Sobre el 25 de abril

Sobre el 25 de abril

¡Fuera ejércitos; abajo el capitalismo! En Portugal y en España, en Mozambique, en Angola, en Guinea

La irrupción de los militares portugueses en el primer plano político ha dejado boquiabiertos a todos los comentaristas de la situación mundial, los más revolucionarios comprendidos. Entraba, sin embargo, dentro de posible y hasta de lo muy probable. Repetidamente, Fomento Obrero Revolucionario ha alertado contra ella. Por lo que respecta a España sobretodo, situación muy similar a la de Portugal, todavía nuestro número del tercer trimestre de 1972, casi dos años antes de que apareciese la Junta portuguesa, Alarma insistía:

En realidad, lo que buscan Carrillo, Líster y demás es que el clero, la burguesía, y sobretodo el ejército, tomen la iniciativa de su huelga nacional. Cuando Carrillo se esfuerza tanto en exculpar al ejercíto de los crímenes y de la corrupción del régimen, es que cuenta con él para impedir que los trabajadores se desmanden en son revolucionario. El ejercito en la calle y la población en masa aclamándolo; he ahí la imagen del cambio de régimen en la mente de esos pseudo-comunistas"1.

El holgorio no ha tenido lugar, aún, en España, pero lo mismo da escribir Carrillo que Alvaro Cunhal2. El mismo escamoteo político está apalabrado con los mílites franquistas desde antes de que se produjese en Portugal, si bien ahora es posible que adopte forma más velada. Individuos y partidos de tal jaez están de antiguo bien amaestrados para contrariar la marcha de la revolución y prolongar la vida del capitalismo. De víctimas más o menos aparentes pasan en un periquete a la situación de verdugos, su recóndito natural.

Mas no son las características personales de cualquier Carrillo ni de este o aquel Cunhal las que han permitido a nuestra tendencia atinar con la precisión y la antelación citadas, sino una apreciación exacta del momento histórico y del enclave de los partidos stalinistas, con los individuos adecuados como factor actuante, dentro de la contraposición mundial capital-salariado, por una parte, y por otra, consecuencia de la primera, dentro de la rebatiña interimperialista. Bajo el mismo prisma hay que considerar ahora los sucesos en Portugal, el nacionalismo de las colonias y lo que está fraguándose en España.

El hecho escueto de abril ha sido este: al soplo leve de unos militares hechura de Salazar, servidores de Salazar, el régimen dictatorial de éste se esfumó. El sistema social continua intacto, con la misma economía, el mismo Estado, la misma legislación, los mismos engañabobos sobre la salvación nacional, la prosperidad nacional, la unión nacional mediante la paz entre el capital y el trabajo (zapatero a tus zapatos; capital a tu plusvalía).

Primera razón inmediata de esa pirueta política es la extenuación del capitalismo portugués, de suyo flaco, por el desmesurado esfuerzo en retener sus colonias africanas. Cuando todos los imperialismos occidentales han dado jurídicamente suelta a sus posesiones, Portugal, semi-colonia él mismo, conservaba un vastísimo imperio. Tanto las grandes potencias como los nuevos Estados africanos se esforzaban en abrirlo a sus capitales y a sus miras estratégicas, derecho de los pueblos por grito. A la retardataria metrópoli no le quedaba otra salida que consentir también la secesión de las colonias, procurando salvar algunos tiestos rotos mediante la negociación. Es lo que han venido a hacer la Junta Militar y sus adláteres,

La segunda razón inmediata está en la usura extrema del régimen salazaresco. Odiado en el interior, desprestigiado en el exterior, pedía la maniobra de su sacrificio, de un cambio gubernamental anodino socialmente, que aplacase una ira generalizada, susceptible de estallar en rebelión. Convenía dar a las multitudes, en lugar de armas a empuñar, claveles para aclamar como libertador al principal torsionario durante medio siglo. Así se conjugaba el traspaso de poderes a efectuar en las colonias con el de la metrópoli misma. Allí se trataba de salvar determinados intereses del capitalismo portugués; aquí de preservar y afianzar el propio capitalismo portugués.

El enjuague fue bien logrado y sigue su curso hasta ahora. El proletariado en cuanto clase con perspectiva histórica e intereses particulares, ha estado tan ausente de lo sucedido en Portugal somo de los diversos movimientos nacionalistas, armados o civiles, y en el fondo por motivos iguales. No obstante, lo que se destaca como causa inmediata de la ruptura del equilibrio anterior es casi siempre contingente, si no falaz. La causa real, profunda, discurre de tiempo atrás por todos los vericuetos de la estructura social. Así, la usura del régimen salazaresco no ha hecho sino ocultar, por su propia evidencia, la usura del sistema capitalista. Otro tanto ocurre en España con el franquismo, Franco y Salazar pretendían solucionar los problemas del capitalismo. Toda la ferocidad de la represión no ha servido más que para replantearlos agravados. Porque ni la inmovilización policíaca de la clase explotada, ni su libertad de organización en el marco de la democracia al viejo estilo occidental, permiten resolver los problemas creados por el capitalismo. Es su estructura social básica, su existencia en cuanto sistema de producción y de asociación, la que está tiempo ha en mortal contradicción, no ya con el proletariado sólo, sino con la Humanidad entera. La solución a todos los problemas empieza pues en la supresión del capitalismo.

Las colonias no constituyen excepción, por mucho que pervivan en ellas formas de producción pre-capitalistas. Hoy se puede pasar a la organización del comunismo incluso a partir de la tribu. La técnica necesaria está presente. Mejor, no puede ser utilizada en toda su plenitud creando industrias que funcionen asalariando la fuerza de trabajo y que produzcan mercancías; precisase para ello que creación y producción industrial sean función directa de las aspiraciones materiales y culturales de los interesados, es decir, de la mayoría abrumadora de la población actual. Los movimientos nacionales, por el contrario, se proponen someter esa mayoría a la condición de obreros racionados por un salario, pues ellos mismos son un gajo del capitalismo mundial y su mueca mimética al mismo tiempo.

Con todo, la clase obrera se ve llevada, por su propio instinto defensivo, a chocar con el Movimiento de las Fuerzas Armadas y sus compinches. Las primeras escaramuzas han tenido lugar ya: huelgas reprimidas o rotas por el partido de Moscú, manifestaciones disueltas a tiros, acusación calumniosa de los huelguistas por los hombres de la Junta y por Cunhal en persona. La oposición de intereses y tendencias entre la población explotada y la coalición gobernante tenderá a ampliarse con altibajos, hasta rebelarse irreductible. Y la clase trabajadora, hasta ahora utilizada como mero elemento coreográfico, manifestará su independencia en ese proceso, cuyo desenlace no puede ser otro que la muerte del sistema o una nueva sujeción absolutista.

Importa poco, caso de subyugación del proletariado, que el látigo quede en manos de representantes del imperialismo americano, o de cualquier limpiabotas del imperialismo ruso. Tampoco la alacre variante china cambiaría la condición económica de los trabajadores ni su opresión política, dicho quede precautivamente, a pesar de su improbabilidad. Por el momento, todas esas carátulas del sistema capitalista mundial aúnan fuerzas y argumentos con ejército, la representación mas genuina de su faceta lusitana, con el empeño de mantener éste a flote. No se disputarán la presa mientras el proletariado no esté fuera de combate, como ocurrió en Chile,

La lucha revolucionaria está por venir, fermenta con la consciencia de las masas a medida que van dándose cuenta de que son víctimas de un timo. Coalición gobernante y trabajadores entrarán en conflicto abierto. Lo que les forzará a ello es muy simple. Los coligados tienen por objetivo, antes que nada, sacar la economía del marasmo en que la ha metido el régimen anterior; en segundo lugar, industrializarla, modernizarla, hacerla competitiva en el exterior. Para conseguir lo primero les es necesario imponer una disminución del nivel de vida de los trabajadores, es decir, de la parte del producto de su propio trabajo que ellos mismo consumen. Así se reabsorberá la inflación, aumentarán los beneficios del capital y la suma a capitalizar con nuevas industrias. El trabajo dominical gratuito solicitado, si no impuesto por el gobierno, representa por sí sólo centenares de millones de beneficios semanales para el capital. Militares y stalinistas han querido convencer así a la propia derecha que llora a Salazar, de su aptitud para forzar la productividad obrera y con ella el restablecimiento de la economía nacional. Así la dimisión de Spinola3 no sólo fue indolora para esa derecha, sino un buen negocio para todos los capitalistas.

La meta a más largo plazo, la de industrialización, pondría en juego el infame sistema de salario base y destajos, de bonificaciones, primas horas extra, etc., que agrava en proporciones gigantescas la explotación sin dar a los trabajadores sino una minúscula parte del producto acrecentado de su propia labor, Por añadidura, tal objetivo no puede ser alcanzado sino por métodos totalitarios, en lo económico tanto cono en lo político, en el trabajo tanto como en la calle, en consonancia con el gran capital monopolista y con el capitalismo estatal.

Dichos métodos han empezado a ser aplicados cuando los trabajadores, creyéndose favorecidos por el gobierno democrático, se lanzaron a la huelga reclamando importantes aumentos de salario. El gobierno, no sólo se opuso, sino que inventó la patraña de aumentos deliberadamente concedidos por las compañías, a fin de agravar la situación económica. La tal situación es, principalmente la de esas mismas compañías, a las cuales la coalición gobernante se presenta como su flamante, eficaz, gendarmería, lo que explica una calumnia tan burda como vil, Pero era también confesar implícitamente una verdad importantísima, o sea, que dentro de las relaciones económicas existentes mejoría de la clase trabajadora significa peoría del capitalismo, y que la mejoría de éste empeora la situación de aquella.

Ahora bien, la clase trabajadora no tiene por qué resolverle al capitalismo una crisis cualquiera, ni aun ayudarle a salir de apuros, Haciéndolo se apretaría ella misma el dogal al cuello. Su lucha es contra el capitalismo y la solución a sus problemas está en destruirlo. Todo programa anti-crisis es reaccionario, función del capital. Y si por ahora la mejoría de su situación cada obrero se la represente en forma de aumento de salario, es porque dentro de las relaciones capitalistas todo lo necesario a la vida hay que comprarlo, porque la capacidad de compra depende de la cuantía real del salario obtenido por venta de la fuerza do trabajo, ancestral mecánica. Pero, si todavía se conserva el hábito de ver así la mejoría del nivel de vida en general, es porque la perspectiva de supresión del capitalismo y del trabajo asalariado, dos aspectos del mismo acto revolucionario, ha sido intencionalmente borrada de la mente del proletariado por aquellos mismos que continúan diciéndose partidos comunistas.

De todos modos, yendo en pos de la mejoría de su situación —más consumo con menos trabajo—, los trabajadores irán percatándose de que no es posible sino expropiando a quien da la paga: el capital, represéntenlo individuos, compañías o Estado, y decidiendo ellos mismos el tiempo de trabajo necesario, la disminución de la jornada laborable y el aumento de su consumo con la parte leonina de los productos que el capital se apropia como beneficios y para los gastos de ejército, policía, armas, burocracia, etc. Ese impulso forzará las masas trabajadoras a rebelarse contra la coalición militaro-staliniano-burguesa. Unicamente él permitirá hacer frente al capital portugués e internacional. En su defecto, no queda sino agachar la cerviz y dar el músculo a mayor trabajo para resolverle las dificultades al capital.

El lote de desarrollo capitalista y de industrialización que los avatares de la historia han hecho recaer sobre Portugal es diminuto. Pero así ha llegado, con toda su ruindad, hasta el presente, cuando la industrialización en su totalidad mundial, lejos de favorecer el desarrollo de la sociedad, lo impide, corrompe aquello mismo que puede darle nuevo vuelo (saber, ciencia, técnica, libertad), asfixia e la Humanidad expandiendo su ponzoña química en productos y naturaleza, y su ponzoña mental desde todas la antenas culturales, amén de la amenaza incesante de exterminio por la guerra. Es la degeneración de cuanto validaba la existencia del capitalismo tiempo atrás, lo que pone en movimiento a la clase trabajadora, en Portugal como en España, en las colonias igual que en Estados Unidos, en Rusia, en China o en la India, Porque no se trata hoy ni se tratará mañana de una de las múltiples crisis de sobreproducción debidas al funcionamiento caótico del sistema, sino de algo mucho más importante y grave. Se trata de una contradicción que el capitalismo ha ido agrandando y tensando paso a paso, en proporción a su propio crecimiento mundial, comparativamente a la cual, su desmayos cíclicos son menudas averías de trayecto.

Siendo la producción capitalista una producción de mercancías, o sea, condicionadas en cantidad y en calidad por la venta de los productos, restringe el consumo material y las posibilidades personales de la mayoría. Impide así el desenvolvimiento de ésta, pero garantiza así también a una minoría social la manipulación de toda la riqueza creada por el trabajo, con ella privilegios económicos fabulosos y un despotismo político irrestricto. En una palabra, estamos en presencia de un conflicto entre un sistema industrial limitado y pervertido, y la necesidad de ajustarlo a los múltiples requerimientos materiales y culturales de quienes lo ponen en movimiento. Es el postrer conflicto del Hombre contra su propia explotación por otros hombres. Cualquiera sea el grado de industrialización, todos los países están en el mismo caso.

Por relación a semejante conflicto, único presente, resumen de todos los secundarios, tomen el aspecto que tomen, la consciencia de la clase trabajadora, y aún la de sus grupos de vanguardia, anda muy rezagada. El rezago tiene su explicación plena en la marcha negativa de la lucha de clases mundial durante el periodo inmediato anterior4. No cabe sino constatarlo, y comprender que sin él Portugal o España, Mozambique, Abisinia o Perú, ningún movimiento de Fuerzas Armadas, ningún partido venerador de Moscú o de Pekín encontraría manera de urdir su estafa política.

Por muy grande que sea el retraso de la consciencia —y lo es—, la naturaleza del conflicto sigue inalterada y continua agudizándose. Porque no admite mengua alguna ni otro arbitrio que poner la totalidad de la producción en consonancia con sus propias posibilidades técnicas, muy adulteradas y limitadas hasta la coerción por el trabajo asalariado y el capital. Todo otro proyecto le industrialización comporta endurecimiento del capitalismo, particularmente en la forma estatal que los falsarios denominan socialista. Al margen de la revolución comunista, todo, sin excepción alguna, es más o menos reaccionario.

La actividad obrera ha de ir orientada a un movmiento que abarque al proletariado portugués y español, más los explotados coloniales, en pro de un derecho de los trabajadores a disponer de sí mismos, por encima de la nación, que es y no puede ser sino la nación de los explotadores. Por primera vez se tiene ocasión de una lucha común, con igual norte y simultánea, en la metrópoli y en las colonias. Pero la ocasión se perderá si los trabajadores se ven maniatados por la coalición militaro-staliniano-burguesa y por sus diversas variantes nacionalistas. Sin erguirse contra ella, otra PIDE tomará pronto el relevo de la de Salazar-Caetano.

Que los revolucionarios al menos sepan organizarse y llamar en tal sentido a los trabajalores. Por mucho que militares stalinistas en Portugal, sus caricaturas de tal o cual Frente en las colonias, parezcan dominar o dominen de veras, sus proyectos son demasiado reaccionarios para no suscitar la aversión general de los explotados. Y por otra parte, el proletariado internacional, que empieza a despabilarse de un largo sopor, no dejará de entrar en liza. Evidentemente, el proletariado portugués podría acortar el plazo derrocando a sus nuevos gobernantes capitalistas, lo que precipitaría la revolución en España, en Europa, en las colonias, y allende, hasta los Estados Unidos, Japón, Rusia, China. Más, aunque por el momento quede sujeto, no estará vencido, ni mucho menos, porque todavía no ha librado batalla. El proletariado español acudirá pronto en refuerzo del portugués. No sólo tiene mucho mayor peso por su número, sino también una rica experiencia revolucionaria que por sí sola contiene el germen de la victoria de los explotados frente a sus enemigos descarados tanto cono frente a los encubiertos. Es la experiencia del armamento obrero, de la disolución del ejército y de la policía, de la gestión obrera de la producción que iniciaron las colectividades de 1936, de la destrucción del Estado capitalista que emprendieron los Comités-gobierno; es también la experiencia de la sublevación de Mayo en Cataluña, sublevación contra el partido de Moscú que estaba asesinando por la espalda la revolución, y que finalmente aseguró la victoria de Franco... y la continuidad pacífica de Carmona-Salazar.

La unidad de Portugal y España es una perspectiva cercana. No será una repetición de la del tiempo de Felipe II, sino una unidad del proletariado y para el proletariado, que comporta la disolución de Portugal y de España en cuanto zonas político-geográficas de explotación, en la revolución comunista mundial, en la desaparición de todos los cotos nacionales de explotación. Pero el primer paso en tal sentido tiene que ser la agrupación de los revolucionarios en una organización actuante que haya asimilado la trágica experiencia pasada y que vea la revolución como necesidad inmediata, al mismo tiempo que como contra-medida del proletariado a todos y a cada uno de los aspectos de la sociedad capitalista. La revolución es el choque decisivo de porvenir comunista contra la vieja civilización bien adentrada ya en su fase degenerativa. La conciencia revolucionaria procede de las contramedidas a tomar para acabar con esa civilización de esclavitud, procede de los problemas creados por su propio crecimiento, no de cualquier tropiezo del mismo, cúal es la llamada crisis de sobreproducción. En suma, esa consciencia no la adquirirá el proletariado porque gran parte de él se vea privado de selario, sino ha de forjarla en el combate abierto contra las condiciones económicas y políticas, contra el genero mutilador de vida que le impone su trabajo asalariado precisamente.

Luchar por la unidad revolucionaria del proletariado peninsular, y del colonial, es la única manera de luchar por la unidad revolucionaria del proletariado mundial. Para ello es indispensable hacer frente con clárida saña a los representantes del capitalismo de Estado, tanto como a los del capitalismo privado; a los Cunhal, Carrillo, Lister, no menos que a los viejos y bien conocidos figurones reaccionarios y a cualquier Junta Militar.

O la revolución comunista o una nueva tiranía del capital. No hay otro dilema

Alarma nº 28, primer trimestre de 1975

Última hora: Sindicato único, capitalista único, partido único.

La decisión del gobierno portugués de instaurar una sola central sindical, impuesta por decreto, tal como habría hecho Salazar, es mero prolegómeno de la tendencia a establecer el capitalista único en un Estado regido por el partido único. Es tendencia natural del sistema, más neta hoy en los países atrasados que en los adelantados, y sobretodo, es meta consciente de todos los partidos pro-rusos y pro-chinos.

Si los sindicatos en general solo sirven hoy para entorpecer incluso la defensa inmediata de la clase obrera, la Central única se convierte, en toda la extensión del término, en un presidio para los explotados. Cunhal dice: no hay que dividir a la clase obrera, debe entenderse: ningún sector de la clase obrera debe tener libertad de criticarnos, combatirnos, organizarse y actuar a su guisa.

El partido de Cunhal sabe mucho mejor que los militares, a quienes está dando lecciones, cómo cortarle alas al proletariado y cómo machacar, si se produce, una tentativa revolucionaria. Es un teorico de la contrarrevolución. Sus congéneres de otros países han dado más de una prueba de aptitud en tal sentido, sin ir mas lejos en la España de 1936-39. .

Trabajadores portugueses: os están echando encima nuevas y más sólidas cadenas. ¡Organizad la respuesta, rebelaos!

Alarma nº 28, primer trimestre de 1975

En Portugal: ¿Qué hacen los revolucionarios?

Es superfluo comentar el aval dado por los partidos gubernamentales a los militares para supervisar la futura constitución y todas las decisiones de gobierno; no menos inútil comentar el resultado de las elecciones,sin ningún valor siquiera como comicio democrático-burgués. Seis palabras bastan para definir la situación: el ejército se arroga la dictadura. Y los partidos que desempeñan funciones de gobierno, o simplemente sindicales, son partícipes de la dictadura militar, sin que importe quien va a engañar a quien, ni cual camarilla eche en fin de cuentas la zarpa sobre el todo5.

Para que eso ocurra, es preciso que antes el proletariado retroceda en lugar de avanzar por el camino de su lucha de clase. Signos de pugna en tal sentido no falta, y seguramente se producen más de los que llegan a conocimiento del exterior. Pero, ¿donde están y qué hacen los revolucionarios portugueses, por escasos que sean? Digérase que viven soterrados en la clandestinidad, cual en tiempos de Salazar. Habrá, sin duda, quienes aprueben esa actitud como prueba de sabiduría táctica. Nosotros la consideramos negativa y hasta suicida. Nunca ha habido en Portugal oportunidad mejor, posibilidades mayores para los explotados. Los revolucionarios tienen la obligación de clamar su pensamiento en las cuatro direcciones, legal o ilegalmente, pero siempre sin temor de hablar en público a los trabajadores. Es indispensable preparar una gran arremetida del proletariado contra el tinglado gubernamental, que se hará dada día más y más y oprimente. Si quienes tienen consciencia de ello se muestran incapaces de concertarse y salir a la plaza pública en reclamo de organización revolucionaria de la clase obrera, es que están lejos de ser ellos mismos revolucionarios.

Alarma nº 29, segundo trimestre de 1975

Lo que pasa y lo que no pasa en Portugal

Desde hace año y medio que el ejército salazarista ocupo el poder en son de Movimiento de las Fuerzas Armadas, la prostitución del lenguaje se extiende cada día más. Un ejército reaccionario y semifascista, la mayoría de cuyos jefes y oficiales son responsables de toda suerte de atrocidades en las colonias, y que en Portugal mismo han respaldado la represión de la PIDE, se proclama súbitamente investido, como por derecho divino, de una misión revolucionaria. Y todos los partidos, los burgueses, los stalinistas, los mal llamados socialistas, los izquierdistas, caen a sus pies hipnotizados, sin voluntad ni objetivos propios. El Movimiento de las Fuerzas Armadas se erige en propietario del poder y en arbitro absoluto, incontestable e incontestado, de todos los conflictos. Habla de revolución, de democracia pluralista, de socialismo, se adosa gubernamentalmente los partidos de Cunhal y de Soares, recluye a la clase obrera en la central sindical única, recibe el homenaje de partidillos y grupos trotzkizantes, acratizantes, y hasta ultraizquierdizantes. La cabeza de la serpiente ha mordido el rabo, formando un cerco político sin intersticios dentro del cual esta apresada la muchedumbre de la clase trabajadora.

Añora bien, los conflictos sin excepción, desde el que provocó la huida de Spinola hasta la falsa insubordinación de la tropa (soldados unidos vencerán) corren de la cabeza al rabo o del rabo a la cabeza de la bicha. Coinciden intereses actuales y proyectos de sus diversos componentes, y precisamente por ello no rompen la solidaridad de los mismos frente a la muchedumbre de la clase trabajadora; muy al contrario, tienen por objeto decidir cómo y por quiénes principalmente esa muchedumbre ha de quedar nervio roto y boca cerrada, sujeta al orden, en una palabra. De esa pugna, única verdadera en el seno de la coalición gobernante, el mas constante y claro exponente es el regateo entre los partidos de Soares y de Cunhal, que da también su configuración a los regateos entre militares. Por su parte los izquierdistas se suman sin lacha a uno u otro bando, cualesquier reservas hagan.

Pero ni unos ni otros dejan de hablar de democracia, alianza del ejército con el pueblo, revolución, socialismo portugués, etc. Es que el capitalismo ha alcanzado un punto de crecimiento mundial y de degeneración tan extremados, que para alejar el momento de su destrucción, le es indispensable engañar al proletariado, haciéndole creer que el socialismo es la expropiación de la burguesía y de los monopolios. De esa falsificación fundamental tocante a la realidad material del socialismo, se desprende la necesidad permanente de falsificar cada idea, cada noción, cada hecho, y el imperioso designio de mantener a todos los explotados en la ignorancia completa de lo que es revolución y socialismo. De revolución no existe en Portugal siquiera un conato, de socialismo ni brizna, ni tan siquiera proyecto. Jamás existirá ejercito o Movimiento de Fuerzas Armadas susceptible de realizar el grandioso trastrueque de sistema social que representa la revolución. Esta solo puede ser obra del proletariado y las masas explotadas en general, y uno de sus primero actos consiste necesariamente en el desarme y desbande del ejército y de la policía. Haciéndose aclamar por las masas clavel en mano, el ejército aprovechaba el odio de las masas al régimen político de Salazar para sacar el sistema social de Salazar del atolladero en que se había metido.

Cuando el Movimiento de las Fuerzas Armadas, culaquiera de sus sectores o de los partidos que los secundan, hablan de acelerar la revolución, proponen o decretan la nacionalización de tales o cuales industrias. Pero lejos de suprimir así el capitalismo, o siquiera de mermar su fuerza, lo concentran y lo vigorizan.

La nacionalización de una industria o de un monopolio, no es otra cosa que la transferencia del capital al Estado, monopolio de monopolios, que por tal modo se encuentra en mucho mejores condiciones de dictar a los, trabajadores su ley económica y su ley política. Eso permite también a la demagogia juego fácil, durante, cierto tiempo al menos: ¡Obreros, trabajad más y mejor, las industrias ya no son de los burgueses sino del pueblo!' En efecto, ya no son de los burgueses, pero siguen siendo, más estrechamente que antes del capital. Y mientras los obreros se van dando cuenta, por su experiencia cotidiana, de que siguen sometidos a la esclavitud del salario y de que el producto de la explotación (plusvalía) que se les pide aumentar se lo embolsan, gastan o reinvierten a su albedrío los gobernantes, estos van tejiendo la maraña policíaca, sindical y política destinada impedir la rebelión del proletariado; los gobernantes no son otros que el M.F.A., el P.S. y el P.C. o stalinismo. El camelo de la autogestión les servirá en tal designio para retardar, si para evitar, el momento en que los trabajadores se den cuenta que lo que se les esta imponiendo so pretexto de revolución y socialismo no es otra cosa que el sistema de explotación del hombre por el hombre, esta vez centralizado y dirigido. La coalición gobernante aparece pues, netamente, como el representante supremo de lea reacción capitalista en Portugal, heredera y continuadora de la vieja, sobrepasada reacción originada en la propiedad individual del capital. La falsificación de ideas y hechos en Portugal llega hasta designar como soviets o asambleas obreras organismos intencionalmente montados a espaldas de la lucha proletaria, a fin de promover las trapacerias de tal o cual sector de la coalicion gobernante, contra tal otro: es lo que Carvalho, jefe del COPCON, nueva policía, y con él los stalinistas de Cunhal o pro-chinos, los falderos trotzkistas y demás pseudo-revolucionarios llaman poder popular. Si la autogestión es una manera de implicar a los trabajadores -o parte de ellos- en la explotación de toda la clase, el poder popular preconizado por esos mercachifles políticos es una manera de alejar del poder al proletariado, quitándole hasta la idea de tomarlo por si mismo y para si mismo.

La toma del poder político por el proletariado exige el desarme y la disolución de ejercito y policía, el ejercicio de ese poder por órganos obreros libremente designados y destituibles, el desmantelamiento de todas las instituciones estatales, tribunales comprendidos, y la abrogación terminante de toda la legislación. En lo económico, requiere la gestión completa del dispositivo de producción por los trabajadores, según conviene al consumo material y al desenvolvimiento cultural del proletariado y de las clases pobres en general. Excluye por consecuencia toda producción y todo trabajo que no responda a ese primer imperativo de la supresión del capitalismo. Nada de eso existe en Portugal.

Basta saber lo dicho para comprender que en el tinglado de los partidos gubernamenteles, y del M.F.A no existe una izquierda y una derecha siquiera en el sentido democrático-burgués de esos términos. Ambas facciones hablan de poner en marcha y mejorar la economía nacional. En eso, son sinceras. Pero se trata justamente de la economía capitalista portuguesa. El desacuerdo reside en que cada una propone un procedimiento, su hegemonía política y determinados comanditarios y aliados internacionales. Es la sombra de los dos bloques imperialistas la que transparenta en la querella PS-PC y de sus respectivos protectores militares. Hay que denunciar sus pérfidas maniobras y sobretodo hay que hacerles frente como un solo enemigo. Aun suponiendo que uno de los bandos conservase, caso de victoria estable suya, determinados derechos democrático- burgueses, el papel del proletariado no consiste en ayudarlo, sino en derribarlo para establecer la primera y decisiva libertad del hombre: la libertad de no ser explotado, ni por los burgueses, ni por los monopolios, ni... ¡por el Estedo! La revolución no puede tener otro aliado que el proletariado internacional en lucha por la destrucción de sus respectivos capitalismos.

Que en Portugal todas las querellas políticas existentes obedecen a la rivalidad Washington-Moscú, lo demuestra sin el menor equivoco, lo que sucede en Angola. Dos de los movimientos nacionalistas están secundados por el bloque estadounidense y por China, el tercero, establecido en la capital, por Moscú. Exactauente lo que sucede en Portugal con los dos bandos principales. Mil veces lo hemos dicho: la lucha nacional es capitalista, es reaccionaria y se hace hoy bajo el ala de un imperialismo. Así se esta perdiendo una oportunidad excepcional de hacer una revolución proletaria conjunta en una colonia y en su metrópoli, borrando de un solo golpe internacionalista todas las manifestaciones del reaccionario espíritu nacional.

De hecho, Cunhal, Soares, sus respectivos partidos y cuantas fracciones haya o pueda haber en el ejercito, están en su papel de dirigentes capitalistas engañabobos. Nuestra crítica debe ir dirigida a aquellos revolucionarios que sabiéndolo, se muestran incapaces de hacerle frente, y a aquellos otros que hacen vergonzosamente el juego de los primeros, ya como críticos de izquierda, ya como aliados.

El proletariado portugués estará a merced de toda suerte de embaucadores, mercaderes de carne humana de explotación, mientras no aparezcan en su seno quienes lo llamen a organizarse por sí mismo contra aquellos, en pro de la revolucion comunista.

¡Trabajadores portugueses, aplastadle la cabeza a la bicha!

F.O.R

Alarma, número 30, finales de 1975

Epílogo: Portugal (abril 1977)

Al producirse el golpe de Estado dicho luego revolución del clavel, fueron muy grandes las ilusiones que la clase obrera se hizo. En realidad no había otra cosa que una intervención desesperada del ejército nacional para sacar su capitalismo del atolladero en que se encontraba metido. A su servicio había actuado bajo Salazar y Gaetano como ejército y como policía tanto en las colonias como en la metrópoli y para servirlo derrocó a Caetano. El tales casos el sacrificio a bombo y platillo democrático de un reginen se convierte en necesidad para evitar el derrumbe de su base social: el sistema económico. Lo particular de este caso, aunque nada sorprendente vista la experiencia en tantos países es que los partidos antes clandestinos y perseguidos se sumaron a la operación del ejército y se supeditaron hasta reconocer sin lacha el derecho de los militares a supervisar cualquier decisión.

Mas no cabe decir que el proletariado portugués haya sido derrotado sencillamente porque todavía no ha presentado batalla. Se encuentran en fase de desilusión y de actividad reducida que le permitirá acumular experiencia y radicalizarse. La propia reorganización del capitalismo portugués que está en marcha le permitirá ver más claro y entrar en lucha con mayor independencia en pro de objetivos propios.

No obstante, sin organización política revolucionaria será rechazado y devuelto al trabajo explotador. De crearla se trata, monsergas espontaneístas al diablo! Igual que en Biología, en la lucha de clases tampoco existe la generación espontánea. En este momento en que el proletariado de la península ibérica se encuentra en periodo de activación y tiene el mismo objetivo inmediato, es indispensable unificar sus luchas y construir una organización común. Conseguirlo será vencer desde Lisboa hasta Barcelona, desde Santander a Cádiz y luego desbordar allende.

Alarma, tercera serie, número 1, abril de 1977


  1. En un folleto titulado Cuatro mentiras y dos verdades; política rusa en España, escrito en 1949, que circuló en el país a máquina y manuscrito, esta ya prevista la futura alianza del partido rusófilo con el ejército y el clero. Puede producirse con vistas a la absorción de ambos dentro de un capitalismo estatal, según el modelo polaco, o bien preponderando ellos con el apoyo de dicho partido y de sus sindicatos, según el modelo que funciona en Italia desde la caída de Mussolini: capitalismo monopolista bien tinto de estatal. 

  2. Santiago Carrillo y Alvaro Cunhal eran los secretarios generales del PCE y el PCP, respectivamente, organizaciones stalinistas alineadas con el imperialismo ruso. Nota del editor

  3. El general Antonio de Spinola recibe la rendición del presidente del Consejo de Ministros, Caetano, y toma el cargo de presidente tras el golpe del 25 de abril. Dimitirá en septiembre, forzando un golpe de estado que será fallido y que dará paso a una época turbulenta de tensiones entre militares pro-rusos y fuerzas pro-EEUU, agrupadas progresivamente en torno al Partido Socialista de Mario Soares. Nota del editor

  4. Véanse las tres tesis sobre la independencia nacional publicadas a continuación. Para una visión completa del problema, Parti-Etat, stalinisme, révolution, libro cuya publicación está prevista para finales del actual invierno.  

  5. Hasta el fallido golpe militar pro-ruso de noviembre de 1975, Portugal vive una dictadura militar de discurso rusófilo y gobiernos inestables que, desde la convocatoria electoral de abril de ese mismo año, convive con un sistema de fuerzas políticas multipartidistas, la mayoría de ellas pro-EEUU. El fin del PREC (Proceso revolucionario en curso, nombre del periodo de gobierno militar abierto por el golpe del 25 de abril) suele datarse con la derrota del golpe de noviembre y la toma del poder por Mario Soares, que da paso a la aprobación de una constitución al año siguiente.