valía revolucionaria. Pero en cuanto los errores no son enmendados, en particular tratándose de errores tan graves como la dejación del internacionalismo, la necesidad de ocultarlos y de defenderse de la crítica cargado de razón, acumula oportunismo sobre oportunismo, maniobra sobre maniobra, corrompiendo las relaciones internas de la organización y nulificando su pensamiento. 'A partir de ese momento no se puede pertenecer como organización independiente, a menos de convertirse, como el reformismo, el stalinismo y los sindicatos, en una fuerza útil al funcionamiento capitalista de la sociedad. Ahora bien, ese proceso de decaimiento y de degeneración está ya cumplido en lo que sigue llamándose IVª Internacional.

Ella misma lo proclama así inadvertidamente o quizás adrede, todo es posible, Surgió a la vida, no por capricho de sus organizadores, sino porque la IIIª Internacional, y en primer término el partido gobernante ruso, vueltos contra el proletariado, eran incapaces de hacer la revolución e incompatibles con ella. El propio León Trotzky reconoció que en este aspecto, como en otros tocantes a Rusia, lejos de precipitarse en ver la realidad, anduvo con retraso. Si por el contrario, como afirman hoy los hombres de la IVª Internacional, el stalinismo, y Rusia más concretamente, son susceptibles de extender la revolución y el socialismo de cualquier que sea, la IVª Internacional no tiene ninguna razón histórica de existencia; es superflua, hay que considerar su fundación misma como un error, y su única tarea consiste en ir coleando tra el stalinismo, más o menos críticamente. A eso esta limitada, de hecho, desde hace años, bórdon y escupidera del stalinismo, según conveniencia de éste.

Sin embargo, le queda un papel posible que desempeñar. en los países dominados por el stalinismo, principalmente en Rusia. Allí el prestigio del trotskismo sigue siento enorme. Los procesos de Moscú, la propaganda gigantesca llevada a cabo durante casi quince años en nombre de la lucha contra él, la calumnia incesante de la que fue objeto bajo Stalin y que sus sucesores mantienen, todo contribuye a hacer del trotskismo una tendencia latente de millones de hombres. Le basta haber sido y víctima constante y demoníaca del régimen para asegurarle de la simpatía de la población en masa. Si mañana -acontecimiento bien posible- la contrarrevolución cediese ante un ataque frontal del proletariado, la IVª Internacional podría surgir rápidamente en Rusia como una organización potentísima. La propia ignorancia política de las nuevas generaciones le permitirá usar de un prestigio que ya no le pertenece. ¿Qué ocurrirá entonces?

Indudablemente, una IVª Internacional revolucionaria aseguraría vertiginosamente la derrota de la contrarrevolución stalinista. Y la importancia política de éste hecho sería tan tremenda que en pocas semanas el proletariado de todos los países, incluyendo Estados Unidos, estaría trance insurreccional. Pero haría falta para ello no dejar piedra sobre piedra del megalítico aparato contrarrevolucionario: policía, ejército, legislación, magistratura, sistema de producción y distribución, y partido gobernante el primero. Harían falta las ideas y el furor revolucionarios de que los oportunistas se han amputado voluntariamente, como por incompatibilidad congénita. Aun llevados al poder por las masas, ellos no sabrían poner por obra más que reformas; 'concesiones del mismo aparato estatal y económico construido por la contrarrevolución, Entrarían en tratos y compromisos con los sectores do la burocracia stalinista menos comprometidos públicamente, y bien pronto aparecerían confundidos con ellos. Querrían expurgar el ejército y la policía, no disolverlos; introducirían el control obrero de la producción; no la gestión obrera completa de producción y distribución; serían conciliantes con los Soviets, que renacerían a pesar de ellos, pero limitarían sus funciones y la democracia en su seno, etc., etc. En suma, querrían regenerar lo' que se trata de aniquilar y tenderían a aniquilar lo que se trata de crear. Por relación a la contrarrevolución stalinista por una parte, y a las necesidades proletarias por otra, ocuparían, cierto; el mismo lugar que Kerensky entre zarismo y revolución. La revolución rusa e internacional habrían de reanudar su marcha contra ellos. Tal. es la posibilidad única de desempeñar un papel futuro a que se han reducido los oportunistas. Ideas obligan.

El abandono del derrotismo revolucionario, la obstinación deshonesta en ocultar las críticas y la negativa final a corregir sin duelo los errores cometidos, causaron la fijación de la IVª Internacional en raquítica organización de monótono giro en torno a Rusia. Por el contrario, defensa y práctica del internacionalismo la habrían llevado, tanto por necesidad funcional como por análisis teórico, a desprenderse de la noción Estado obrero degenerado, habilitándose para las innovaciones ideológicas dictadas por la experiencia. De haber seguido ese camino, por mal que fuesen hoy las cosas, sería una organización revolucionaria de grandioso porvenir. Lo probable es que las palabras de Trotsky al principio citadas se hubiesen visto colmadas al finalizar le guerra, porque, al contrario de lo que generalmente admiten los propios círculos de vanguardia, la guerra última ofrecía más oportunidades revolucionarias que la de 1914-18. Durante meses, todos los estados europeos, Rusia incluida, aparecieron maltrechos y desprestigiados, susceptibles de ser vencidos por una ofensiva proletaria. Millones de hombres armados aspiraban confusamente a una solución revolucionaria, pero no podían ofrecérsela sino quienes, totalmente ajenos a la reaccionaria defensa o resistencia nacional, plenamente percatados del carácter contrarrevolucionario de Rusia y sus aliados por igual, les aplicasen sin distinción el mismo rasero. Todo eso se perdió en la vaguedad y el descorazonamiento. Verdad es que también el enemigo de clase tenía más premeditación anti-revolucionaria. Nada tan transparente, en este aspecto, como lo precipitación que puso el Kremlin en asesinar a Trotsky antes de entrar en guerra. Pero, por su parte, el proletariado, revolucionariamente organizado hubiera podido poner-a la obra una insurrección común a varios países. Susceptible de extensión continental. Los bolcheviques en 1917 no gozaron, ni con mucho, de posibilidades tan vastas. Sobrado distintos de ellos, los grisáceos hombres que se habían hecho cargo de la IVª Internacional, en lugar de precipitarse públicamente a la organización insurgente de las masas hacían proposición tras proposición de frente único al stalinismo, cuya única preocupación era rechazar al proletariado levantisco;, al mismo tiempo que organizaban su congreso mundial en una clandestinidad que nadie les imponía. Digo mal, se la imponían sus propios exigencias oportunistas.

La defensa del internacionalismo contra la traición social-demócrata constituyó, a partir de 1914, la contraseña y la batalla principal de los revolucionarios. Hoy que el internacionalismo está más pisoteado que nunca la IVª Internacional no sabe ya que hacer con esa idea, apenas la nombra y cuando por acaso lo hace, deja como un regusto de las añagazas imperialistas del Kremlin. Mas las necesidades internacionalistas del proletariado no dan marcha atrás, ni permanecen siquiera inmóviles, por muy fuertes que sean las presiones reaccionarias delicuescentes o prevaricadora la actitud de las organizaciones. Así, el internacionalismo proletario, que fuera del análisis teórico y de la formación de la consciencia del revolucionario no encontraba antaño casi más aplicación práctica que durante la guerra, hoy se hace indispensable en plena paz, cotidianamente y de múltiples maneras. La lucha inmediata del proletariado contra su enemigo más próximo, sea burgués o stalinista, no puede ejercerse más que ilusoriamente sin estar impregnada de internacionalismo. Las propias reivindicaciones económicas necesarias hoy, son indefendibles, incluso informulables sino basándolas directamente en el proletariado mundial como sujeto y objeto de las mismas, y sobre todo como aniquilador de las barreras nacionales, los ejércitos, la producción de guerra, la economía de capital y salarios. El internacionalismo revolucionario, con todas sus consecuencias, ha de hacer aparición en la fábrica, donde los adiestradores paramilitares de los dos bloques colocan al proletariado, como una camisa de fuerza, sus respectivos uniformes.

En torno al internacionalismo, al temple de una lucha pertinaz contra los dos bloques se poblará el lugar hoy desierto de una organización revolucionaria a la altura del Hombre actual y de envergadura planetaria.

Junio 1959 G. Munis.


  1. Se trata de un opúsculo titulado El SWP y la guerra imperialista publicado en español por cuenta del grupo emigrado en Méjico. 

  2. El Times de Londres informaba después, en fecha que lamento no reecordar, que en muchos sitios de la zona rusa, igual que dé la americana, los obreros se apoderaban de las amas, ajustaban cuentas a los reaccionarios y ocupaban las fábricas. Y añadía que los rusos, ni mas ni menos que los occidentales, hablan desalojado de las fábricas y desarmado a los obreros. Eso cuando no recibían directamente de las autoridades nazis las riendas del orden.